
Líneas de flotación cultural
El Palacete del Embarcadero cumple cuatro décadas. El Centro de Arte Faro Cabo Mayor camina hacia su vigésimo aniversario. Más allá de las efemérides, ambos espacios simbolizan un diálogo cultural pionero entre el mar y la ciudad.
El debate sobre la identidad de Santander como ciudad de los museos, o como capital cultural, se ha avivado ante la cada vez más próxima apertura de nuevas infraestructuras vinculadas al arte y al patrimonio. En ese contexto es obligado reconocer que la condición de ciudad portuaria e identidad marítima ha propiciado un sello pionero con la cultura como eje. Dos aniversarios: por un lado, los cuarenta años del Palacete del Embarcadero, símbolo de ese encuentro ciudad y puerto, que cumplirá en agosto; y, por otro, el Centro de Arte Faro Cabo Mayor, proyecto y espacio singulares, que camina hacia su vigésimo cumpleaños. Ambos territorios, junto a la Nave Sotoliva, configuran un ecosistema del que ha emanado una imagen cultural de manifestaciones únicas edificadas sobre muy diversos medios y formas de expresión.
El papel impulsado por la Autoridad Portuaria santanderina desde hace cuatro décadas no solo a través de los citados espacios emblemáticos, sino de la construcción de un vínculo de vida entre el mar y la ciudad, es exponente de la configuración cultural de Santander, pionera en lo local y ejemplo de excepcionalidad a nivel estatal. La rehabilitación, lo arquitectónico, la interrelación de instalaciones portuarias y marítimas en espacios ciudadanos se han postulado como puentes hacia otras propuestas culturales o han abierto posible ejes de futuro en el Frente Marítimo.La Asociación Internacional para la Colaboración entre Puertos y Ciudades (RETE) celebraba la pasada semana en Santander su 39º encuentro en el que precisamente se abordó el papel de la cultura marítima para «conformar la transformación de los frentes portuarios, la identidad urbana y la cohesión social». César Díaz, presidente de la Autoridad Portuaria, dejó clara una idea que tiene su valor como mantra de esa realidad edificada en el tiempo: «La cultura no es solo un complemento, sino un eje estructural en la regeneración de nuestro frente marítimo-portuario».
En la integración puerto-ciudad, el componente social y cultural «se antoja fundamental a la hora de hacer ciudad». Díaz subrayó que «llevamos cuarenta años, desde el Palacete del Embarcadero hasta el Faro de la Cerda o el Centro de Arte Faro Cabo Mayor, ofreciendo unos equipamientos con programación cultural de calidad a los ciudadanos y contamos con importantes centros culturales que se integran en el frente marítimo». La cultura es un factor que fortalece nuestra identidad y sentido de pertenencia», añadió Díaz. Precisamente en el programa de esas jornadas, entre testimonios y visitas se hizo hincapié en la trascendencia de la cultura como «motor regenerador» del frente marítimo-portuario.

En el caso de Santander la evolución en los últimos cuarenta años, se ha traducido en la «transformación en un eje cultural urbano con equipamientos emblemáticos y su intensa vida artística». Recientemente vio la luz el volumen colectivo, 'Museos para quién, museos cómo', bajo coordinación y coautoría del historiador del arte y profesor de la UNED, Luis Sazatornil, que trazaba un detallado itinerario por las circunstancias culturales, políticas o urbanísticas que están en el origen de esos centros y proyectos. En ese contexto, se plantearon interrogantes que abren un debate abierto y necesario: ¿cuál es su público objetivo?, ¿serán meros escaparates para el 'turismo cultural sostenible'?, ¿será otro clúster de museos más?, ¿cómo pueden implicar a la red cultural local y generar espacios críticos?, ¿cómo coordinarse e impulsar una oferta cultural, académica y científica seria, transparente y profesional?, ¿serán museos con raíces fuertes?
La transformación de estos años se fundamenta en un eje cultural urbano con equipamientos emblemáticos y una intensa vida artística
En una panorámica cronológica la activa labor propiciada desde el puerto santanderino pasa por el Palacete del Embarcadero (1985), el Centro de Arte Faro de Cabo Mayor (2006), el Faro de la Cerda (2009)... Asociado a ese proceso asoman en los últimos quince años proyectos culturales que se distribuyen por el frente marítimo: Anillo Cultural, Centro Botín, Centro Asociado del Museo Reina Sofía-Archivo Lafuente, Fundación Enaire en las antiguas Naves de Gamazo, o la propia la Biblioteca Central de Cantabria en el antiguo Depósito de Tabaco (2010). Un proyecto de regeneración urbanística que se ha destacado como el de mayor impacto desde la reordenación urbana tras el incendio de 1941. Reconstruir las relaciones y definir el borde ciudad-puerto es el fundamento esencial que subyace en todos los pasos abordados en este periodo. Y en busca de un equilibrio, no siempre posible, entre los usos portuarios y la sucesiva presencia de espacios para la cultura.
