Borrar
El Ayuntamiento de Barcelona retiró la estatua del primer marqués de Comillas, Antonio López, en 2018 EFE
Episodios regionales

Esclavitudes y virtudes

Desde la esclavización de los derrotados cántabros del siglo I antes de Cristo hasta la cancelación por Gamazo en 1886 de la esclavitud en Cuba, la historia de Cantabria muestra diversos episodios de este fenómeno

Viernes, 24 de octubre 2025, 07:21

Comenta

Una reciente biografía de Antonio López, primer marqués de Comillas, publicada por el profesor de la Universidad Pompeu Fabra Manuel Rodrigo, ofrece argumentos variados, unos más plausibles que otros, de que cierta relación con el tráfico de esclavos estuvo parcialmente en el origen de su inicial fortuna antillana. Lo cual no era raro entonces: recordemos que hasta 1865 la mitad meridional de EE UU tenía legalizada la esclavitud y costó una terrible guerra civil suprimirla. Antonio diversificó enormemente sus negocios, por lo que sería abusivo decir que sus iniciativas empresariales se basaron solo o principalmente en el esclavismo.

El marqués fue un emprendedor nato, supo captar el apoyo de las altas esferas y murió en 1883 como el más rico de Cataluña. Por el camino, ejerció como benefactor y filántropo tanto en Cantabria como en Barcelona.

No fue sino hasta tres años después, 1886, cuando el decreto elaborado por el ministro de Ultramar Germán Gamazo (que da nombre al dique junto al Palacio de Festivales) y aprobado por la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena finiquitó más de tres siglos de esclavitud, al suprimir el patronato que desde 1880 venía gestionando a unos 25.000 esclavos cubanos «residuales». Rodrigo menciona Santander como uno de los lugares en que, como Barcelona, Madrid y Cádiz, se había producido previamente más actividad antiabolicionista. Y dentro de los documentos de la colección Sautuola de nuestro Archivo Histórico Provincial hay uno de 1842 en el cual el Ayuntamiento de Santander aprueba enviar a Madrid un memorial suplicando que se expulse de La Habana al cónsul británico abolicionista David Turnbull, «para evitar los tumultos que se producen en cuestión de esclavos».

Los primeros esclavos que podemos documentar en el territorio de la actual Cantabria acaso sean antiguos cántabros que cayeron bajo dominación romana. Cabe pensar que hubo esclavitud tanto en las minas como en las muchas o pocas «villas» o mansiones agrarias. Esta semana, en una de las mesas del IV Encuentro de Historia de Cantabria organizado por UC y Parlamento se mencionó un documento de la Baja Edad Media en el que se acusa a unas personas de Laredo de haber «muerto un escablo (esclavo) de Juan Arnao» para que no las delatase.

Tres siglos antes del decreto Gamazo, en septiembre de 1589, el escribano santanderino Juan de las Cavadas Santiago compró al portugués Juan Álvarez de Acosta un esclavo por 400 reales, y al otro día se lo revendió por 600 a Íñigo de Salcedo, de Alcalá de Henares, con una ganancia del 50%. Acosta describe así a la víctima: «un esclavo mío llamado Francisco, de edad de doce años poco más o menos, color negro, atezado, habido de buena guerra, (…) el cual dicho negro os vendo por sano y que no es ladrón ni borracho ni fugitivo ni come tierra, no se mea la cama ni tiene otra ninguna tacha». Se han cumplido 50 años desde que Manuel Vaquerizo publicó este documento en la revista «Altamira» del Centro de Estudios Montañeses. Desconozco si ese Salcedo sería familiar del célebre librero alcalaíno Atanasio Salcedo, el editor en 1554 de «La vida de Lazarillo de Tormes», cuyo protagonista, por cierto, tiene por padrastro a un esclavo negro, Zayde, mozo de establo).

En tiempo de Felipe II, un escribano de Santander ganó en un solo día un 50% de beneficio comprando un joven negro de 12 años a un portugués y revendiéndoselo a un alcalaíno

Sin duda algunos montañeses de América habrán de ser integrados en la aún no escrita historia regional de la esclavitud. A finales del siglo XVII, el clan de los Sánchez de Tagle, originarios de Santillana del Mar, logró un gran protagonismo comercial en México, tanto hacia España vía Veracruz como hacia Filipinas vía el Galeón de Manila desde Acapulco. Hay un reciente estudio de Rodrigo Toledo, de la Universidad Pablo de Olavide. Las leyes prohibieron esclavizar a indígenas americanos o filipinos, por lo que el tráfico de esclavos de origen africano se fomentó para proporcionar mano de obra barata a los nuevos cultivos y explotaciones mineras (los Tagle controlaron buena parte de la plata mexicana). Luis Sánchez de Tagle, que había nacido en Vispieres, envió a un sobrino, Domingo, a Manila hacia 1695 para ampliar negocios. Este Domingo, también de Vispieres, general del Galeón, tuvo muchos problemas (cárcel incluida) por tratar de introducir en Acapulco desde Manila ciertas mercancías y asimismo esclavos negros (que venían del tráfico del Índico), lo que enfadaba tanto al contratista oficial del tráfico esclavista atlántico (los portugueses de la Compañía Real de Guinea) como a la Real Hacienda de Acapulco. El turista encuentra la Casa de los Tagle junto al Campo Revolgo de Santillana, noble edificio sufragado por atrevimientos en Nueva España.

Otro ejemplo, investigado por Martín Rodrigo también, nos sitúa en la primera mitad del siglo XIX. Se trata del filántropo Joaquín Gómez de Hano, un benefactor (iglesia, escuelas, becas, fuentes) con placa dedicada desde 1880 en la iglesia de Hazas de Cesto, su pueblo natal. En el periodo 1815-1820, cuando parecía inminente la supresión del tráfico, las buenas intenciones del Congreso de Viena y de los ingleses crearon, a corto plazo, un gran negocio de prisas por hacerse con esclavos antes de que se prohibiera transportarlos. Joaquín se dedicó a invertir dinero en las expediciones para adquirir africanos negros y llevarlos a Cuba. En sus primeros dos barcos, obtuvo un beneficio del 76%; en un tercero, del 63%; en un cuarto, un 81%. Una fragata de nombre «Cantabria» también fue en 1819 objeto de esta inversión. Cuando los liberales españoles prohibieron el tráfico, Gómez y otros lo continuaron de contrabando. Así Gómez, a quien los británicos, escandalizados, trataron de poner coto sin éxito (en sus archivos se lee lo irritados que estaban con él), se convirtió en el mayor negrero de la Cuba de la década de 1830 y en un poderoso sin rival.

De una generación más joven fue otro indiano cántabro benefactor, Juan Manuel de Manzanedo (que da nombre al instituto y al palacio de Santoña, donde también construyó un hospital). Isabel II lo hizo marqués, y Alfonso XII, duque de Santoña. Antes de 1845 su fortuna se debía en parte al comercio esclavista en Cuba. No se le olvidó después, porque presidió el Círculo Ultramarino de Madrid en fecha tan tardía como 1872. Falleció cinco meses antes que Antonio López. Como él, había saltado de la economía colonial, donde la esclavitud estaba normalizada o tolerada, a una exitosa diversificación inversora en la península, con algunos capitales derivados a beneficencia local.

Estas inversiones ayudaron a que el siglo XIX de Cantabria fuera especial y pudiera dar origen a un orgullo de modernidad. La esclavitud fue uno de los episodios regionales; nuestra historia, sin ella, quedaría incompleta.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Esclavitudes y virtudes

Esclavitudes y virtudes