Borrar
Caza de ballenas y entorno portuario de Castro. Colección particular Jesús Garay
El moscote, el terror de los mares

El moscote, el terror de los mares

Castro de ayer y de hoy ·

Este mamífero depredador marino era reconocible por su gran aleta dorsal o tacota, que se veía a cientos de metros

Javier Garay

Castro Urdiales

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Viernes, 13 de noviembre 2020, 18:00

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Nuestro mar Cantábrico siempre fue rico en presencia de mamíferos marinos. No hablaremos de ballenas, cachalotes, delfines, marsopas, calderones, taurones, arguajes o trompas en general. Hoy nos toca hablar de las orcas, popularmente para los castreños moscotes o esperlones, posiblemente venida de Ciérvana esta definición, donde así conocen allí a las orcas. Este mamífero depredador marino antes se dejaba ver con más frecuencia que en la actualidad, sobre todo andando a bonitos y era reconocible por su gran aleta dorsal o tacota, que se veía a cientos de metros. «¡Moscotes, moscotes!», gritaban los pescadores al verlos, pues a veces se tiraban a los bonitos que traían presos en las varas de cacea. Se siguen viendo cuando se navega mar afuera y aunque menos, sigue habiendo avistamientos y este artículo va por que este verano, ellas, las orcas, han sido las grandes protagonistas de nuestro Cantábrico mar hasta la zona de Finisterre, en Galicia, y aún más abajo, donde han dado la nota por sus ataques a las pequeñas embarcaciones.

Los pescadores de bonitos del Cantábrico las han visto este año con más frecuencia que en otras ocasiones y más a tierra. La verdad que no querría meterme en fregados, pero he leído tantas sartas de lindezas, hablando de los ataques este verano-otoño a las embarcaciones deportivas y que al ver lo disparatado de las versiones y hasta la osadía de «ciertos» expertos, quiero añadir las experiencias de un hombre de mar que me considero y que navegó por muchas mares, se relacionó con muchas gentes y vivió muchas historias y que hasta que no salieron los llamados expertos, me resultaban curiosas las interpretaciones que hacían de estos ataques. La palabra orca, los pescadores de Castro nunca la conocimos, hasta que por los años sesenta-setenta del pasado siglo comenzó a sernos conocida como tal, gracias a los documentales y revistas de divulgación. Los castreños siempre la identificamos como moscote o esperlón. Les puedo decir que cuando entré a la mar en el 1963, la palabra orca no la conocían ni los más viejos del lugar, pero sí como moscote, y las conversaciones al referirse a este animal hablaban de que atacaba con gran fiereza a los toinos. He leído artículos en los que «expertos» referían los motivos de los ataques a las lanchas de esta forma: que si enseñaban a cazar a sus crías (tamaño disparate); que si se cebaban con el timón para jugar golpeándolo; incluso he leído, horrorizado, que eran ataques de venganza, por que algún barco en algún lugar cortó o mató con la hélice una orca; que si son agresivos porque los pescadores les quitan los atunes; que si tienen en la memoria el que algún barco los dañó; incluso dicen que al hacerse adolescentes cesan en sus ataques a los timones y la curiosidad por ellos desaparece. Incluso el grupo de expertos asegura que podría tratarse de una técnica muy particular desarrollada por un grupo de jóvenes para aprender a cazar. Bien, todas estas son conjeturas disparatadas y ninguna da en el clavo, ni siquiera dicen porque han aterrado tanto las orcas este año y nadie se ha hecho eco de que este verano cardúmenes enormes de túnidos sierra, melva o serrucho se han estado atiborrando de bocartillo durante semanas, alterando incluso el rumbo del bocartillo, que, para defenderse ante el empuje de este pez depredador, se acercaba a tierra dejando sus rutas de siempre. Una vorágine enorme se ha producido este verano que los biólogos marinos debieran de estudiar, pero que ha hecho que estos fenómenos alteren el orden migratorio. También, para ser justos y con el comienzo del otoño, vinieron unos grandes temporales y se produjo un fenómeno muy repetido en el Cantábrico, pues si arriban presiones muy profundas al Cantábrico, toda la gran masa de bocartillo que viaja con la corriente del Golfo, ya alterada por toda la depredación que la sigue y más a costa que su ruta normal se ve empujada hacia tierra, producto de corrientes contrarias y bajadas de temperaturas, dañinas para los alevines. Pues bien, a este fenómeno le surge otro, y es que a esa gran masa de pesca la acompañan en su travesía oceánica aves (charranes, fardelas, rondones, pitorros, mallones, gaviotas), también chicharros, caballas, merluzas, peces luna, marrajos y todas las clases de túnidos, que son muchos. Allá donde hay pesquilla come todo el mundo en una gran cadena. Las ballenas tragan abundantísimos cardúmenes de ellas y las marsopas y los delfines. Y a todo esto, la orca, que gusta de depredar a los peces grandes, delfines e inclusos las ballenas, a los que sigue en este maremágnum de muerte, que es esta gran migración trófica. Las orcas siempre navegan donde hay comida, pesquilla que se dice, pero no siempre es bocartillo, también otros peces pequeños como pericatos, parrocha, chicharrillos e incluso el krill, del que nuestras aguas de bajura están llenas durante casi todo el año y que, aunque es un pequeño crustáceo, no más de dos centímetros y al que llamamos esquila, alimenta a todo lo que tiene cola, absolutamente a todo, salvo a las orcas.

