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Un retrato rápido de Dominique Forest (1)
Plazuela de Pombo

Un retrato rápido de Dominique Forest (1)

Los españoles nos conocemos mal a nosotros mismos, por eso a veces somos imprevisibles, porque no entra la venada del autodesprecio. Él era el reconstituyente de nuestra estima

Álvaro Pombo

Santander

Viernes, 18 de julio 2025, 07:24

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Dominique Forest (Paris, 1941 – Madrid, 2024), pintor, escultor y diseñador, estudió Bellas Artes en su ciudad natal, donde fue profesor por oposición, así como docente de escenografía en los Festivales de Teatro del Ministerio de Cultura de Francia. En España fue director creativo en diversas agencias de publicidad y desarrolló proyectos de diseño gráfico, editorial, de identidad corporativa y de ilustración para varios periódicos y editoriales. Expuso su pintura y escultura en galerías como Atelier de La Monnaie (Lille), Atelier Art Public (París), Fúcares (Almagro), Cervantes (Santander), Castillo de Santa Catalina (Cádiz), International Recycl'Art Galerie (Madrid), Institut Français (Madrid) y los centros culturales de Aravaca y de Moncloa.

Dominique Forest es hoy día la gran pérdida, la gran falta de este barrio de Argüelles. Dominique Forest era el artista del barrio. Y esto es mucho más decir de lo que parece. Este barrio nuestro es un barrio mesocrático tan querido por sus vecinos como aburrido para sus vecinos. Es fascinante el entusiasmo y la alegría que produce pasearse por su fascinante calle mayor, la calle de la Princesa, y por sus calles menores adyacentes, entre las cuales se encuentra la mía propia. Mi amigo Iñaki, a quien dicto estas palabras, recuerda de inmediato la figura de Dominique Forest en los últimos años: la chaqueta azul marino, el pantalón blanco de lino arrugado, el gran sombrero blanco y el bastón verde claro de chamán senegalés. Esto es sólo una imagen primera de nuestro artista. Vino a España por primera vez en 1965 y el 15 de diciembre de 1966 se casó con su actual viuda Carmen de Santiago. Los dos eran y son una memoria de la delicadeza y del humanismo social y personal que puede implicar el gran arte plástico. Ambos leyeron, por poner un ejemplo, todas mis novelas, incluida –según me dice hoy Carmen– 'Santander, 1936'. Decía Jorge Guillén en una breve estrofa: «el amor es fuerza oscura / para que más te enamores, alma / de lo que perdura». Este artículo es un artículo de recuerdos cuyo material es lo que perdura, para mí y para amigos míos de la barriada, de Dominique Forest y de Carmen de Santiago.

Una característica de este matrimonio, y muy especialmente de Dominique, era su amor por España y por los españoles. Esto me fascina a mí, me sobrecoge, como español feroz que soy, como antipático español que puedo llegar a ser, porque los españoles, que tenemos grandes virtudes repentinas y heroicas, podemos ser requete difíciles a veces. Dominique Forest vino a España por el flamenco, para aprender a tocar la guitarra flamenca, para vivir el gran flamenco de las cuevas de Sacromonte. Nunca fue un turista. Fue un estudioso y un amante de España. Los españoles nos conocemos mal a nosotros mismos, nos amamos y detestamos a la vez y bajo el mismo aspecto, por eso a veces somos imprevisibles, porque nos entra la venada del autodesprecio.

Este artículo es un artículo de recuerdos cuyo material es lo que perdura de Forest y de Carmen Santiago

Dominique Forest era el mejor reconstituyente de nuestra estima de nosotros mismos. Creía en nosotros y le hacíamos gracia. Recuerdo que hace unos años llevé a su abarrotado estudio, en el entresuelo del edificio frente a Casa Paco en la calle de Juan Álvarez Mendizábal, a un amigo mío granaíno, Esteban Martín, para que le hiciera un retrato, cosa que hizo, pero también para que viera por primera vez un estudio de arte increíblemente pintoresco. Al enterarse de que Esteban era de Granada, sacó su guitarra y tocó una media granaína. Empezó los primeros compases, paró y no pudo seguir: – «No puedo seguir porque tengo la mano inmovilizada»–. ¡Y había venido a España justo para aprender a tocar la guitarra flamenca! Aprendió espléndidamente, por cierto.

Estamos hablando de un artista que se educó en París, en la Atelier Met de Penninghen et Jacques d´Andon (École Supérieure d´Art Graphique). Trabajó como profesor por oposición en la Ville de París. Pero lo dejó todo para venirse a España recién casado. En el 2004 en Cádiz, en el Castillo de Santa Catalina, hizo una gran exposición de esculturas y relieves. Yo mismo escribí un largo artículo para su catálogo, titulado 'Mímesis y Póiesis en la escultura de Dominique Forest'.

Para aclarar las cosas utilizaré, con extremada pedantería, por cierto, un texto del gran Inmanuel Kant (en su 'Opus Postumum'): «Ni el espacio ni el tiempo son cosas sino simples modos de representación de las cosas en el fenómeno, y en cuanto fenómeno a priori, contienen una intuición objetiva dentro de la subjetiva. La posición de ambas, conjuntamente, no contiene algo dado, sino hecho» (XXII, 439, ed. F. Duque).

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