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Los alumnos del Aula Blas Cabrera posan con su directora en La Magdalena. De izquierda a derecha, Paula Parra, Isabel María Moreno, Federico Cabrera, Gonzalo José Tejero, Lucía Martínez, Alba María Segura, Cristina Blanco, Paula Inmaculada García, Mario Guillén, Ismael García y Estefanía Riesco de Dios. Alberto Aja

Una nueva generación de investigadores despega en Santander

El Aula Blas Cabrera reúne en La Magdalena a 80 universitarios con expedientes brillantes y ganas de construirse una carrera científica. En esta «casa común» les han contado que en la ciencia no existen los caminos rectos y que el «liderazgo cooperativo» es de lo más efectivo

Mada Martínez

Santander

Lunes, 11 de agosto 2025, 07:15

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El Aula Blas Cabrera es efímera, pero sus efectos pueden ser de largo alcance. Abre sus puertas cada verano y durante casi toda una semana despliega en La Magdalena (y alrededores) clases, conferencias, visitas y actividades varias. Este año, ochenta alumnos han logrado plaza y beca en la Blas Cabrera. Son todos universitarios que se han graduado, están a punto de hacerlo o acaban de completar un máster; que tienen medias muy buenas –no menos de 8,4 puntos en esta ocasión– y que también tienen idea de construirse una carrera científica. ¿Pero cómo hacerlo? Ahí está la clave y para eso está el Aula Blas Cabrera, cuya dinámica es más o menos sencilla: un plantel de científicos y docentes experimentados de todo el mundo comparten conocimientos y consejos –no se ahorran las dificultades, los noes, los cambios de paso– con unos estudiantes que recién han decidido emular sus pasos. Por lo general, los resultados del 'método Cabrera' trascienden los siete días de clase y convivencia en la UIMP. Las redes y grupos de mensajería que se forman los alumnos de este encuentro son a prueba del verano.

«He querido que vean ejemplos y que imaginen quiénes pueden llegar a ser sin ponerse ningún límite ni cortapisa, y, a la vez, que los docentes del Aula les hablen de dificultades reales y de estrategias», expone Cristina Blanco Sío-López. Investigadora distinguida del programa María Zambrano en la Universidad de A Coruña y Premio Nacional de Investigación en Humanidades, en Blanco ha recaído este año la tarea de dirigir la IX edición del Aula Blas Cabrera. Se ha tomado muy en serio el objetivo de componer un panel de expertos «muy internacional, muy interdisciplinar y muy intergeneracional». No en vano, Blanco cree firmemente en el poder de la «colaboración y la amabilidad», y en la idea de trenzar para siempre y de una vez por todas las humanidades y las disciplinas STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). «Somos amigos en el día a día y colaboramos para anclar un diálogo en pie de igualdad. Construimos proyectos conjuntos», razona Blanco, que también ha querido colocar la práctica artística en el centro de la edición. Lo ha hecho de forma bastante original, de la mano de la ilustradora Delaney Cox, experta en representación gráfica de ideas, hallazgos y conclusiones, que ha plasmado la esencia de cada ponencia en unos paneles coloridos y que han presidido la sala Riancho durante el encuentro.

Blanco reúne a mitad de semana a un grupo de alumnos y alumnas que representa bien la diversidad académica, geográfica y vital del Aula. Son los once protagonistas de este reportaje, universitarios de toda España que, a juzgar por las reflexiones que comparten, parecen haberse puesto de acuerdo para describir el encuentro en Santander como «una experiencia muy enriquecedora».

Tras varios días de convivencia, la conversación fluye y salta de lo personal a lo profesional con naturalidad. Estos 80 jóvenes comparten momento vital y se nota en las preguntas que lanzan en clase y en las dudas y deseos que expresan fuera de ella. «Me está marcando mucho la experiencia en el Aula. Me está permitiendo conocer a muchos compañeros interesados en la academia y establecer contactos muy valiosos. Me encanta el ambiente y lo mucho que está animando a seguir el camino del doctorado», cuenta Federico Cabrera, que recién acaba de concluir un doble grado en Ingeniería Informática y Matemáticas en la Universidad de Granada. Se prepara ahora para cursar un máster en Matemáticas y Aplicaciones en la Autónoma de Madrid, pero en la UIMP le están sorprendiendo las ponencias alejadas de su campo. «Me hace entrar en contacto con otras ramas y salir de mi nicho matemático».

