Pedro Sánchez exprime el manual de resistencia en la agonía del régimen
Si con la corrupción desatada, el Gobierno desacreditado, el PSOE desolado y el PP lanzado al ataque, el presidente rechaza adelantar las elecciones, quizá hay que creer que agotará la legislatura
Si en pleno 'caso Leire' el CIS de Tezanos nos ha dado siete puntos de ventaja sobre el PP, ahora que han procesado al fiscal general y se revela la corrupción de Santos Cerdán, seguro que nos vamos por encima de los diez'. Los socialistas de la vieja guardia cultivan una triste ironía cuando el paisaje evoca el final de un ciclo político, la agonía del régimen sanchista. Pero si con la que está cayendo, Pedro Sánchez no sólo no dimite sino que insiste en que no habrá elecciones anticipadas, que resistirá hasta el final de la legislatura en 2027, a lo mejor hay que creerle.
El PP de Alberto Núñez Feijóo, que antes pedía el adelanto de las elecciones todas las semanas, ahora las reclama todos los días, mañana y tarde, incluso con broncas en el Congreso y con plantones en actos institucionales, como si se hubiera embutido en un traje antisistema que, la verdad, no sienta bien a un serio partido conservador con vocación de Gobierno.
No faltan en el PP quienes piensan que el partido, al que le sobran argumentos para la crítica política al Ejecutivo, debiera ubicarse mejor en el pleno respeto a las instituciones y en la defensa de los asuntos de Estado, sin caer en el desafío tramposo de la polarización política que plantea Pedro Sánchez para mantenerse en el poder. Con la firmeza de Sánchez a la hora de afirmar que llegará al final de la legislatura, a lo mejor el PP presta más atención a la tesis de los que defienden que no hay tanta prisa para ir a las urnas, que hay que darle tiempo al líder socialista para que sea un cadáver sin votos en 2027. De momento, nada de moción de censura que sólo serviría para proporcionar respiración asistida al presidente asfixiado.
Tampoco faltan en el PSOE los que opinan que la deriva del régimen sanchista no da más de sí, que la legislatura baldía ha llegado a su fin, que el presidente debe convocar elecciones por el bien del país. Lo dicen líderes críticos de hoy en día, como Emiliano García-Page, y referentes de ayer como Felipe González y la mayoría de los veteranos. Se trata también de evitar la hemorragia de votos que va a perder el partido en todas las convocatorias electorales que aguardan.
Sánchez, mientras tanto, exprime su manual de resistencia. Dos secretarios de organización sucesivos pillados in fraganti en sustanciosas mordidas de obra pública, la esposa y el hermano investigados por distintas corruptelas, un fiscal general procesado, sin estabilidad parlamentaria para legislar y aprobar los Presupuestos, sería para cualquier político una coyuntura explosiva sin otra salida que disolver las Cortes y convocar a las urnas, pero no para este presidente que prefiere protegerse, a él y a los suyos, aferrado al poder. Nada de dimitir. Con pedir perdón con gesto contrito, como Mariano Rajoy con la Gürtel, ya es suficiente para Pedro Sánchez, que asegura no haber sabido nada de las tramas de corrupción de su entorno personal y político más cercano. Como si esa ignorancia, si fuera cierta, le disculpara. Es difícil de creer cuando Cerdán ya le estaba amañando las primarias de 2014 frente a Madina. El 'caso Cerdán', por cierto, arruina los intentos de las cloacas del Estado de desacreditar a la UCO de la Guardia Civil. También decae la teoría de los bulos y los pseudomedios para desprestigiar las investigaciones judiciales y periodísticas sobre la corrupción. Y lo que está por verificar es si la corrupción se conecta con la financiación ilegal del PSOE.
Los socios políticos de Sánchez se muestran bastante comprensivos por los escándalos que se destapan en el entorno socialista. Naturalmente arrugan la nariz cuando se publican las andanzas de Leire Díaz, Ábalos o Cerdán, piden más transparencia y que se depuren responsabilidades, pero hasta ahí. Junts llama a respetar la presunción de inocencia de Cerdán, el interlocutor de Puigdemont en Bruselas, el PNV ratifica su apoyo al PSOE, aliado también en Euskadi y Navarra, Bildu y BNG básicamente defienden a Sánchez, Yolanda Díaz insta a cuidar la alianza de progreso y el exministro Garzón aconseja fortalecer la mayoría gubernamental con el retorno de Podemos. O sea, no parece que el desacreditado Gobierno Sánchez corra mucho peligro de caer por una hipotética moción de censura o de perder una cuestión de confianza, lo cual ayuda al propósito de Sánchez de resistir hasta el final.
En Cantabria, los socialistas asisten ya resignados a la sucesión de escándalos y ni se molestan en recurrir a argumentos inverosímiles para disimular la corrupción reinante y la debilidad del Gobierno. Hay para todos: Zuloaga ensalzó como grandes referentes del PSOE primero a Ábalos y luego a Cerdán (ojo, vaya puntería) y Casares tuvo el aliento en las primarias de Leire Díez. El nuevo secretario general del PSOE cántabro, desalojado de la ejecutiva federal que mangoneaba Cerdán en el último congreso, quizá tenga ahora la ocasión de recuperar el favor de Sánchez. La crisis es siempre una oportunidad.
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