No hay lugar para la indiferencia
Mosab Abu Toha parte de su experiencia personal en un libro, 'Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído' que taladra nuestras conciencias
La primera duda que me asalta al comenzar a leer este libro es si, una vez leído, seré capaz de enjuiciarlo desde un punto de vista meramente literario o si, teniendo en cuanta la crudeza de las situaciones que describe, no lograré sustraerme a ellas y mi conciencia me obligue a hacer hincapié en ellas. Sé que estas líneas deberían decantarse solo por motivos estrictamente poéticos, pero resulta imposible ignorar la trágica historia que ha provocado su escritura. Para despejar cualquier duda sobre a quien piense que estos poemas estén lastrados por la eventualidad de un momento determinado, es oportuno señalar que está escrito hace algún tiempo.
'Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído (poemas desde Gaza)'

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Autor Mosab Abu Toha
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Editorial Ediciones del Oriente y el Mediterráneo
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Páginas 160
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Precio 13,00 euros
El traductor de la obra, Joselyn Michelle Almeida, escribe que este volumen «recoge los poemas escritos durante los asedios que Gaza ha sufrido continuamente a ... manos de Israel desde 2001 (2008, 2012 2014, 2021), y los poemas que Abu Toha escribió durante una beca en Harvard y sus estudios en la ciudad de Siracusa entre 2019 y 2021» (algo, ya muy complicado en aquellos años, resulta hoy del todo impensable en la Norteamérica de Trump), es decir, antes de la aniquilación sistemática de Gaza que está realizando con total impunidad en los últimos meses el gobierno de Israel. Entonces había todavía lugar para la esperanza, pero ahora se ha desvanecido por completo. El libro nace además de una experiencia profundamente personal. El autor fue herido durante un bombardeo de la aviación israelí en 2014, lo que imposibilita aún más obviar las circunstancias que vive el propio poeta, que, en numerosas ocasiones da cuenta de ellas con un lenguaje objetivo, más propio de una información periodística, aunque el poder simbólico de su expresiones convierta esa información en un texto poético, acaso porque, como escribe Mosab Abu Toha (Gaza, 1992) «Solo escribo lo que puedo oír, / el eco de aquel ruido, / mientras de vez en cuando mi cuello se estira // hacia nuestras casas distantes, / confiando en que estaré contemplando sus semillas / cuando broten».
Además, al contrario que muchas de las informaciones que recibimos a diario y que contribuyen a desorientar la comprensión de lo que conocemos como realidad, y a pesar de las dificultades, el lenguaje poético facilita esa comprensión porque apela a un conocimiento sensible, íntimo, el de nuestros sentimientos, porque, como afirma el poeta: «Lo que escribo es diferente de lo que están viviendo [se refiere a sus hijos]. Puedo expresar, por ejemplo, cómo mi hijita estaba tratando de esconderse de las bombas y su hermano mayor le dio un manta fina para que se escondiera. Puedo describir esto en un poema, pero no puedo expresar lo que ellos sintieron al oír las bombas». La intención de ubicar el cuerpo individual en el contexto colectivo es una idea recurrente en estos poemas, sobre todo en lo que se refiere a los vínculos familiares, muy sólidos en su cultura: «La casa bombardeada. Todos han muerto: / los niños, los padres, los juguetes, los actores de televisión, / los personajes de las novelas y los libros de poesía, / «yo», «él», «ella», no quedan pronombres». El autor plantea una serie de preguntas cuya respuesta es imposible formular sobre el lugar que ocupa en el mundo que le ha tocado vivir y contempla estupefacto la imposibilidad de encontrar una razón lógica que justifique tanta violencia, tanto odio y cómo la política global impacta en la vida personal y cotidiana y lo hace sin ambages pero con la sutileza propia del lenguaje poético, aunque esto le suma en muchas ocasiones en graves contradicciones, como cuando escribe: «Una voz desde abajo sacude mi escritorio―/ la tinta se derrama en mis pantalones soñolientos. / Me golpea los dedos y me corta la respiración. Me pide / que deje de escribir poemas tan duros, / poemas con bombas y cadáveres, / casas destruidas y calles cubiertas de metralla, / no sea que las palabras tropiecen y se caigan en charcos sangrientos».
En esencia todos estos poemas no hacen sino dibujar un autorretrato con profundos surcos. El poeta es alguien que se siente inmensamente desolado e incognoscible incluso para sí mismo, un desconocimiento que se remonta a su nacimiento: «Mi padre me dio un nombre difícil. / Contiene dos letras inexistentes en inglés», escribe en el poema 'Mosab', por eso en sus versos explora sus sentimientos de alteridad, más aún cuando se ve obligado a emigrar a los Estados Unidos y se encuentra con una sociedad casi incomprensible para él. En todo caso, lo que demuestra en sus poemas –―como no podía ser de otra forma en alguien que afirma que «una función de la poesía es curar heridas»–― es la capacidad de la poesía para considerar la indagación por si sola como algo más valioso que cualquier definición. Creo que los poemas de 'Cosas que tal vez halles ocultas en mis oídos' son capaces de convencer al lector de que la buena poesía, al margen de su estructura temática plagada de acontecimientos luctuosos y desastres, es más grande, más duradera, es una espacie de milagro que taladra nuestras conciencias.
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