Cooperación

«En ciencia no hay caminos típicos ni lineales», dice Cristina Blanco, que defiende el liderazgo cooperativo como motor de cambio

Romper las pequeñas burbujas que crea la especialización ha sido otro de los objetivos de Blanco, convencida como está de que «tanto las humanidades y las ciencias sociales como las experimentales y las ciencias de la vida poseen un papel fundamental a la hora de garantizar la calidad y la sostenibilidad de todo lo que nos hace humanos», sostiene esta calurosa mañana de agosto. Este y el resto de objetivos han de estar sujetos a un enfoque fundamental para Blanco, un planteamiento ante la ciencia (y la vida) que, de hecho atraviesa el programa de arriba abajo: el liderazgo cooperativo, es decir, ligar el trabajo científico a la solidaridad, la bondad. Suena casi revolucionario.

La oportunidad de «invitar a expertos punteros en sus campos para poder mostrar que son rompedores y capaces de cambiar paradigmas viniendo de contextos y experiencias en los que han tenido que vencer muchos desafíos», considera Blanco, permite que los estudiantes vean «que no existen caminos típicos ni lineales, y permite desmitificar la imposibilidad de lograr objetivos», al tiempo que muestra que la solidaridad y el liderazgo cooperativo permiten ver al 'otro' en todo su esplendor. «Este enfoque –cree Blanco– es capaz de romper las estructuras de poder que perpetúan formas de explotación y desigualad». A la vez, la directora identifica los lastres que, como los salarios, ponen a España en una «situación de precariedad y de desventaja» respecto al resto de Europa. La falta de apoyo legal a los investigadores para poder defender sus derechos frente a las universidades de las que dependen; la falta de estabilidad laboral, el escaso peso de las humanidades en las convocatorias, o la excesiva burocracia son otros lastres para la comunidad científica española que impiden que haya «un fermento investigador y articulado» en el país.

Cristina Blanco, en medio de sus alumnos del Aula Blas Cabrera. Alberto Aja

Sin perder de vista estas ideas, en el Aula se ha hablado este año de derecho internacional, inteligencia artificial (IA), biomedicina y neurociencia, arquitectura, economía, política o historia. En paralelo, muchas ponencias o mesas redondas han abordado el inicio de la carrera científica desde una perspectiva práctica: 'Interdisciplinariedad en la planificación de proyectos y en el desarrollo de las carreras profesionales' es una de las prácticas que ejemplifica por donde han ido los tiros. Y al margen del aula, los recesos entre clases y el tiempo del café también ha servido para intercambiar ideas o contactos.

«En esta etapa temprana de nuestra formación son frecuentes los sentimientos de incertidumbre e inquietud sobre cómo iniciarnos en el ámbito de la investigación», admite Paula Parra Villalgordo, recién graduada en Psicología por la Universidad de Murcia. Ella ha decidido continuar con su carrera académica, pero el modo de hacerlo es para ella y sus compañeros aún algo difuso. Por eso esta Aula. A Paula le ha ayudado a delinear el presente. Tras escuchar las experiencias de científicos de diferentes partes del mundo –esta edición es muy internacional, por lo que el inglés ha sido lengua vehicular en el aula–, se ve «más segura y preparada para decidir mis próximos pasos».

Estabilidad

Los salarios de los investigadores en España «están a años luz de los de muchos países europeos»

Seguridad, aplomo. El curso «me ha ayudado a perder el miedo a instituciones como Cambridge y Oxford, que antes veía como inaccesibles y a las que ni siquiera me planteaba postular. Gracias a esta oportunidad, he ganado confianza en mí misma», dice Isabel Mª Moreno. Graduada por partida doble en Ingeniería Informática (especializada en IA) y Matemáticas, en Santander ha podido compartir sus «inquietudes con personas que están atravesando un proceso similar» y tejer así una «red de contactos valiosa y multidisciplinar». Ahora que está a punto de comenzar la tesis sobre teoría de la información cuántica en el Instituto de Ciencias Matemáticas y la UCM se siente «más preparada» para «afrontar el reto de continuar con la vida académica».

