Marcos Históricos: el otro corazón del FIS
El Festival Internacional de Santander reivindica su vínculo con Cantabria a través de recitales de máximo nivel por todos los rincones
Sobre el vívido añil, San Martín de Tours rasga su capa para darle la mitad a un pobre. Solo la mitad, como marca la ley del imperio romano. En la iglesia de Mazcuerras donde María Mazarrasa pintó un retablo excepcional, también toma vida el cincuenta por ciento del Festival Internacional de Santander. Un festival que «tiene dos corazones», como explica su director, Cosme Marina. Uno está en lo que se hace en Santander y el otro en el resto que se reparte por la provincia. En sus veteranos Marcos Históricos.
Al abrigo del pórtico que protege del nordeste vespertino, Marina recuerda que el FIS fue «pionero en apostar por este modelo en España». Hacer música en lugares emblemáticos, de una manera continuada, orgánica y estructurada. El ciclo fue clausurado en la noche del pasado jueves en Comillas. Es la oportunidad de unir corrientes de música pretérita con espacios que nacieron aún antes que esas composiciones. «Eso permite que la acústica vaya muy de la mano de lo que se representa». Las iglesias están preparadas para ello y todo parece cobrar sentido multiplicando las sensaciones del espectador. Mientras el director relata detalles, empiezan a llegar los primeros espectadores. Falta más de una hora para que comience el concierto, pero todo el mundo quiere un buen sitio para disfrutar del recital. El alcalde de Mazcuerras está manos a la obra colocando las últimas sillas. Ser un punto en el mapa del FIS es «emocionante» y no le faltan agradecimientos para quienes lo hacen posible «por traer la cultura al municipio; es un orgullo y un dinamizador para todo el entorno».
La planificación del calendario, que sumó 24 citas en esta edición, supone meses de trabajo y encaje de bolillos para que todas las piezas estén en su lugar; el tipo de grupo con el espacio adecuado, las características acústicas, la capacidad del recinto… La música de época se ubica, generalmente, en edificios también de época, la mayoría, iglesias, ermitas y basílicas, «con un vínculo más espiritual, cuando no directamente religioso». Destaca Marina la excelente colaboración que tiene el FIS por parte del Arzobispado y sus escalones subsiguientes; «Todo son facilidades». En los recintos abiertos, se apuesta por opciones con amplificación y propuestas más contemporáneas. En Suances y Noja, por ejemplo, se ha escuchado jazz fusionado con música antigua, «proyectos un poco diferentes». En Mazcuerras los sonidos viajan al siglo XVI y XVII. La formación barroca Tercia Realidad propone 'Weeping Philosophers'. Los acordes se cuelan bajo la enorme puerta de madera, mientras el cuarteto ensaya en el interior. «¿Podríamos repetir el quinto compás de la última línea?», indica Jorge Jiménez, violín y director del cuarteto. Lleva el pelo suelo y va ataviado como un turista cualquiera que se acercase a conocer el valle.
Paso a paso antes del concierto en Mazcuerras
Ensayos previos
El cuarteto Tercia Realidad ensaya antes del concierto en Mazcuerras. Diego Crespo (clave), María Alejandra Saturno (viola de gamba), Jeremy Nastasi (tiorba y guitarra) y Jorge Jiménez (violín y dirección), ultiman detalles de su recital inspirado en filósofos del XVI y XVII.
Público con ganas
Casi una hora antes del inicio del concierto comenzó a formarse la cola. Los espectadores quieren coger el mejor sitio en el interior del templo para disfrutar del recital. La respuesta del público, que suele llenar los recintos, es una tónica habitual en los Marcos.
Últimos detalles
El director del FIS, Cosme Marina, junto a las responsables de los Marcos Históricos, Isabel Mier y María Simón, charlan con el alcalde de Mazcuerras, Francisco Javier Camino, en el exterior de la iglesia del pueblo, tras terminar de colocar sillas y materiales en el interior.
En el jardín delantero de la iglesia, otro posible turista vestido de verde toma fotos del paisaje. A prisa, camina de vuelta al interior. Es la voz estrella del recital, el contratenor norteamericano Lawrence Zazzo. Con una energía desbordante, celebra «lo maravillosa que es la conexión con el público». Zazzo estuvo en Santander hace unos 30 años con un coro inglés, pero no había tenido tiempo de conocer la comunidad. «Es muy hermoso», destaca y no hace ascos al tiempo cambiante: «Vivo en Cambridge, es como estar en casa», bromea.
