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JOSÉ LUIS PÉREZ
Lunes, 5 de septiembre 2016, 15:15
En la cultura medieval, el fenómeno religioso jugó un papel preponderante -y hasta determinante en ocasiones- en la vida cotidiana de la población, indiferentemente de la condición social de cada individuo.
Y tuvo tanta repercusión que los viajes a un santuario, ermita o catedral para venerar las reliquias allí conservadas se convirtieron en una «experiencia extraordinaria» a la que casi nadie quería renunciar alguna vez en su vida. Así surgieron las peregrinaciones a Jerusalén, a Roma, a Compostela..., y a Santo Toribio de Liébana.
Jaime Nuño, historiador, arqueólogo y director del Centro de Estudios del Románico de la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico -estrechamente vinculado a Cantabria donde reside temporalmente-, junto con el santanderino Chema Román -dibujante e ilustrador profesional- han pretendido aproximar al lector y al investigador el fenómeno de las peregrinaciones medievales a Compostela a través de una obra rigurosa y espectacular, en la que tienen cabida tanto unos textos que hacen más atractivo el pasado como minuciosos dibujos en los que se recrean las circunstancias del viaje.
Las fuentes
Aunque pueda parecer un libro juvenil, Jaime Nuño descarta esa etiqueta por el carácter de los contenidos aunque se respalde el relato por un aparato gráfico muy potente. «Hace unos años -en 2009- publicamos conjuntamente otro libro semejante titulado . La obra tuvo tan buena acogida que nos hemos decidido a iniciar una serie sobre la vida en la Edad Media. Y como uno de los fenómenos más significativos, y que aún pervive, fue la peregrinación, nos decidimos por abordar en profundidad el tema de las peregrinaciones a Compostela», indica Nuño.
Durante algo más de seis meses de intenso trabajo, separados por miles de kilómetros pero conectados gracias a la tecnología, ambos autores desmenuzaron todos los pormenores del viaje en una obra de 80 páginas, que se comercializa a un precio de 22 euros y que será presentada el próximo jueves, 29 de septiembre, en un acto en el Ateneo de Santander.
«Queríamos contar el viaje de principio a fin, porque los caminos vienen a ser los mismos que se emplean en la actualidad; partiendo de las motivaciones y siguiendo por la forma de viajar hasta llegar al destino, y sin olvidar el viaje de regreso», señala el historiador que se ha encargado de documentar hasta los más mínimos detalles que luego Chema Román lleva al dibujo que elabora y colorea con la ayuda del ordenador.
Además de abundante bibliografía, Nuño se ha apoyado en una serie de fuentes documentales medievales, «especialmente aquellas relacionadas con Santiago de Compostela y con su apóstol, como la o el ».
El libro se organiza en 30 capítulos dedicados a otros tantos aspectos de las peregrinaciones medievales como la religiosidad del hombre en aquella época, la peregrinación como fenómeno universal, el origen de la peregrinación a Santiago, los primeros peregrinos, la motivación del peregrino, la preparación del viaje, el equipamiento, la compañía, los grandes caminos, la peregrinación por mar, los santuarios en el recorrido, el paso por las ciudades y aldeas, los peregrinos de alcurnia, el tránsito por caminos desconocidos, el alojamiento, la comida y la bebida, los riesgos para el peregrino, los hospitales, la llegada a Santiago, la catedral, los ritos del peregrino y el regreso al hogar, entre otros...
Cada capítulo tiene dos niveles de lectura, un texto más sencillo y otro más desarrollado en un cuerpo menor. Y, además de pequeñas ilustraciones, cada capítulo dispone de un dibujo en la página impar, de gran formato, que luego se explica con detalle en un apéndice.
Para el propio Jaime Nuño, a la hora de profundizar en el estudio de las peregrinaciones, no es tan importante el camino concreto -«porque iban por diferentes caminos y rutas»- como el viaje en cuanto a experiencia. «Hemos tratado de reflejar la importancia de viajar en la Edad Media, entendida en el contexto de la religiosidad del hombre medieval, pero entendiendo la peregrinación no sólo como un fenómeno asociado al Cristianismo».
Hacia lo desconocido
Resulta especialmente interesante como detallan los autores en el libro los pormenores que el peregrino debía acometer para preparar el viaje. En muchas ocasiones no sabía lo que se iba a encontrar en el itinerario, pero, por contra, tenía que disponer de una logística compleja para poder alcanzar sus objetivos.
Así, en uno de los capítulos, Nuño resume: «Con poca información sobre los lugares que se iban a atravesar, con desconocimiento casi absoluto de idiomas y costumbres, sin mapas donde se detallaran los itinerarios y quizás asustados por los peligros que se rumoreaban, la preparación del viaje para un peregrino consistía sobre todo en dejar sus cosas en orden, tranquilizar a la familia y disponer su espíritu para una aventura de la quizás nunca iba a regresar».
También incide Jaime Nuño en que en aquellos tiempos tenían mucha importancia los lugares por donde se iba a pasar. «Ahora se otorga un gran protagonismo al destino, casi exclusivo. Lo importante es llegar a Compostela. Entonces, se otorgaba mucha importancia a pasar por santuarios que te alimentaban de espiritualidad y de indulgencias. En el norte tuvieron mucha capacidad de atracción tanto Oviedo como Santo Toribio de Liébana».
Por la costa
Sobre la utilización de la denominada ruta del norte o de la costa, que discurría paralela al litoral del mar Cantábrico, Nuño opina que hasta el 912 no se podía ir por el camino francés que discurre por la meseta «ya que ésta era una zona de enfrentamiento en el proceso de la reconquista, de ahí el papel que jugó el camino de la costa».
Si el sepulcro de Santiago se descubrió hacia el 820-830, tuvieron que pasar unas siete década para encontrar una meseta más segura, lo que explica que a partir de entonces la mayoría del tránsito a Compostela se trasladase al camino francés, más sencillo y más accesible para los numerosos extranjeros que empezaron a peregrinar.
Pero si Compostela existe es, a juicio de Nuño, «en gran medida gracias a Santo Toribio, ya que con Alfonso II fue cuando se generó intelectualmente la peregrinación a Compostela». Su propósito era contar con un estado moderno, con una corte, edificios, iconos y ayudas celestiales. En este contexto, Beato de Liébana había sostenido que el apóstol Santiago era el patrón de España y, precisamente con Alfonso II se encontró su tumba, momento en el que ya habría llegado el Lignum Crucis a Liébana. Todo estaba estrechamente vinculado.
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