Mudita y la contradicción
Para Manuel Gutiérrez Aragón, como queda patente en el filme, la idea de realismo no es notarial o descriptiva, sino política y comprometida
Un mundo rural, pobre, elemental crudo. Un mundo urbano, cultivado, artificial, frágil, cocido. Son los conceptos que usaba Levi-Strauss para referirse a la compleja situación de la naturaleza y cultura en los seres humanos. Una relación circular y contradictoria que permea la vida de las personas tanto en las sociedades tradicionales como en las tecnológicas. Asistimos a la inserción de Ramiro, un escritor y estudioso del lenguaje y de las formas de comunicación, en un mundo primitivo y salvaje. Estamos ante 'Habla mudita', el primer largometraje de Manuel Gutiérrez Aragón, el director de cine de Torrelavega, Cantabria, que realiza este filme en 1973 por el que obtuvo el premio de la crítica en el festival de Berlín. Fue producido por Elías Querejeta. Trata sobre la vida de un profesor asfixiado por su familia y por una rutinaria y anémica vida que, tras pasar unas vacaciones en un pueblo de montaña, decide quedarse en ese lugar para continuar investigando, aunque lo que realmente quiere es estar próximo a la fascinante y salvaje joven pastora sordomuda que ha conocido mientras merodeaba por los bosques que rodean al parador donde se aloja. Para los que conocen Cantabria será de interés mencionar que la película se rodó en el refugio de Áliva y los pueblos de Bores y Bejes, en Liébana.
Estamos en un mundo rural, bello y sobrecogedor. No es un lugar plácido ni exento de riesgos. En todo caso los humanos que lo habitan así lo reflejan. No es un film romántico que idealice la vida en los aislados pueblos montañosos.
Un tema realista de máxima actualidad, pero sin olvidar que para Gutiérrez Aragón la idea de realismo no es notarial o descriptiva sino política y comprometida. Este film nos permite observar la presencia de sus recuerdos personales, su posición frente a la religión, la importancia de las contradicciones en sus personajes y el omnipresente marco político de la reciente historia de España. Aquí lo salvaje puede ser también amable y lo culto, despiadado. No pretende realizar una tosca contraposición de urbanitas crueles y pastores libres y amorosos. Todos pueden ser toscos y crueles. Y lo son, sin embargo, dentro de ambos mundos aparece, al final, una remota posibilidad de que lo culto con su innegable fuerza, pueda abrirse camino tanto en la mudita, en el límite de la brutalidad, como en el profesor, en el límite de la amargura.
No estamos lejos de las actitudes que están impregnando las formaciones ultraderechistas, pero aquí, en los hermosos valles de Cantabria
Ella carece de lenguaje y, como dice Ramiro, si algo no se nombra, no existe, pero la única manera de establecer una relación comunicativa no es el lenguaje. Tan solo es la forma más sofisticada y común de hacerlo. La relación del profesor con la sordomuda muestra que la comunicación es posible establecerla sin lenguaje oral. Se produce entre ellos una relación intensa y privada que desata la envidia, los celos y la agresividad del resto de los habitantes. Crudos y cocidos. La bella es también bestia y el príncipe, asimismo, un torpe patán, pero en el filme ninguno resulta tratado de forma despectiva. La inteligente, joven y atractiva mudita aun con una notable discapacidad, se mueve con soltura. No se revela su nombre. Es la muda… sin nombre. Ramiro, a pesar de su trato delicado, persiste en darle órdenes sin contexto relacional ni educativo: ¡habla mudita! Un mandato, que más bien parece un lamento de impotencia.
Atracción lógica
La atracción erótica es evidente tanto para las personas del pueblo como para los espectadores, voyeurs sin haberlo pretendido pero encantados de serlo. Al margen de las cualidades de los personajes, es lógica esa atracción. Nos gusta lo diferente, lo que nos desafía de una manera radicalmente distinta. El filme alcanza un clímax erótico con una escena sencilla que en ese ambiente no lo es. La familia de ella lo había advertido: no dejes que se acerque. Un día de fiesta la mudita abandona su ropa de campo para lucir un anticuado vestido blanco y se pinta los labios. Resulta fascinante. La necesidad de usar albarcas, llevando los zapatos de charol en la mano para moverse en el barro y la boñiga de los animales, nos hace recordar dónde estamos.
La vida de Ramiro se va desorganizando en medio de un triángulo existencial delimitado por lo natural y lo culto como contexto y el erotismo como forma de relación. Cada una de esas dimensiones se apoya y se refuerza en las otras y va alterando la vida habitual de ambos. De tal manera que Ramiro ante la pregunta de si quiere a la mudita, la respuesta sincera será afirmativa y negativa. De esa contradicción se alimenta la tensión que existe desde su primer encuentro. Se borra la separación entre lo cultural y lo natural. Lo crudo y lo cocido ocurren a la vez. Todo está teñido por el erotismo, el mayor generador de significados que existe. La experiencia de estas tres dimensiones- lo culto, lo natural y lo erótico- cambiará la vida de Ramiro y de la muda. Incluso el hermano de la pastora, sordomudo también y una mala bestia que llegará a violarla, también se verá afectado por la dinámica puesta en marcha por el profesor y la chica.
Salirse del carril
Ramiro quiere enseñar a hablar a la mudita cuando detecta que puede emitir sonidos articulados. No se resigna a que la naturaleza gane la partida, aunque sus formas y procedimientos no encajen en el seno de esa comunidad ahistórica. Ambos se esfuerzan y arriesgan a salirse de los carriles férreamente establecidos en sus comunidades. Es difícil adivinar lo que prefieren, si gustarse o aprender. O quizá no se puedan separar ambos deseos.
Ramiro, un estudioso, no tiene en cuenta el contexto en que se está produciendo la relación. Es un error. Nadie permanece ajeno a su medio, aunque esté situado en un lugar remoto y aislado. A Ramiro se le acusa de la violación y los vecinos quieren matarle. Cuando las dificultades aparecen, los habitantes de esos lugares pueden funcionar como una masa sin consciencia, ni razonamiento, ni lenguaje, ni moral. Es la horda, la masa que Sigmund Freud y Elías Canetti describieron con enorme profundidad psicológica. Su violencia no pretende defender a la muda sino acabar con el extranjero, con el otro, el cultivado. Un extraño que, incluso a su pesar y torpeza, puede cambiar el curso de su historia y eso sí que es imperdonable. En la medida que la mudita se mueve con mayor delicadeza, los hombres y mujeres del pueblo actúan con mayor violencia. La actitud de la mudita desvela las carencias de sus vecinos. No estamos lejos de las actitudes que están impregnando las formaciones ultraderechistas, pero no se sitúan en extraños y lejanos países sino aquí, en los hermosos valles de Cantabria.
Al borde del linchamiento, Ramiro es rescatado por su familia con brusquedad. Están preocupados por ellos mismos, no por Ramiro ni mucho menos por la mudita. Poco antes de abandonar el pueblo ella ha mostrado que es capaz de pronunciar «a,i,o». Ha cambiado. Es más, le muestra a su brutal hermano que él también podría decir «a,i,o» e ingresar en otro mundo. No sabemos si mejor, pero no peor.
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