Lucía Solía Sobral: a doscientos kilómetros por hora
Lo excepcional de 'Comerás flores' es la maestría con la que envuelve esta historia de sumisión
«Quería enfadarme, llamarlo como hacía él cuando era yo la que tardaba más de cinco minutos en contestar, quería echarle en cara que estaba pasando de mí, que qué era tan importante que no podía ni preguntarme cómo me sentía en esa mierda de viaje. Pero no sabía cómo enfadarme con Jaime sin que todo se volviese en mi contra».
Existen momentos, situaciones en la vida en la que los astros se alinean y, cuando menos te lo esperas, hallas un lugar seguro donde la conversación fluye, los miedos se comparten, y las lecturas acontecen. Raro es el momento en el que un grupo de mujeres no encuentran un nexo común experiencial en su trayectoria como tales, que viven en esta sociedad donde su salud física se rige por su edad respecto a la maternidad y su salud emocional condicionada por los hombres que la habitaron.
En uno de esos momentos, bien hallados, surgió esta lectura. «Creo que os va a gustar el libro que ha escrito una amiga». Vaya si acertó. Una novela que nace de esas conversaciones entre mujeres donde se desgranan, con la crudeza de quien ha vivido lo mismo con distinto nombre, las heridas comunes. Es la historia de un patrón tóxico tan normalizado que duele reconocerlo, pero contada con una prosa tan lírica y precisa que se convierte en un acto de catarsis y, finalmente, de liberación.
Un hecho, casi, universal: chica joven conoce hombre «maduro» que la eclipsa y enamora a partes iguales. Casualidad de la vida, siempre la diferencia de edad favoreciendo la «experiencia vital» de un hombre frente a la «inexperiencia emocional» de una joven mujer. Casualidad de la vida, un «hombre que explica cosas» adoctrinando y moldeando a una mujer que lo tenía todo para ser feliz, aunque ella aún no lo supiera.
Algo revuelve esta lectura, la prosa ligera, la palabra precisa, la metáfora concreta. Algo revuelve en la naturalidad con la que se desarrollan los hechos, una urgencia narrativa que hace que no sueltes el libro hasta concluirlo y que se te pegue el personaje al hipotálamo y no te desprendas su halo, aunque lo intentes, hasta días después. Una rabia contenida, un enfado universal, un deseo visceral de gritarle «nena, sal de ahí, que el lobo te quiere comer». Porque los lobos, comen.
Lo excepcional de la narrativa de Solía Sobral no es solo la identificación que provoca, pocas serán las mujeres que no reconocen algún aspecto de esta desigual relación en relaciones pasadas o presentes, sino la maestría con la que envuelve esta historia de sumisión y despertar. Pocas serán las mujeres que no se hayan topado con algún 'Jaime' en sus vidas. Hombres que precisan del poder que ejercen sus silencios, sus preguntas capciosas que anulan y dejan «gritos pegados a los azulejos durante días enteros» para, acto seguido, como buen maestro de la «luz de gas» desplegar un encanto tan arrollador que hace dudar de la propia percepción de la realidad.
'Comerás flores'
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Autora Lucía Solía Sobral
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Editorial Libros del Asteroide, Barcelona, 2025
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Páginas 244
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Precio 18,95 euros
El viaje de la protagonista, como la vida misma, no es lineal, y ahí reside gran parte de su autenticidad. La novela evita el maniqueísmo fácil. La autora se adentra con valentía en la complejidad psicológica de quien es víctima de este tipo de manipulación: la duda constante, la esperanza patológica de que la versión encantadora de la persona sea la «verdadera», y la lenta y dolorosa toma de conciencia de que se está siendo anulada. El proceso no es una huida abrupta, sino un desgaste, un despertar compuesto de pequeños hallazgos y grandes decepciones que, gota a gota, llenan el vaso de la lucidez.
Pero 'Comerás flores' es mucho más que la crónica de una relación tóxica. Es, ante todo, la historia de una metamorfosis. El título no es azar, sino una promesa. Dejando de lado lo evidente, parece hablar del momento en el que una decide dejar de alimentarse de migajas de afecto y de palabras venenosas disfrazadas de sabiduría, para, en cambio, nutrirse de belleza, de la propia esencia. Comer flores es un acto de rebeldía, de elegir lo delicado, lo extraordinariamente sencillo y lo nutritivo sobre lo áspero y lo dañino. Es el símbolo de una recuperación: la de la voz, la autoestima y la identidad propia, que habían sido sistemáticamente silenciadas y moldeadas para comodidad de otro.
Solía Sobral emplea un ritmo que imita el vaivén emocional de la protagonista. Hay capítulos cortos, casi jadeantes, que reflejan la ansiedad y la confusión, seguidos de pasajes más reflexivos y líricos donde la narración parece tomar aliento para observar el daño y empezar a sanar. Esta estructura no solo mantiene una tensión narrativa palpitante, sino que sumerge en la montaña rusa emocional que supone liberarse de un vínculo dañino.
Publicada por Libros del Asteroide, una editorial con un olfato exquisito para las voces necesarias, esta novela se posiciona como una de las revelaciones literarias del año. Lucía Solía Sobral no solo demuestra un talento narrativo formidable, sino una valentía enorme al diseccionar con tanta lucidez un mecanismo de dominación emocional tan extendido y, al tiempo, tan personal.
Existen libros que llegan no por casualidad, sino por necesidad. 'Comerás flores', la incisiva y luminosa ópera prima de Lucía Solía Sobral, es uno de ellos.
«Te traigo un recuerdo que se fundirá en tu memoria para que lo confundas con otros. Te lo traigo ahora que todavía no te hace falta. No le darás importancia, porque es mío, pero es un recuerdo que saldrá disparado como un resorte cuando esa persona te grite. O te susurre. O se calle».
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