«A los personajes, como a los hijos, no les puedes ahorrar el dolor»
En 'Los nuevos' cuenta la historia de tres «supervivientes» muy jóvenes. «La adolescencia es difícil en todos lados, pero en la Argentina...»
Elena Sierra
Viernes, 28 de noviembre 2025, 07:26
El argentino Pedro Mairal es ahora un autor del catálogo de la editorial Destino y una de las grandes apuestas del sello para la temporada, tanto que han hecho llegar a las librerías dos títulos: la novela 'Los nuevos', con un trío de adolescentes intentando eclosionar en la primera juventud, y 'La novela inexistente', que ayuda a contextualizarla. «Es como un cuaderno de bitácora de cómo fui escribiendo 'Los nuevos'. Me resultó muy útil para ser consciente de lo que hago, porque yo escribo un poco sonámbulo. Cuando termino, me despierto y me tengo que poner a pensar qué es lo que hice. Y termino de entenderlo cuando lo lee la gente», asegura.
–¿Y qué ha entendido con los primeros comentarios de los lectores?
–Me doy cuenta de que provocan mucha ternura los personajes. Y me doy cuenta de que yo me encariñé mucho con ellos. La gente me habla con cariño de personajes que yo inventé. Y creo que es porque puse de manifiesto su vulnerabilidad. Eso es lo que más me llama la atención: que ahora los personajes existen en la mente de los lectores, en la imaginación y de alguna manera siguen su camino ahí. Porque 'los nuevos' son chicos que recién empiezan.
–Pero han vivido cosas que mucha gente no experimenta jamás. Les han vapuleado bien... parecen más viejos.
–Son supervivientes ellos. Les pego fuerte. No sé cómo serán las adolescencias acá, yo creo que son difíciles en todos lados, pero en la Argentina... Los nuevos tienen que arreglárselas como pueden si quieren vivir fuera de la casa de los padres. Les pego duro. Y eso fue lo que más me costó. Me encariñé mucho con ellos pero tenía que meterlos en situaciones difíciles, que es lo que hay que hacer para que haya una historia –si no, no hay cuento, no hay relato–. La única manera es que uno, como un dios cruel, los meta en aprietos.
–La muerte de una madre, la presión de unos padres sobre los deseos y el físico de un hijo, el abandono de una hija...
–Ahí están los viejos. Tienen las mejores intenciones a veces, que es lo más peligroso que hay. Tienen esas expectativas con respecto a ellos, incluso con su físico. Yo como autor quizás soy la adversidad, soy la dificultad. Y confío en que ellos son los que encuentran su camino esquivando mandatos, exigencias, expectativas. Que eso es lo peor, la expectativa de los padres. La fuerza de los personajes justamente es abrirse paso hacia su deseo, hacia su supervivencia entre esos obstáculos.
–¿Crecer siempre es difícil?
–Sí. Sí, uno se olvida de eso. Ojalá la novela sirva para que cada uno recuerde cómo fue esa etapa de su vida, cuáles fueron las decisiones que lo fueron llevando a uno a donde está, ¿no? Y saber que uno no siempre estuvo seguro de eso. Estuvo muy perdido. Ese momento en el que se te enloquece la brújula. Sales de tu casa por primera vez, empiezas a dormir en lugares raros, empiezas a dormir con otra gente (risas). Ese periodo es muy extraño. Yo no escribí para volver a esa etapa, porque mi etapa en la vida de ese momento fue muy difícil. Y borrosa también, borrosa, borrosa, porque yo no sabía ni quién era. No es que ahora lo tenga tan claro, pero entonces no había descubierto la literatura en esa etapa. Y a medida que descubrí la escritura, que descubrí la lectura, fui encontrando mi lugar. Pero la adolescencia y la juventud es una edad en la que ningún modelo te calza bien. Miras a los adultos y te dices: ¿yo voy a ser así? ¿Qué voy a hacer? Y hasta que te das cuenta de que tienes que inventarte tu manera de ser.
Cuidar y dejar crecer
–No escribió para hablar de su propia adolescencia. ¿Lo hizo pensando en sus hijos tal vez?
–Yo creo que está todo ahí metido. Estos jóvenes que muestro están un poco basados en mi experiencia a esa edad, sin duda, en lo que tiene de constante esa etapa en las distintas épocas del mundo. Y por otro lado, sí, la parte de ser yo padre influyó a la hora de escribir. La parte culposa. Y también una parte de cuidado, de darme cuenta de que hay que cuidar.
–¿Parte culposa?
–¿Cuál es el equilibrio entre dejar hacer y cuidar? ¿Cómo se mide eso con los hijos? Si cuidas mucho, no los dejas crecer. Si los descuidas, se pueden lastimar. Hay una cosa muy terrible con los hijos, que es lo mismo con los personajes: no les puedes ahorrar el dolor. Porque el dolor es lo que los hace crecer. Y eso es temible, porque es la parte que a ti más te duele. Como padre, como autor un poco también.
–¿Escribir aclara algo?
–Sí, totalmente. Uno explora territorios desde la seguridad de la literatura. Pero mentalmente vas hacia lugares oscuros a veces. Y yo creo que viví bastante oscuridad en esa etapa de mi vida. Me salvé de cosas. Y en parte me salvé por la contención familiar, por mis amigos y también por haber encontrado la palabra. La fuerza de la palabra en la escritura, en la lectura. Sin duda. Creo que la literatura sirve para eso, para ir hacia zonas variables de tu propio destino que por ahí no sucedieron, pero que podrían haber sucedido. Para salir de las zonas oscuras y poder elucubrar sobre todo esto.
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