El moscote es, sin ningún género de dudas, el terror de los mares. Les da a las focas, a los pájaros, a los atunes, a los delfines, tiburones en general y sobre todo a las ballenas, a las que se enfrenta en grupo hasta que las destruye. Es el animal de presa más fiero y feroz de lo que se pueda imaginar y no juega, al menos con el hombre y sus barcos, ellas solo manifiestan su poder, el poder del grupo, el poder del depredador rey de la mar. Es muy difícil que ataque al hombre, aunque haya ataques confirmados, pero solo por curiosidad. Me contaba Luis Helguera Perales (está publicado), uno de nuestros grandes patrones de pesca y marino de talla reconocida, que estuvo contemplando con su tripulación desde su pesquero el Nao Santa María la agonía de una gran ballena que no fue breve, ya que durante dos horas vieron como un enjambre de orcas devoraban al mamífero marino que, para desembarazarse de tan siniestros enemigos, giraba continuamente su mole sacando a veces a sus enemigos fuera del agua, prendidos con sus fauces y girando al ritmo en que giraba la ballena, como molino de Quijote sin soltar su presa, hasta que la rindieron, dejando un gran charco rojo sobre las revueltas aguas marinas a cada dentellada que la daban varias docenas de ellas. Unas entraban, mordían, salían y entraban otras. Su velocidad es a veces de treinta nudos, que son más de 50 kilómetros hora, y los grandes ejemplares pueden llegar a los ocho metros y pesar ocho toneladas, aunque generalmente son menores. Recorre los océanos con los grandes ciclos y marcha de peces, los siguen a todos. Es un ecobio, una biocadena como en la Sabana y el Serengueti lo pueden ser los mamíferos terrestres, que hacen trashumancia en busca de pastos. No solo van en busca de pasto los ñus, también cebras, impalas, gacelas y otros y, a estos, cientos de mamíferos siempre detrás de ellos para terminar con el enfermo o el débil. Siempre que se ve la manada que pace, allí está el chacal, el guepardo, la hiena, el león y las aves carroñeras.

Orca o morlote.
Orca o morlote. Colección particular Jesús Garay

En la Sabana, la defensa de los débiles es la velocidad o la agrupación. En la mar es calarse, hundirse, escapar cuanto más abajo mejor, el vigoroso escapa siempre. En la mar, la defensa de las víctimas está en hundirse, y cuanto más mejor, ante la presencia la proximidad de su enemigo. En este caso, la orca, que no se sumerge mucho, necesita respirar con frecuencia, por eso ataca a los débiles, crías o enfermos. Aunque su mayor alimentación está en los grandes peces que engulle por quintales, gusta de animales de sangre caliente como el delfín y la ballena. Se han llegado a sacar restos de trece marsopas y catorce focas del estómago de una orca. El cuerpo de la orca es ahusado, forma que concurre a prestarle gran velocidad cuando nada. Su hocico, redondeado, está provisto de diez a catorce dientes en cada una de las mandíbulas. El cuerpo del moscote se agudiza hacia la cola, sus aletas son anchas y muy horizontales, lo que le da gran corte de agua y planeo majestuoso y lo coordinado de sus movimientos la permiten avanzar silenciosamente, incluso cuando nada a grandes velocidades. Suelen acompañarse de entre cinco a treinta o cuarenta individuos y siempre lo hacen muy camufladamente, no son tan escandalosas como los delfines, y se sabe de su presencia en la mar por su tacota, pues por su volumen de varias toneladas casi no emergen como el delfín, que cuando nada para hacer sus singladuras dan saltitos de mar para ayudarse en la respiración.

Cuando nadan en emigración, las hembras y crías nadan muy juntas, pues a veces se han visto otras manadas atacarse con ferocidad mientras los machos van por los flancos y detrás. No tienen enemigos naturales, salvo los de su propia especie. Todos los animales marinos huyen de estos voraces cetáceos. Pues bien, hemos aprovechado este relato para definir al moscote y un poco el mundo donde viven, pues no se les puede localizar con un simple rastreador como a los animales de tierra. Se han hecho intentos, pero hay que entender el mundo marino donde hasta en pocos días cualquier objeto extraño a la mar se llena de incrustaciones marinas, borrándolo todo, entre otras circunstancias, por lo que lo que se sabe del comportamiento de las orcas debemos de limitarnos a la observación y la paciencia, como hacen los científicos en el cono Sur.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios