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Un retrato rápido de Dominique Forest (y 2)
Plazuela de Pombo

Un retrato rápido de Dominique Forest (y 2)

Nos encontramos ante un artista de la materia desechada, nos encontramos ante un hombre rehabilitador. ¿Hay algo más inerte en este mundo que un mondadientes?

Álvaro Pombo

Santander

Viernes, 25 de julio 2025, 07:54

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Alcanzamos ahora el punto más neurálgico y discutible de esta plazuela dedicada a nuestro amigo, recientemente desaparecido, Dominique Forest.

Entremos en el estudio de Dominique Forest con ánimo asombrado de antemano y tembloroso ante lo inesperado: se trata de una obra para ver: la idea estética es vista y no es verbal: por lo tanto, para describir el mural 'Picos del oro', por ejemplo, debo limitarme a describir el material empleado: se trata de miles de trozos de madera recuperados de contenedores y, al decir de Dominique Forest, no pintados sino iluminados: se trata de maderas viejas iluminadas a partir de lo que dice cada trozo de madera. ¿Y qué dice la madera? —si la madera pudiese decir algo— a la hora de ser iluminada? ¿Qué dice cada trozo de madera rescatada de los repugnantes contenedores urbanos, acerca de su propia y más fecunda iluminación? ¿Tiene acaso la madera luz propia? ¿Tienen las astillas de una caja de frutas o de una silla desventrada luz propia? Los metafísicos de la luz creyeron, allá en el siglo XII europeo, que las cosas del mundo tenían, efectivamente, una luz propia. No es esto, ciertamente, lo que Kant creía, pero seamos resueltamente eclécticos y combinemos, instigados por la mirada que mira las obras de Forest, a Kant y a los metafísicos de la luz. Y no saquemos consecuencias lógicas, simplemente llevemos a cabo una yuxtaposición mental.

El lector o lectora podrían echar de nuevo un ojo a la obra escultórica de nuestro fallecido prematuramente Ramón Calderón

Entramos en el atestado estudio de Altamirano, 36. Dominique Forest nos precede, llave en mano, hacia la puerta de la entreplanta, disculpándose por el intenso desorden de su estudio. El caso es que no hay desorden ninguno. Es una complicada sucesión de habitaciones y pasillos con un cierto aire de madriguera o de hormiguero, pero mi sensibilidad no reacciona como ante un lugar desordenado o sucio, sino como ante una madriguera u hormiguero extraordinariamente bien distribuido y ordenado. Lo que sucede es que lo ordenado, lo racionalizado, lo dispuesto en cajas de cartón y toda clase de mesas y receptáculos, es la materia o los materiales de la invención de Forest, y estos materiales y esta materia de sus ocurrencias, es materia de derribo y de deshecho.

Lo clasificado con extraordinaria precisión procede todo de los repugnantes contenedores del barrio: él elige entre los materiales de los contenedores distinguiendo lo valioso de lo no valioso. Esto es en cierta manera muy cómico. ¿Cómo se llaman las distintas piezas, cada una de esas cincuenta piezas? Arriesgada cosa es meter a un hombre de letras en un mundo tan visual, táctil, material como el de Dominique Forest. Porque el hombre de letras se empeñará en nombrar, en sustancializar mediante la titulación. Y de hecho, Dominique Forest, cediendo a una tentación literaria, ha inventado al azar unos cuantos nombres para sus piezas: 'Barricada', 'Plaza pública', 'Surgido de la tierra', 'Las tabas', 'Ensamblaje', 'Pagoda', 'Urbanización', 'Cristalizaciones de cuarzo'… El espectador hará bien en olvidar las denominaciones, una vez leídas, porque en lugar de ayudarle en la contemplación de todas estas piezas, los nombres impiden la pura visión espaciada de la idea estética escultórica.

Elige entre los materiales de los contenedores distinguiendo lo valioso de lo no valioso, algo muy cómico

Nos encontramos ante un artista de la materia desechada, nos encontramos ante un hombre rehabilitador. ¿Hay algo más inerte en este mundo que un mondadientes? Más muerto aún que un palillo de dientes son sesenta mil palillos de dientes higiénicos marca Betik. ¿Hay algo menos vivo que cinco kilómetros de palos de madera de diversos grosores pintados de verde claro? ¿Hay algo más muerto que un tubo de gas de cobre de tuberías de gas desechadas? Incluso decir que cualquiera de esos objetos esté muerto, supone conferirle un poquito de vida: sólo podemos llamar muerto a algo que previamente estuvo vivo. ¿Cuándo estuvo vivo un mondadientes? El arte de Dominique Forest nos hace considerar que ningún resto, ningún detritus de la naturaleza humana, es demasiado vanal.

Para la comprensión de estos dos artículos (este y el del viernes pasado), el lector o la lectora montañeses podrían echar de nuevo un ojo a la obra escultórica de nuestro fallecido prematuramente Ramón Calderón.

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