Bailar no entiende de edades
El kiosco de Colindres revive cada jueves una verbena de toda la vida
Agustín está «muy cerca de los 80». Para ser exactos –porque a estas alturas se lleva bien la cuenta–, 79 años y ocho meses. Jovita no anda lejos. Tiene 78. Pero uno y otro, cada jueves por la tarde, logran el milagro de dar marcha atrás al reloj. Nunca dieron clases, pero bailan con soltura y entusiasmo. Y, cuando giran al ritmo de la música, «es como volver a la juventud». Son de Bilbao, viven en Laredo, pero los jueves se empadronan en Colindres. No se han perdido un día. «Somos los dos del mismo pueblo y bailábamos en verbenas y romerías». Como se hizo toda la vida. Como hacen frente al kiosco este verano, que también es suyo. «Parece que volvemos a ser jóvenes, pero no volvemos», bromea ella. Es maravilloso verles bailar.
Las programaciones festivas de verano suelen estar plagadas de actividades para niños. Los ayuntamientos se esfuerzan por facilitar la conciliación de las familias. Eso, y entretener a los jóvenes. Con fiestas por todas partes o con actividades que fomenten el deporte o los buenos hábitos. Hay de todo. Conciertos de moda, atracciones, peñas... Pero poco, de forma específica, para los más mayores. En Colindres dirigen parte de sus programas a ellos y cada jueves veraniego la música inunda los aledaños del emblemático kiosco de la localidad para poner a bailar a parejas que bien superan la edad de jubilación. Y se llena.
El Ayuntamiento valora mantener la actividad en invierno y trasladarla a un lugar cubierto
Hay tantas ganas, que minutos antes de las siete se siente la expectación en la plaza, frente al Ayuntamiento colindrés. Allí está el kiosco. En los bancos de piedra que rodean el espacio, y que aún conservan el calor del sol de toda la jornada, multitud de parejas esperan a que suene el primer acorde para levantarse y comenzar el baile. Se trata del quinto jueves de los siete programados este verano, una cita que antecede a las fiestas locales y que, además, se organiza por primera vez en la localidad, lo que añade un aire de novedad a la cita.
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No hay iluminación de fiesta, atracciones de feria, ni los típicos puestos ambulantes de comida o ropa, pero los ritmos de verbena se apropian de los pies de los bailarines, que son más según avanza la tarde. En pareja, en grupo, por libre… Todo vale en esta pequeña romería vespertina con pasodobles, cumbias, chachachá, merengue e infinidad de estilos más. La voz de la artista local Rosana Garín lo soporta todo. Desde éxitos eurovisivos, pasando por la mítica chica yeyé de Concha Velasco y hasta peticiones de los propios bailarines.
Carmen y Antonio son de Bilbao, aunque viven en Gibaja. A sus 65 y 69 años no desaprovechan ninguna ocasión para bailar. Solo han faltado a una de las convocatorias de Colindres. Tuvieron «un compromiso». Su forma de bailar llama la atención. Lo bordan. Despliegan los pasos adecuados a cada estilo con precisión, como si se tratara de una coreografía ensayada. «Aprendimos en clases en Bilbao y bailamos de todo, todos los bailes de salón y hasta sevillanas», comenta ella. Reconoce que empezaron a bailar con «unos cuarenta» y que «es más difícil empezar de mayor», pero también que han encontrado en ello una auténtica pasión. Se nota.
No eluden ninguna oportunidad para sacar a relucir sus dotes. «En verano no nos movemos de Gibaja y vamos de verbena en verbena. Nos sabemos todas. Empezamos en San Isidro y ya no paramos. Y en invierno vamos a bailar a Meruelo», añade. Allí, cuentan, organizan en invierno una iniciativa parecida a la de Colindres. Ya que se encuentran con el alcalde del municipio, Javier Incera, Carmen se anima a pedirle que la propuesta se mantenga todo el año: «así no tenemos que irnos más lejos».
Bailar o mirar
Al igual que Carmen y Antonio, otras parejas se arrancan a bailar. Mientras, a quienes solo observan, se les dibuja una sonrisa en la cara. Entre baile y baile, Rosana Garín, que lleva la batuta de la fiesta, desciende por las escaleras del kiosco y se une a un baile coreografiado con todos los presentes. Es una tarantela, y cada vez son más los que se suman. «Me encanta ver a la gente que me ha visto crecer aquí disfrutando: mi madre, mi vecina... Yo soy de Colindres», dice orgullosa y pide un aplauso para la iniciativa, para el Ayuntamiento y para los bailarines «por salir de casa y aprovechar la vida».
Incera reconoce que la acogida de la propuesta está siendo «impresionante». Comenta que el Ayuntamiento ya organiza un programa de baile en el centro de mayores entre octubre y junio, pero esta es la primera vez que se traslada a la calle. «La intención es dar vida a la plaza y al kiosco, y, al mismo tiempo, ofrecer una actividad pensada especialmente para las personas mayores». Se trata de combatir la soledad no deseada, fomentar el envejecimiento activo y crear un espacio en el que los asistentes bailen, conversen y hagan ejercicio. De cara al futuro, el alcalde apunta que valoran mantener la actividad también en invierno, aunque con un cambio de ubicación. El centro de mayores, donde actualmente se celebra en esa época, se queda pequeño. «Estamos pensando en un lugar cubierto alternativo para poder darle continuidad».
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