Ese es uno de los efectos que busca el Aula. Gonzalo José Tejero Pérez, graduado en Bellas Artes por la Universidad de Granada, también lo ha experimentado. El curso le ha servido para ratificar su «compromiso con la investigación desde la producción artística contemporánea». Y tras ganar experiencia en este campo durante sus años universitarios, quiere seguir esa senda. «En España, la investigación artística sigue siendo un campo en desarrollo que necesita más espacios de legitimación y apoyo institucional. Por eso creo firmemente en la universidad como lugar donde la práctica artística puede dialogar con el pensamiento crítico, y donde nuevas generaciones podemos aportar enfoques frescos desde lo visual, lo conceptual y lo interdisciplinar», resume Tejero.

Blanco, en el Aula Blas Cabrera, con uno de los paneles realizados por la ilustradora Delaney Cox. Alberto Aja

La presencia del arte y las humanidades en la programación es una hecho a celebrar. «Me parece esencial que todas las ramas del conocimiento sean reconocidas y apoyadas en igualdad de condiciones, todas aportan una mirada única y complementaria al mundo universitario e investigador», defiende Alba María Segura, graduada en Educación Primaria por la Universidad de Almería y en Bellas Artes por la de Granada. «Me emociona especialmente que esta beca también valore y dé espacio a perfiles con una vocación artística y educativa», agradece. De hecho, las diferencias académicas no han hecho sino ayudarle a valorar lo que comparten –la «pasión por aprender» y convertirse en profesores e investigadores–, estrechar lazos y «crear bonitas amistades».

Artes y humanidades

«Me emociona que esta beca también dé espacio a perfiles con una vocación artística y educativa»

También las diferencias han hecho que Mario Guillén haya podido ver la docencia y la investigación «desde un punto de vista más general», además de asomarse a su futuro con cercanía, explica este graduado en Matemáticas (Universitat de València), especializado ya en Análisis Matemático y ahora decidido a proseguir su carrera con un doctorado. «Recomendaría sin duda la experiencia a futuros estudiantes», apunta, y en esto coincide Lucía Martínez, graduada en Química por la Universidad de Murcia y satisfecha con una experiencia que le ha ayudado a «abrir horizontes». Los «ponentes de primera clase» que ha conocido en la UIMP le han mostrado avances «novedosos», pero además le han animado «a seguir aprendiendo e investigando todo lo que te apasione aunque en el camino hayan muchos retos». Disfrutó de la charla de Emma Torró «por su capacidad de transmitir sus investigaciones en física de partículas a todo el público», y de la de Nicholas Wright, del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido, «por alentar a vivir diferentes experiencias y aceptar retos».

En su caso, a Estefanía Riesco de Dios le llamó la atención la perspectiva local y sostenible que Manuel Bouzas desplegó en la charla sobre 'Arquitecturas para un equilibrio territorial'. Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, su interés se centra en la Edad Media y en la tradición oral para entender, a partir de ese binomio, la forma de transmisión de lo literario, pero sus propias raíces, enterradas entre Fuentesaúco y El Pego (Zamora). Investigar sobre este asunto le «daría la oportunidad de honrar el lugar donde he nacido», dice con convicción. A su lado, Ismael García asiente. Graduado en Historia y Política en la Universidad Carlos III y especializado en Historia Moderna, quizá su campo de estudio es más 'amplio' que el de su compañera, pero su meta también pasa por investigar «otra cara de la moneda», en su caso, las condiciones de vida de la población en el siglo XVI, en especial las clases desfavorecidas, y, en concreto, en el ámbito de los hospitales.

En su empeño, a Ismael le asiste la idea de «mirar al pasado para poder mirar la futuro». Se parece mucho al lema de la directora del Aula: «Echar la vista atrás para ver más allá». Cristina Blanco también ha compartido su 'viaje personal' por la ciencia con sus alumnos. De pequeña se lanzó «a descubrir lo que nos une más allá de los que nos separa», y lo ha constatado viviendo y trabajando en República Checa, Bolivia, EE UU, Reino Unido, Alemania, Bélgica, Argentina, China o Francia. Tras realizar su tesis en el Instituto Universitario Europeo de Florencia y trabajar en Luxemburgo, llegaron la enfermedad y los «momentos de larga parálisis». Se sobrepuso y «relanzó su carrera» como investigadora sénior en Oxford, como profesora en Groningen, como 'Marie Curie Senior Global Fellow' en las universidades de Pittsburgh y Venecia, e investigadora distinguida a su regreso a España. Ahora coordina un nuevo proyecto de 'Arte y Paz' en Cambridge. «Mi mensaje para los estudiantes es recordar que por cada nave que se hunde hay siempre cien que se construyen».

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