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Miguel Ríos y 'Despierta', una de las más grandes historias de la música española

Miguel Ríos y 'Despierta', una de las más grandes historias de la música española

Regresa en su cincuenta aniversario el disco que supuso el mayor éxito alcanzado en listas por un artista nacional

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Sábado, 12 de octubre 2019, 07:48

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Suele ser queja frecuente de los interesados en la música española lo raquítico de las reediciones de los discos que han conformado su historia. Habituados a ver cómo en el extranjero las conmemoraciones conllevan álbumes repletos de temas inéditos, tomas alternativas y generosos libretos que los ponen en su contexto, por estos lares la operación suele saldarse con ediciones rutinarias, que clonan los álbumes originales sin material nuevo y sin un triste texto que ubique su contenido.

No se piense nadie que este párrafo introductorio es un truco del reseñista para colocar ahora una bonita adversativa con la que celebrar una exquisita reedición de cincuenta aniversario de 'Despierta' de Miguel Ríos. Todo lo contrario: la nueva publicación —al menos en su edición CD, la que manejamos— no escapa a esta rutina: un par de temas aparecidos en EPs de la época, otras tantas versiones en inglés, un puñado de fotos más o menos inéditas… y eso es todo. Y lamentamos sobre todo la ausencia de textos porque 'Despierta' contiene una de las más grandes historias de la historia de la música de nuestro país.

Todo había comenzado en 1969, cuando el productor Rafael Trabucchelli propuso a Miguel Ríos grabar, con la colaboración de Waldo de los Ríos, una adaptación a medio camino entre el rock progresivo y el delirio instrumental de una de las melodías más populares de Beethoven. Al cantante la idea le resulta un tanto marciana, pero en fin, su posición en la industria no daba para muchas exigencias y, a fin de cuentas, la dupla Trabbucchelli / de los Ríos acababa de proporcionarle su primer éxito indiscutible, 'El río'.

No era una apuesta fácil en un país que si estaba poco habituado al pop menos lo estaba a la música clásica. Pero su recorrido fue arrollador: número uno en España en las Navidades del 69, poco después también en Sudamérica, Holanda, Alemania, Canadá, Australia, Corea y, en fin, medio planeta. Tanto como para grabar una versión en inglés con el título 'Song of Joy' que Herb Alpert decidió lanzar en Estados Unidos a través del sello A&M.

Parecía una apuesta condenada a la nada. Miguel Ríos, de hecho, marchó la misma semana de su lanzamiento a Japón para grabar un especial para TVE en la Exposición Universal de Osaka. Pero al poco de llegar recibe un télex: el tema ha encajado perfectamente con el espíritu antimilitarista de un país devorado por la guerra del Vietnam y está subiendo vertiginosamente en las listas. El cantante viaja con urgencia a Los Ángeles.

Al llegar, la canción ha entrado en el Top Ten. Y no era algo sencillo: sus contrincantes en el Billboard eran Otis Redding, la Creedence, Eric Clapton o Simon&Garfunkel, que con su 'Bridge over Troubled Water' le esquilmaron el número uno. Las semanas que siguen, sumidas en una nube de hachís, son una sucesión interminable de aeropuertos, entrevistas y entregas de discos de oro. En realidad uno solo: al concluir la entrega, los responsables de A&M lo guardan en una caja y lo llevan a la siguiente ciudad, donde Miguel vuelve a recogerlo repitiendo una y otra vez 'Thank you', dos de las pocas palabras que sabe decir en inglés.

Un éxito rotundo. El mayor jamás alcanzado por la música española, por encima incluso de aquel ya lejano 'Black is Black' de Los Bravos. Tanto es así que Miguel Ríos se plantea la posibilidad de asentarse en Estados Unidos. Pero su mánager, Emilio Santamaría —el padre de Massiel— le fuerza a regresar para cumplir con una agotadora gira local. Pasar de paladear una industria tan asentada como la americana a vivir las actuaciones tercermundistas en fiestas de pueblo y ferias de ganado españolas lo desespera. Al concluir decide volver a Estados Unidos.

Sumido en las delicias de la California del LSD y el amor libre, Miguel Ríos recibe una oferta para ejercer de residente en Las Vegas. Pero para el cantante, que a esas alturas ya ha visto en directo a Led Zeppelin, a los Stooges y a Elvis, la idea de momificarse en el mausoleo de la ciudad del juego le resulta inconcebible. Su idea es montar una banda y comenzar de cero, aunque el proyecto no se materializará y terminará regresando a España.

Ahí es donde encaja este 'Despierta' que regresa a las tiendas cincuenta años después —en realidad cuarenta y nueve, pero en fin, las cifras redondas nunca han sido algo a tener particularmente en cuenta en estas ocasiones—. Es el disco que Miguel Ríos publicaría entre sus dos viajes americanos, en el que hubo que encajar con calzador un 'Himno a la alegría' que terminaría devorando el resultado del álbum y, como tal, marcando la línea de otros temas que marcan el inicio del 'sonido Torrelaguna', adaptación hispana del 'Philadelphia sound' que filtraría en el disco baladas, medios tiempos y efectistas e hiperorquestados temas muy cercanos a los que serían sus futuras cabezas visibles, desde Nino Bravo hasta Raphael. Escuchada con oídos actuales, es la sección del disco que más ha sufrido el paso de los años.

Cosa que no sucede con la otra parte, la fundamental del álbum, la que marca las querencias de un Miguel Ríos abocado a esa combinación de hard rock + hippismo que había absorbido en Estados Unidos. Para ella el cantante encuentra la complicidad de The End, una banda británica asentada en Madrid y gestionada por el stone Billy Wyman con la que se lanza abiertamente a un sonido con ecos a The Doors, a Johnny Hallyday y sobre todo a Leon Russell, el músico que lideraba la asombrosa banda de Joe Cocker con quien Ríos había hecho amistad en California.

Cincuenta años después, 'Despierta' se revela como un disco repleto de aciertos, aunque lastrado por su excesiva heterogeneidad: era difícil errar el tiro lanzando tantos disparos diferentes, pero al mismo tiempo también lo es que todos terminaran dando en la diana. Eliminados los prejuicios que supone el exceso instrumental y la calcinación de un tema tan demoledor en el más amplio sentido de la palabra como 'Himno a la alegría', el conjunto sigue erigiéndose como uno de los grandes hitos de la música española. Aunque la reedición nos siga esquilmando la narración de una de las, decíamos, grandes historias de la música de este país.

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