A diferencia de lo que ocurre en su país natal o en su país de residencia, «donde no hay apoyo a las artes», considera «muy importante» lo que ocurre en España. «Cuando veo este planteamiento de aprovechar el patrimonio cultural y combinarlo con la creación musical, creo que es fantástico y debéis sentiros orgullosos», incide antes de entrar de nuevo a la iglesia para terminar el ensayo y prepararse para actuar.
Romper con la idea de que todo está centrado en la capital, es una de las metas del festival «que es de toda Cantabria», insiste el director. De Reinosa a Castro, de Viérnoles a Rasines. Y ese camino paralelo se traza «con el mismo ímpetu», no como una ramificación menor. «Artísticamente tiene la misma ambición, como una mancha de aceite musical que se va extendiendo y depara muchas sorpresas». De hecho, defiende Marina que quien acude a uno de estos conciertos tiene que encontrar el mismo nivel que puede disfrutar en el Palacio de Festivales. ¿Puede evolucionar el modelo? Sí, y de hecho, el equipo del FIS ya trabaja en ello. Se valora añadir a la programación la danza y música de cámara del romanticismo.
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El trabajo de ese equipo es «fundamental», un proyecto «colectivo», donde «si falla una pieza fallan todas», dice Marina. A pesar de esa planificación minuciosa, como señala desde la organización Isabel Mier, hay cosas que no se pueden prever. Léase la celebración de un funeral o de una festividad patronal en alguna de las sedes, que deben responder a su función. Otro, un clásico en Cantabria, es el tiempo. «Siempre tenemos un plan B», ya sea cambiar el horario o trasladar el concierto a un interior. Entre esas sedes hay algunas, como Santillana del Mar o la Bien Aparecida, que son parte de los Marcos Históricos desde sus primeras ediciones, siempre fieles. Otras cambian y algunas regresan. «Como novedad, este año hemos vuelto al claustro de la catedral de Santander», explica Mier. De hecho, ha sido el lugar donde se inauguró el ciclo este 2025. También han vuelto a Santoña y se ha incorporado El Soplao.
Los Marcos, que concluyeron en Comillas la noche del jueves, son una propuesta para «sentir, ver y escuchar la música con vida propia»
«Artísticamente tiene la misma ambición y el mismo ímpetu» que la programación del Palacio de Festivales
Las propuestas son bidireccionales: «O bien contactamos con un espacio que nos interesa o bien son los ayuntamientos los que se dirigen a nosotros», y se plantea una colaboración con diferentes términos posibles.
Los responsables de la taquilla van recorriendo la fila, chequeando las entradas digitales y listos para quienes compran su entrada física, algo importante en los puntos rurales que, en algunos casos, no tienen ni cobertura. En la cola está Mª Ángeles, que llega desde San Vicente de la Barquera y que ha seguido la senda de la programación de Marcos Históricos por diferentes puntos. «Me encanta: la música es estupenda y los sitios preciosos», afirma. Acude desde hace dos décadas y para ella la gran ventaja es «ir conociendo sitios de Cantabria y disfrutar de programas e intérpretes muy buenos». Casi los primeros en llegar han sido Beatriz y su familia, sus padres y sus dos hijas de 14 y 16 años. Son de Madrid, veranean en Santander y se desplazan para acudir a los conciertos que más les interesan. Este tour en pos de los sonidos barrocos y medievales no es una excepción; «Hay quien va siguiendo los conciertos en autocaravana», explica María Simón. Es la responsable de la producción en cada uno de los espacios y se los conoce a la perfección. Si hay algo que destaca para ella, es el ambiente que se crea, «no solo por la disposición del espacio, que ya invita a esa proximidad, sino también por la relación que surge» entre músicos y público.
«Muchos de los artistas explican las obras que van a interpretar, cuentan detalles sobre los compositores y el contexto histórico, y eso genera un clima íntimo y muy cercano». Un componente didáctico que facilita la comunicación, a veces poco proclive en la rigidez de la música clásica.
«Sorprende estar tocando en medio del campo, es un privilegio». Quien lo afirma es Jeremy Nastasi, tiorba y guitarra de Tercia Realidad que apura los últimos minutos y que conocía el FIS desde que empezó su carrera. «Esta iglesia habrá conocido mucha música a lo largo de los años y la que tocamos hoy, que tiene 400 años, con instrumentos originales, se sentirá cómoda», celebra.
«El festival no se entendería sin los Marcos, una propuesta para sentir, ver y escuchar la música de otra manera, con vida propia y unos códigos completamente diferentes», dice su director. Las puertas se cierran, la luz baña de azules y rojos todo el recinto, se hace el silencio y comienza la magia. La iglesia de Mazcuerras viaja cuatro siglos atrás, acunada por acordes nacidos entonces y una voz que inunda los sentidos. Los Marcos Históricos vuelven a demostrar que hacen honor a su nombre.
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