Retratos veraces de los Moriarti vascos
El cine de Aitor Arregi, Jon Garañano y José Mari Goenaga, se enmarca en la tradición literaria de construir narraciones a partir de figuras humanas, desde la convicción de que no hay nada más cercano a los lectores o espectadores que otras personas
Aitor Arregi, Jon Garañano y José Mari Goenaga se intercambian y combinan los papeles de productores, guionistas y directores en las películas de Moriarti Produkzioak, la empresa que está detrás del mejor cine vasco de los últimos años. No por casualidad, con cierta conciencia de francotiradores o independientes, le ponen a su sociedad el nombre del enemigo de Sherlock Holmes, un tipo siniestro que únicamente aparece como antagonista en dos relatos de Conan Doyle.
Elegir un nombre propio para la empresa de producción, para el último estreno –'Maspalomas' (2025)–, para otras películas –'Lucio' (2007) y 'Marco' (2024)– y la serie 'Cristóbal Balenciaga' (2024) revela una apuesta por retratos de personajes, de tipos humanos en su complejidad y contradicción, sean seres de existencia real o sean de ficción. Los tres últimos títulos se enmarcan en la tradición literaria de contar vidas de personas o, si se prefiere, de construir narraciones a partir de figuras humanas desde la convicción de que no hay nada más cercano a los lectores o espectadores que otras personas: desde el 'Quijote', 'Madame Bovary' y 'La Regenta'a 'Lolita' y 'Harry Potter' son muchas las ficciones cuyo armazón es un semejante en quien mirarnos o a quien admirar.
Incluso cuando las películas de Moriarti no llevan un nombre propio en su título – '80 egunean / En 80 días' (2010), 'Loreak / Flores' (2014), 'Handía / Gigante' (2017), 'La trinchera infinita' (2019)– se trata de historias focalizadas en personajes singulares sobre los que está construido un relato que tiene más interés por el quién que lo sustenta que por el qué de lo narrado. Una perspectiva que, si no estuviera tan gastada como pervertida la palabra, habríamos de calificar de humanista; o, tomando conciencia de los clásicos, en alternativa al «Homo homini lupus» de Plauto y Hobbes podíamos enunciar con Séneca «Homo homini sacra res», como reza el lema actual de una universidad española.
Su último protagonista
El Vicente de 'Maspalomas' (José Ramón Soroiz en el papel de su vida), un homosexual entrado en años que ha pasado medio siglo sin salir del armario y 25 en una relación ocultada a su familia, centra un relato que va mucho más allá de las recurrentes historias de reivindicación LGTBIQ+ (ya en '80 egunean', hace tres lustros, habían abordado la relación homosexual de personas mayores). Hay una figura muy reconocible en este septuagenario gay que sufre un ictus, regresa al País Vasco desde las dunas del sur grancanario donde ha sido muy libre en los últimos años, y se impone a sí mismo 'normalizar' la situación con su hija –magnífica Nagore Aranburu que protagonizara 'Loreak' y que logra la maestría en la recomendable serie 'Querer', de Alauda Ruiz de Azúa– además de lograr que sea conocida y respetada su orientación sexual en la residencia donde se recupera de su enfermedad.
Goenaga y Arregi son sutiles al mostrar a este hombre mayor que ha vivido en el ocultamiento tantos años: en una escena espléndida, el diálogo con su hija deja patente que ese silencio sobre la homosexualidad llevó a la imposibilidad de nombrar y de hablar sobre una cuestión acerca de la que se carecían de vocabulario. Al mismo tiempo, Vicente entabla una relación de amistad y cariño con su compañero de habitación, un tipo alejado ideológicamente de él, pero optimista, colaborador y siempre dispuesto a echar una mano. No es una deriva circunstancial del guion, sino la constatación de que las relaciones humanas se nutren de la afectividad y empatía emocional en un ámbito bien alejado de los prejuicios y 'verdades' heredadas.
Sin juicios morales
Aunque pudiera parece que 'Maspalomas' pone en pie un relato conciliador y optimista, creo muy certero el plano final en que Vicente se desnuda y adentra en las olas, que puede verse como la plasmación metafórica de la libertad alcanzada, pero también como un final buscado tras el cansancio de tanta incomprensión y frustración.
Vicente es un personaje de ficción, pero muy reconocible y cercano como tipo representativo de una generación en las sociedades actuales. Los Moriarti donostiarras han echado mano de historias reales cuyos protagonistas tienen en común cierta condición marginal —vencidos, perdedores, manipulados, impostores, visionarios…— y cuyas vidas socavan el conformismo del espectador, lo que supone un cine alejado de toda épica y de las convenciones de los géneros.
El gigante de Altzo convertido a su pesar en atracción de feria de Handía, el anarquista Lucio Urtubia que falsificó cheques para financiar movimientos de liberación y la historia de Enric Marco, supuesto militante anarquista que llegó a ser secretario general de CNT en 1978 y superviviente de los campos de concentración nazis que presidió la Amicale de Mauthausen, nos hablan de tipos marginales desde muy diferentes perspectivas y lo hacen sin juicios morales acerca de su responsabilidad personal o la de la sociedad. Se trata de constatar la complejidad de muchas vidas no exentas de sufrimiento, como la del citado Vicente y, sobre todo, la inspirada en el alcalde republicano de Mijas que pasó más de treinta años como 'topo' en su casa y que cuenta 'La trinchera infinita'.
El retrato de Higinio (Antonio de la Torre) trasciende su figura para mostrar la crueldad de la dictadura franquista al mantener viva la guerra durante decenios. Para el 'topo', el escondite supone una tumba en vida, una resignación derrotista y deprimente provocada por el miedo insuperable de tener muy cerca a quien puede delatarte y llevarte ante un pelotón de fusilamiento. Ese miedo destruye interiormente al 'topo' y le arrebata toda esperanza, convirtiéndolo en un despojo para sí mismo, un traidor para los compañeros y una carga para la familia; carece de la dignidad de los maquis que se echaron al monte y de los vencidos que emprendieron otra vida en el exilio.
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