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A finales del pasado invierno, la rápida difusión de la pandemia de la COVID-19 enfrentó a las universidades de todo el mundo a una ... situación inédita: cómo desarrollar sus funciones en un entorno que restringía drásticamente la presencia de sus miembros en los espacios de la docencia, la investigación y la gestión. Desde entonces, numerosas voces han señalado que también estaban obligadas a asumir una tarea aún más compleja: definir su papel en el esfuerzo común por comprender las causas de esta crisis y contribuir a diseñar los instrumentos para superarla.
Debemos reconocer la respuesta de las universidades españolas al poner en marcha la docencia y los sistemas de evaluación a distancia. A pesar de las limitaciones de algunas de las medidas que se han tomado, y para cuyos resultados no contamos todavía con una evaluación global, se ha logrado 'salvar el curso'.
Pero su contribución al análisis de una crisis que trasciende el ámbito sanitario, de su impacto en nuestras vidas y al diseño de medidas que nos permitan hacerle frente ha sido menos visible. Ciertamente, pusieron rápidamente a disposición de las autoridades sus medios técnicos y humanos para estudiar la enfermedad y para realizar pruebas de diagnóstico. También se impulsaron iniciativas para apoyar a colectivos vulnerables, aumentó la colaboración entre grupos de investigación y se reforzaron los canales de difusión en abierto de sus trabajos.
Ahora bien, las universidades no son únicamente centros de formación. En un momento en el que la realidad nos obliga a reconsiderar muchas certidumbres es necesario subrayar su papel central en la formación de la ciudadanía y en el impulso de debates. Las aulas y los seminarios son espacios que favorecen el cuestionamiento de los viejos paradigmas y la formulación de nuevas hipótesis que, después, deberán ser comprobadas. Las tareas académicas e investigadoras exigen, pues, una combinación única de trabajo individual, y de empeño colectivo. De ahí que las universidades deban seguir teniendo un papel relevante en el impulso de debates.
En 1932, el decreto de fundación de la UIMP estableció claramente que el objetivo de la entonces Universidad Internacional de Verano de Santander era «ser una totalidad que reúne y funde en torno a los temas de más ámbito en la cultura actual a cuantos en ella participen, y como una serie de núcleos de trabajo en que, profesores y alumnos, se organizan para investigar temas concretos mediante una breve labor intensiva». Así, nuestra singularidad y larga tradición nos han permitido seguir siendo un referente en el panorama universitario español.
Por tanto, el equipo de gobierno adoptó una doble estrategia para cumplir con esta misión. Ante todo, apostamos por mantener, 'en línea' o de forma presencial, algunos de nuestros cursos que están ya muy asentados. Al tiempo, diseñamos un formato inédito: un ciclo de seminarios que reunieran en La Magdalena a especialistas y profesionales en torno a un tema común: el análisis de las causas y consecuencias de la crisis de la COVID-19. Nuestra propuesta fue acogida con entusiasmo por buena parte de nuestros patrocinadores habituales, por otros nuevos y por la comunidad científica. Gracias a todos ellos, y al trabajo de quienes asumieron la dirección de los cursos y de todo el personal de la UIMP, hemos puesto en marcha 26 seminarios.
Sus temas han sido variados, y muchos han adoptado una perspectiva pluridisciplinar. A pesar de su diversidad, las preguntas que han guiado las ponencias y los debates han sido las mismas: ¿qué sabemos?, ¿qué hemos aprendido durante estos meses?, ¿qué desconocemos?, ¿cuáles son los principales riesgos que corremos? y ¿cómo afrontarlos?
Los seminarios han combinado una alta especialización con el reconocimiento de que una crisis de magnitud constituye un acontecimiento transformador que marcará un antes y un después en todo el mundo. En consecuencia, es imprescindible adoptar nuevas herramientas y perspectivas para establecer diagnósticos certeros que permitan la toma de decisiones.
Durante estas semanas en Santander, hemos añorado la presencia de estudiantes en las aulas. Aun así, la difusión en streaming de todas las sesiones, las videoconferencias y los chats han aumentado el número de los participantes a distancia. Hemos sido capaces de lograr nuestro objetivo inicial, que no era otro que seguir cumpliendo con nuestra razón de ser: combinar el diálogo entre especialistas con una conversación pública más abierta que incorpore a la ciudadanía. En definitiva, estamos satisfechos de haber conseguido que el Palacio de La Magdalena vuelva a ser la referencia intelectual y de pensamiento del verano en nuestro país.
Esta ha sido la contribución de la UIMP a la difícil situación que estamos viviendo, siempre con la esperanza de que, una vez hayamos logrado superarla, podamos seguir creyendo en que «otro mundo mejor es posible».
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