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Imagen de la biblioteca de Eusebio Fernández en el pueblo de Santa Olalla, en el municipio de Molledo. Eva García

Un pajar para 25.000 libros en Santa Olalla

Eusebio Fernández siempre quiso tener una biblioteca «como la de Menéndez Pelayo». Hoy, su casa atesora cientos de títulos

EFE

Viernes, 18 de julio 2025, 07:23

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Eusebio Fernández soñó desde muy pequeño con poseer una biblioteca como la de Marcelino Menéndez Pelayo. Ha tenido que esperar unos cuantos años, pero décadas después atesora 25.000 libros en su casa del pueblo cántabro de Santa Olalla (Molledo).

Desde fuera, la cuadra parece una vivienda perfectamente mantenida, con un césped verde y cuidado, con flores y hasta algún frutal. Al entrar, el visitante descubre todo tipo de campanos, cebillas, antigua maquinaria de campo y carretas... la antesala de una inesperada biblioteca situada en el piso superior, en lo que era antiguo pajar.

Su dueño, natural de Santa Olalla, es catedrático de Filosofía del Derecho por la Universidad Carlos III de Madrid y ha dedicado su vida a la investigación y la docencia en el área de la Teoría del Derecho y la Filosofía Política.

Eusebio Fernández en su biblioteca Eva García

Cuenta que la idea de crear su propia biblioteca se le ocurrió con once años después de al ver y admirar la del escritor Marcelino Menéndez Pelayo, en Santander. «Pensé: cómo me gustaría tener una biblioteca que no fuera una habitación o el salón de una casa, sino una biblioteca al lado de casa a la que poder ir, y cómo me gustaría tener tantos libros», recuerda el catedrático.

Desde entonces, cada vez que alguien le preguntaba qué quería por su cumpleaños, no dudaba en pedir libros. Para cuando se fue a la universidad ya contaba con una pequeña biblioteca de unos 40.

Eusebio recuerda el primer libro que se compró él mismo en una librería religiosa, dos tomos escritos por Menéndez Pelayo, 'La historia de los heterodoxos Españoles'. «Iba con mi hermana Merche y le dije que si me podía comprar el libro, y entramos a preguntar. Uno de los empleados me dijo que para qué quería yo ese libro, que si era para regalar a mi abuelo. Y le dije que no, que lo quería para mí», cuenta.

Entonces no imaginaba que terminaría utilizando aquel libro al redactar su tesina tras acabar la carrera. Una edición que aún conserva y localiza con facilidad en una de las estanterías de su biblioteca.

Al sacarlo y abrirlo, muestra y explica cómo enumeró sus primeros libros, en 1969, en los que escribía: 'Biblioteca Menéndez Pelayo', ponía el número que ocupaba cada tomo en su estantería, y firmaba.

Con la llegada a la universidad y los «bajos sueldos» de los profesores, Fernández recurría a los libros de la biblioteca de la Universidad Autónoma de Madrid, «una de las más completas». Luego sacaría su cátedra y comenzaría a comprarse sus propios ejemplares. «A principio de curso siempre animaba a mis alumnos a comprar libros, a empezar a construir su propia biblioteca», explica, apuntando que es una inversión que «merece la pena».

Los libros, que actualmente cifra en 25.000, han viajado con él por todas las casas en las que ha vivido, hasta que un día ya no cabían y tuvo que buscar una alternativa. Fue entonces cuando se le ocurrió que aquella cuadra con pajar de su padre, situada detrás de la casa, podría reformarse y adecuarse para albergar sus libros. Tendría una biblioteca permanente tal y como había soñado desde niño. «La mayoría son libros profesionales míos, libros trabajados y subrayados, de Filosofía del Derecho, Filosofía Política, Ética e Historia de las Ideas, sobre todo», señala el jurista.

Detale de la biblioteca E.G.

Cuando la gente conoce la biblioteca se queda «asombrada» porque no se esperan que un antiguo pajar, que aún conserva los aperos, la leña, herramientas de arado y otros elementos, guarde en secreto esa cantidad de conocimiento. «A mí me gustaría que tanto la biblioteca como la parte de abajo, que es un medio museo, tuvieran un uso y un acceso público, para que la gente del pueblo y alrededores, sobre todo los jóvenes, puedan entender que el estilo de vida de los pueblos ha cambiado mucho», confiesa Fernández.

El catedrático sueña con poder prestar los libros a la gente del pueblo, que le pregunten sobre libros o se los pidan y dar a la biblioteca todavía más vida, pero asegura que «venderla bajo ningún concepto».

«Me siento muy contento porque esta biblioteca no la he heredado de nadie, la he hecho yo y veo mi vida a través de mis libros», afirma Fernández.

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