Entre bambalinas
Las horas previas ·
La rutina y la programación priman en una concentración metódicaAlmohadas, manta, cascos de música y paciencia. Ninguno de los miembros de este Racing disfrutaron de la comodidad de los vuelos chárter precisos, puntuales y a medida de lo que dispuso el Racing de antes. De hace poco o mucho según se mire. Quizás Miquel Parera con el Mallorca o Fausto Tienza en alguna de sus numerosas temporadas en el fútbol profesional sabrán lo que era aquella forma de viajar, pero el resto son todos carne de autobús. De acomodar los asientos, de estirarse y desperezarse al bajar las escaleras y de la partida de cartas de turno en la zona trasera del vehículo.
La expedición racinguista se acomodó ayer a las 10.00 horas en el bus de Gelín, al que le sobran horas de volante para dar fe de todo ello. Guille Romo y su segundo, además de utilleros y fisios, en las primeras filas, y el resto según iban llegando. Los cascos de música son una constante hoy en día, tanto que algunos los llevan que parecen de astronauta. Antiguamente un libro, un periódico... Ahora la tecnología es la que acompaña en el silencio matutino del autobús.
El Racing emprendió el viaje ayer 36 horas antes del partido con un programa diseñado por el cuerpo técnico y materializado por Delfín Calzada, el conseguidor que trabaja siempre con una semana -o varias, a veces- de antelación para evitar contratiempos de última hora. Tres horas de carretera y primera parada, al filo de las 13.15 horas. El equipo hizo escala en Valladolid, en el Hotel Montico, a unos kilómetros de la capital castellana. Ensalada, de entrada; lentejas o pasta a elegir de primero, y pollo asado o merluza, de segundo. Yogures y fruta y el que quiso un café. La comida de la víspera suele ser siempre una recarga de energía para que al día siguiente los depósitos estén cargados como debe. Tampoco se trataba de excederse, entre otras cosas porque por la tarde estaba programada una sesión de activación en Las Rozas a la que llegaron a eso de las 16.30 horas.
Comida en Valladolid, entrenamiento en Las Rozas, cena en Alcobendas y a dormir
UN DÍA DE VIAJE
A Romo le gusta más eso de viajar y luego entrenar que a la inversa. Total, la culpa la tiene el alquiler del campo vespertino y el Racing de ahora se ha ganado alguna licencia. A 24 horas del partido, Romo y los suyos saltaron a uno de los campos de la Ciudad Deportiva de Las Rozas, para adaptarse a la hierba artificial que se encontrarán hoy en el Matapiñonera. Hacía más de una década que el Racing no ensayaba en los campos de la Federación, cuando el equipo era de Primera. Esta vez cogieron prestado el campo de hierba moderna para amoldarse a la dureza y siempre incómodo césped sintético y al frío madrileño que ayer colocó el termómetro en cuatro grados de temperatura y que las previsiones sitúan en negativo esta noche en San Sebastián de los Reyes.
Hubo charla con Pablo Torre. A Romo le preocupa que el genio de Soto de la Marina esté fresco. Necesita su mejor versión, aunque últimamente no hace falta exigirle mucho para que le salga. Lo mismo es suplente, aunque sería una sorpresa.
La sesión de ayer no fue exigente. Aspectos tácticos y algo de estrategia, de esa que ha traído buenos resultados. Cincuenta minutos y de vuelta al autobús y para Alcobendas, cuartel general del equipo, a unos veinte kilómetros del campo en el que esta noche se jugarán otro porcentaje del ascenso. Una porción más. Un mordisco más.
La cena y a descansar
Al llegar al Hotel Amura, reparto de habitaciones y a cenar a las 21.00 horas. De nuevo ensalada, arroz, huevo, crema de verduras y a elegir entre salmón y filete. Todo, tipo bufé para que cada cual se sirva a su gusto. A las 22.00 horas, silencio de radio. A esa hora el escenario se reduce al compañero de turno, con quien cada uno se confiesa hasta que se apaga la luz. Las bromas se las quedan entre ellos.
En aquellas épocas en las que el fútbol era más cercano, los directivos, técnicos, médicos... Compartían confidencias con periodistas y simpatizantes. El hall del hotel solía ser siempre un ágora improvisada. Ahora, la seriedad, permisos, licencias y tantas cosas más han distanciado a todas las partes. Nada es igual.
Desayuno, paseo, comida, siesta, merienda, charla y a jugar el partido. Y vuelta a casa
EL PLAN PARA HOY
La hora del partido de hoy obliga a que el tiempo de espera se prolongue. Para algunos más de la cuenta. Hoy sonará diana a las 8.15 horas y a las 9.00 horas, a desayunar. El equipo habilita una zona aparte para aislarse del resto de huéspedes del hotel. Después habrá tiempo para un paseo colectivo en el que además de estirar las piernas el tiempo pase más rápido. De vuelta, comida a las 13.30 horas, con un menú similar al de ayer y tiempo para la siesta. Después el vídeo si se necesita -la tecnología está preparada- y la charla antes de salir para el campo. Incluso para una merienda rápida. Un tentempié.
Lo de jugar a las 21.00 horas es para algunos un ejercicio extra que les obliga a pensar demasiado. Llegar a casa a las cinco de la madrugada no es un chiste, pero tiene su parte positiva y es que siendo viernes lo mismo llega un fin de semana libre. Los viernes son los viernes.
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