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El coronavirus ha puesto de manifiesto lo importante que es la ciencia para las personas, especialmente para nuestra salud y nuestra economía. Sin ... los científicos no habría vigilancia epidemiológica para intentar frenar el brote; no sabríamos de dónde salió el virus ni cómo actúa en nuestros pulmones; no podríamos detectarlo en los pacientes, ni conseguir una vacuna para prevenir la infección, ni un tratamiento para curarnos.
En 1998, los que tomaban decisiones en materia científica, notablemente desde el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) de Madrid, decidieron dotar a los hospitales de investigadores con una trayectoria científica notable, que pudieran acercar los descubrimientos científicos y los avances tecnológicos a la práctica clínica, para mejorar la salud de los pacientes.
Estos investigadores deberían tener un currículo excelente, y una vez en el sistema, deberían pasar también exigentes evaluaciones para poder mantenerse en el. Serían investigadores que dedicaran todo su tiempo a eso, a investigar.
La llegada anual de estos científicos 'de élite' a los hospitales españoles la podemos traducir como «captación de talento», y condujo invariablemente a un nivel mucho mayor de interacción entre la ciencia básica del laboratorio, realizada principalmente por dichos investigadores, y la clínica, ligada directamente con la cama del paciente y realizada todo por el personal sanitario. Además de crear nuevas líneas de investigación, esa incorporación de investigadores de alto nivel favoreció la consolidación de muchas de las ya existentes en los hospitales, y cuya potenciación hizo que llegaran a ser competitivas. La captación de recursos económicos por estos investigadores con dedicación «exclusiva» a la ciencia hizo que también se formaran innumerables investigadores predoctorales (formación de talento con alto valor añadido). Muchos de esos investigadores predoctorales son hoy en día investigadores en prestigiosos centros nacionales e internacionales.
Y aún más, estos científicos conocidos hoy en día como 'investigadores Miguel Servet' traían un pan debajo del brazo. Las comunidades autónomas que les alojaban en sus centros no tenían que pagar sus sueldos en un principio, pues lo hacía el ISCIII. Además, dichos investigadores traían un «dinero extra» para comenzar a crear líneas de investigación, e inmediatamente comenzaron a captar fondos para realizar proyectos que rondaban los 100.000 euros de media en sus primeros años; esto aumentó sustancialmente la calidad científica de las publicaciones ligadas a sus centros de acogida.
Pero los enfermos no se curan con publicaciones científicas, por lo que se establecieron parámetros para valorar si esa investigación servía para curar a los pacientes. Uno de estos parámetros fue el tiempo que permanecían en el hospital. Un análisis llegó a la conclusión de que los hospitales donde se realizaba más investigación eran los que reducían más la estancia hospitalaria de los enfermos, o lo que es lo mismo, donde se curaban antes.
Que un enfermo se cure más pronto o más tarde tiene su importancia, también económica, porque cada día que pasa un enfermo en un hospital puede suponer desde un gasto moderado, hasta un gasto enorme. A todas luces entonces, parece que tener investigadores científicos en los hospitales es algo positivo.
Pero ahí entran en juego los políticos. Los políticos son los que toman decisiones y redactan leyes; pero no conocen la ciencia. Si los políticos no entienden la importancia de que haya científicos, no van a entender la necesidad de que se aumente el presupuesto destinado a la ciencia. Me explico, para favorecer que la ciencia que realizan los investigadores produzca avances científicos, ésta debe ser financiada adecuadamente.
Creo también que los cántabros deben conocer la investigación que se hace en esta región, porque en parte se paga con sus impuestos. Si no conocen qué es la investigación científica, no pueden evidentemente tener interés por ella. Y si la población no tiene interés por la ciencia... Aquí entran de nuevo los investigadores científicos. Algunos de ellos tienen ciertas capacidades para comunicar los resultados de la investigación científica a la sociedad. Y esto es muy importante; si los ciudadanos comprendemos que los impuestos que se gastan en ciencia hospitalaria mejoran la sanidad y la atención que recibimos cuando vamos al hospital, veremos con muy buenos ojos que esa ciencia se financie mejor.
Por el contrario, si los ciudadanos no entienden en qué y por qué se gastan impuestos en ciencia, no la van a apoyar. Y si los ciudadanos no apoyan la ciencia, los políticos la van a apoyar aún menos.
Resumiendo, los ciudadanos y los políticos locales deben saber que los investigadores científicos de nuestra región atraen recursos humanos y económicos, dan empleo y formación altamente especializada a los jóvenes, hacen que mejore la calidad asistencial a los pacientes y comunican a los ciudadanos en qué se gastan sus impuestos.
En los últimos once años, Cantabria solo ha captado cuatro investigadores Miguel Servet; así que creo que nuestra región debe apostar por ellos y atraer a muchos más. Esto sí que sería apostar por una economía del conocimiento, por el talento. Hablar de captación y retención de talento científico no puede ser como el humo que sale de la boca de algunos, pero que termina desvaneciéndose en el aire.
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