A mediados de la década de 1980, la inauguración de los muelles de Raos y su consiguiente expansión geográfica y comercial situó a la entonces Junta del Puerto de Santander en disposición de plantear un nuevo enfoque a su relación con la ciudad. En un contexto global de modernización, el Palacete del Embarcadero, que cumple en agosto 40 años, se concibió como «símbolo de la adaptación del Puerto a la nueva realidad, así como de su integración con una Santander hasta entonces prácticamente huérfana de equipamientos culturales».
El proyecto, «sin precedentes» en el sistema portuario español, se tradujo en la rehabilitación del Palacete como sala de exposiciones y actividad cultural, un lugar abierto al encuentro y a la colaboración con entidades tanto públicas como privadas, así como al desarrollo de programas de producción propia, ejes de una programación expositiva muy ecléctica, pero especialmente dedicada al arte contemporáneo. A finales del pasado año fue reinaugurado, tras una rehabilitación integral, con una exposición del pintor Xesús Vázquez, historia viva de esa ecuación: arte, puerto y ciudad.
Este carácter histórico ha vuelto asomar en la actual celebración de la galería Siboney (también cuarenta años) protagonista de la organización de una muestra fundacional en el espacio portuario del muelle Calderón. Coproducciones con el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria, la Fundación La Caixa y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, entre otras, propiciaron algunas de las muestras más relevantes durante la primera década de actividad, destacando posteriormente la intensa colaboración mantenida con el Gobierno de Cantabria y, ya más recientemente, con el Archivo Lafuente.

En cuanto a la producción propia, los programas Actividad de la Ciudad Portuaria, Equivalencias y Ars, protagonizados por artistas plásticos y fotógrafos, marcaron los ciclos expositivos, conformando además el núcleo de lo que se conoce como Colección de Arte de la Autoridad Portuaria.
En el caso del proyecto original y excepcional en torno al Faro de Cabo Mayor se gestó durante años aunque en 2005 quedaba cerrado en dimensiones y objetivos. No es sólo el faro más antiguo de Cantabria sino también uno de los lugares más icónicos de toda la región, arraigado en la memoria colectiva por su valor «simbólico, paisajístico y arquitectónico». El proyecto partía del compromiso de «recuperar para uso y disfrute público las instalaciones» del Faro, así como la colección reunida por los artistas Eduardo Sanz e Isabel Villar a lo largo de su trayectoria profesional, otorgándole «un carácter único en España y en Europa». Pocas veces, ha subrayado la Autoridad Portuaria, se produce «una simbiosis tan especial entre continente y contenido».
El Palacete, que acaba de vivir su rehabilitación integral, ha superado las 350 exposiciones con una afluencia media anual de más de 50.000 visitantes
De una parte, el acondicionamiento de las antiguas viviendas de los fareros como salas de exposiciones supuso «incorporar un uso cultural al Faro, complementario a su función como señal de ayuda a la navegación pero vital para asegurar su conservación». De la otra, la colección Sanz-Villar de obras de arte y objetos vinculados al mar y los faros «completó a la perfección esta unión, al dotarle de un magnífico fondo para la muestra permanente de todo tipo de manifestaciones artísticas inspiradas en el universo marino».
Decenas de exposiciones y actividades, respaldadas por la presencia de más de medio millón de visitantes –la media anual (2006-2024) está cifrada en 35.000– ha consolidado «su vocación de centro vivo, espacio de encuentro entre las artes y el mar».
Original diorama, metáfora e icono de un símbolo reinventado
«Un original diorama que reúne arte y cultura popular y que subraya el carácter metafórico de los faros, instituidos en iconos contemporáneos de la unión entre cultura y naturaleza». La lúcida definición de lo que hoy es el Centro de Arte Faro Cabo Mayor fue expresada en su día por el propio Luis Sazatornil. Tres hitos han alumbrado la identidad del puerto: Tras los artistas vinculados a Sanz y Villar, se ha continuado con el reconocimiento a los artistas pertenecientes a la generación de Sergio Sanz (María Gómez, Carlos Forns Bada, Carlos García-Alix); la muestra de artistas jóvenes o de media carrera vinculados a Cantabria, entre los que se encuentran Tamara García, María Villacorta y Pablo López. Y la colaboración con otras instituciones e entidades culturales como el festival PhotoEspaña o la Fundación Gerardo Diego, así como la coorganización del certamen internacional de grabado Mini Print Cantabria, que se expone todos los años en el Faro y cuya colección ha itinerado por diversos espacios en Europa.
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