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Un chalet en Santander ha sido testigo de la primera vez, que se tengan registros, que el bambú florece en España. Ha sido un ejemplar de la familia de las gramíneas. Un representante de Phyllostachys ha sacado espigas florales de sus ramas. Es un hecho insólito. Pero también lo fue cuando, después de 40 años el Bambú Negro floreció en Japón. «Hace más de 50 años que nos graduamos y cuando le conté a mis colegas de Universidad que había visto la flor de un bambú en Santander, casi no se lo podían creer», explica Gonzalo Valdeolivas, catedrático de Biología. De todo el grupo de exalumnos, solo otro biólogo había visto un bambú con flor en Francia: «No recuerda dónde era, pero sí que se sabía que había otro ejemplar que había florecido a la vez en un punto muy alejado».
Es un hecho «difícil de explicar». Para Valdeolivas, incluso, «se debe al más puro azar genético». Y es que, el resto de ejemplares «comunes por la zona de Vargas, sobre el Pas, son abundantes y alcanzan los cuatro metros de altura». Pero estos no han florecido, a pesar de que «son aparentemente mejores y se encuentran en una ubicación donde crecen mucho más».
Las flores
Lavatera arborea
Especie poco frecuente que se extiende por tramos del litoral, en los acantilados de Miengo, el río Pas o La Vaguada de las Llama.
Phyllostachys
Procedente de China, tiene un canal en los entrenudos, que va alternando a uno u otro lado del tallo y con hojas en sus bordes.
Centaurium maritimum
De la familia de las gencianáceas, de flores amarillas y hojas opuestas, que se encuentra únicamente en La Marisma del Conde.
Crithmum maritimum
De base leñosa y hojas divididas en segmentos. Se distribuye por toda la zona de costa, incluso, en los muelles de Puerto Chico.
Centaurium scilloides
Los acantilados entre las playas de San Juan de la Canal y La Arnía poseen esta especie de flores púrpuras y hoja inferior peciolada.
Utricularia vulgaris
Una especie insectívora que aporta gran valor botánico a las marismas de la ría de La Maruca y las Pozonas de San Román.
La flor del bambú, generalmente, anticipa la muerte de la planta. Sin embargo, en Santander «hace meses que floreció y aún sigue vivo». Una cuestión «curiosa» que el biólogo achaca a que «la especie viene de China y puede ser que allí, cuando echan flor, se apaguen». El clima de donde vienen dista del que nos encontramos en la capital de Cantabria, pero la especie «es superviviente, se adapta genéticamente al medio en el que vive». Por eso, «nos la encontramos tanto en la zona de ríos, como en la ciudad».
Santander es la única ciudad española que ha presenciado este evento. Pero, en realidad, en Cantabria hay varias especies de plantas que son «casi exclusivas» de la región. Las gencianáceas, por ejemplo, son plantas originalmente terrestres que, con el paso del tiempo, se han adaptado al medio marino.
Dentro de la especie, podemos ver al Centaurium maritimum, de flores amarillas y hojas opuestas, «que, en la región, solo se encuentra en la Marisma del Conde». O el Centaurium scilloides, con flores púrpuras y hojas inferiores pecioladas, en la línea de la Costa Quebrada que va desde San Juan de la Canal, hasta La Arnía. Son plantas que, además de en Cantabria, «solo podemos encontrarnos en puntos contados de las costas del noroeste de la Península».
«Frente a lo que muchos creen, las especies casi únicas de Cantabria apenas son conocidas», explica el biólogo que, junto a su compañero de profesión «y afición» Alfonso Ceballos, analizan «como el perejil o hinojo marino, de base leñosa y hojas divididas en segmentos estrechos, pero carnosos, se ha ido expandiendo y lo podemos encontrar en cualquier punto de la costa de Cantabria». Incluso, apuntan, «en los propios muelles de Puerto Chico». No tan frecuente, pero que se ha ido expandiendo por toda la costa es la malva marina: «Nos la encontramos en la Vaguada del Parque de las Llamas, entre otros muchos puntos de la región». En definitiva, según Valdeolivas y Ceballos, «Cantabria es muy rica en flora. Tenemos especies únicas y casos, como el del bambú, que han evolucionado y se han adaptado para sobrevivir a nuestro clima». Una riqueza ambiental, dicen, «digna de estudio incluso ahora que estamos jubilados», bromean.
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