Francisco Revuelta y su mosaico montañés-cubano
Entiendo que es muy importante este 'volver' triunfador o derrotado a su lugar de origen, volver a casa
El 7 de marzo de 2024 Francisco Revuelta (Paco), un cubano asentado en España que vive actualmente en Cabezón de la Sal, me dedicó su formidable 'Mosaico montañés-cubano' titulado: 'Dueños de sueños'. Se trata de un texto de historia cuidadosamente pergeñado, un tocho de cuatrocientas cincuenta páginas. Me ha interesado este libro porque confirma mis intuiciones acerca de la vuelta a España de los emigrantes españoles.
Dice Francisco Revuelta en el primer capítulo de su libro que «puede casi aseverarse que ningún emigrante a Indias hiciere allá fortuna o fuese pobre de solemnidad hasta su 'despaisajarse', ningún emigrante resultó homérico lotófago olvidadizo de sus 'lares matrius': todos y cada uno de ellos pensó siempre regresar al lugar de sus mayores ansiando cada día pasado en tierras americanas ese momento en que, neoulises triunfante o modesto luchador sin suerte, retornado al terruño, abrazaría a los suyos permaneciendo allí donde nació hasta que la Parca le hiciera el fatal guiño». Entiendo que es muy importante este 'volver' triunfador o derrotado a su lugar de origen, volver a casa. Hay un aire en esta expresión –'volver'– que no sólo es histórico o psicológico, sino también ontológico. Hace referencia a las sensibilidades individuales, al temple de ánimo de quienes volvieron desengañados o quizá también engañados por el éxito.
Digo esto porque yo soy una persona muy de 'volver'. Durante once años mis Antillas fueron londinenses. Coincidió más o menos con los torrentes migratorios de los españoles a Europa. Yo volví porque echaba de menos la lengua española. En los últimos años había escrito tres libros y quería verlos, como es natural, en las librerías de España. Tuve suerte al ir e instalarme en Londres y tuve suerte, mucha, al regresar a Madrid. Y ahora, al menos en parte, también a Santander. El libro de Francisco Revuelta se titula 'Dueños de sueños' porque en sus relatos se hace cargo no sólo de los dueños de realidades, de los triunfadores, sino también de quienes volvieron sin ver cumplidos sus sueños –expectativas–. En las últimas décadas del siglo XIX Santander fue una provincia y una capital de embarcarse. Ir a hacer las Américas –se decía–.
Hay una célebre letrilla que reproduce Pereda en 'Don Gonzalo González de la Gonzalera' que dice: «A las Indias van los hombres/a las Indias a ganar/las Indias aquí las tienen/si quisieran trabajar». Es una letrilla graciosa, ingeniosa, como casi todas las nuestras, pero injusta. La España de finales del XIX, como describe Revuelta en su 'Breve retrato de la España que emigra', con el cual se inicia el libro que estamos comentando, era un lugar políticamente agitado, enfermo de caciquismo y con un nivel de pobreza muy alto. El asunto es que no era posible entonces –y quizá tampoco ahora– prosperar por mucho que se trabaje. Hay también muchas otras cosas que tener en cuenta. Hemos conocido movimientos migratorios de los españoles a Europa en los 60 y 70 por razones análogas a las del siglo XIX. España puede ser una mala madre, una madre distraída y ensimismada. La España de Franco daba a veces esa impresión. Según Revuelta puede casi asegurarse que casi todos los emigrantes deseaban regresar al lugar de sus mayores. Este deseo paradójico de irse y acabar queriendo volverse a España es lo que me parece a mí natural y a la vez enigmático.
Hay aquí una nostalgia no declarada, nostalgia de la tierra o de la Patria chica, a la que sin embargo todos con frecuencia echamos culpas de nuestra mala fortuna. La irritación de José María Pereda era propia de un hidalgo montañés asentado, reaccionario, que como dice Revuelta debía su bienestar económico a su familia paterna. Justo a que un hermano suyo, el mayor, fue a hacer fortuna a las Américas y lo logró. Hay valentía en el 'irse'.
Hay, quizá también, desesperación. Lo complicado del volver es que todo el que vuelve sabe dónde vuelve: la casa familiar, los envejecidos padres, los envejecidos amigos, la misma o parecida situación económica de todos ellos. Es como si el emigrante se convirtiera en un artista del trapecio, un trapecista que se arriesga mucho en cada ida y vuelta de lado a lado del techo del circo. Da miedo pensar que los emigrantes 'vuelven' porque da miedo pensar en la inmovilidad de España. ¿Hemos cambiado los españoles mucho con el paso de la dictadura a la democracia? ¿Se han mejorado las condiciones laborales? ¿Es el pobre, el trabajador, más rico ahora que entonces? Antes con un sueldo se pagaba una vivienda y los gastos de una familia de tres o cuatro hijos. Ahora hacen falta dos sueldos para pagar una hipoteca a treinta años y sacar adelante un único hijo o ninguno. También es verdad que un padre de familia durante la dictadura salía menos a cenar fuera, de copas o de conciertos. ¿Es que ahora se vive peor o es que objetivamente el sueldo no da para tantas cosas?
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Ilustración Marc González Sala
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