Una celebración a 2.212 metros
Mil emociones diez años después en la cumbre del Pico San Carlos
Fue en el año 1900. En la cumbre del Pico San Carlos, en uno de los ramales del Macizo Oriental o de Ándara, entronizaron una imagen del Sagrado Corazón. Se colocó orientada al este, con una ligera inclinación hacia el valle de Liébana. Colaboraron todos. El clero, los mineros, las familias... Desde allí, a más de 2.000 metros, se contempla una de las más maravillosas panorámicas de la comarca, de los Picos de Europa y de toda la Cordillera Cantábrica. Lo han contado las miles de personas que, durante décadas, han subido. Como aquellos que el 18 de septiembre de 1900 participaron en una gran peregrinación. Dicen que a la misa de ese día asistieron más de 1.500 personas. Se cantó el 'Christum Regem' a tres voces, una obra compuesta por Jesús de Monasterio para conmemorar el acontecimiento. Durante mucho tiempo, la fiesta se organizó cada diez años. Pero era tal el sentimiento, la devoción y la singularidad de esta jornada que no hubo más remedio que acortar los plazos. Cada cinco desde 1960. Los acabados en 0 y en 5. Piensen un momento que ocurrió hace cinco años. 2020, pandemia. O sea, que hace una década que no se celebraba. Y se notó. Lo que ayer se vivió en las alturas fue algo inolvidable.
Se sube desde Bejes por Ándara. Desde el puerto de Trulledes ascendiendo la Canal de San Carlos. Se viene por la Canal de Fonfría. O por la de las Vacas. Es algo impresionante. Los de Protección Civil, los agentes de la Guardia Civil... Tienen trabajo. Para los accesos de los vehículos todoterreno hasta donde se puede –limitado en horario– y en las zonas más escarpadas, donde hay poco margen para las aglomeraciones. Gran labor. Ayer hizo buenísimo, eso también cuenta. Para la misa que ofició Elías Hoyal, arcipreste de Liébana, junto a la imagen del Santo –y en la que cantó el que firma esta crónica, acompañado de dos integrantes del grupo 'Livania, Isabel Alegre e Isabel Ruesga (se estrenó un himno para la ocasión)–. O para el descenso a las Vegas de Ándara, para escuchar al grupo 'Güeyos' y al gaitero asturiano 'El Pravianu' mientras se come una parrillada y tortos, y se toma té con orujo. O para la romería amenizada por Sal y Pimienta. Todo, con mucha gente. «Más que nunca en este siglo, unas mil personas», se comentaba.
Hubo representanción del Gobierno de Cantabria –estaba, por ejemplo, el consejero de Economía, Luis Ángel Agüeros– y también subieron los alcaldes de la zona. Y gente de todas partes. «Ha sido conmovedor, algo emocionante». Lo resumía con la voz entrecortada Javier Cabrera, llegado desde Gran Canaria. «Esto es algo único en el mundo». Hablaba de la subida (alguien acostumbrado a las alturas), del ambiente, de la música, de la celebración religiosa... En esto –en la celebración religiosa– Elías Hoyal quiso que calara un mensaje, un alegato en estos tiempos de guerra. «Si todas las fuerzas que empleamos (las potencias, los ejércitos, las personas...) en cosas superfluas las empleáramos en las cosas que tienen verdadera importancia, el mundo sería muy distinto». Dijo eso y también animó a convertirse, a ser, «testigos de la paz y la esperanza».
Jesús Ángel Gómez, de Polanco, y Ángeles de Galope, «de Torrelavega, pero medio tresvisana», andaban alucinados. «Hoy, de gente y de ambiente, como nunca». Miembros del Grupo de Montaña Orza, hablaban junto a su compañera Teresa García, camarguesa. Ella dio en el clavo al resumir la esencia de esta cita. «Es la tercera vez que subo y lo que más me impresiona es ver cómo lo vive la gente del valle, de la zona. Personas mayores que llevan subiendo toda la vida». Hablaba de «arraigo», y eso es contagioso. Francisco Ugarte y Cintia Gutiérrez iban con Noa, de seis años, y con Leo, de veinte meses. Para los padres, una más. «Una vez lo hice con nieve», presumía él. Y ella, natural de Tresviso, se conocía el camino casi de memoria. Pero para los críos, claro, era su estreno. «Hay que seguir con la tradición».
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De eso saben también mucho Marcos y Fabián Suárez. «De Lon y de Argüébanes, y hemos subido por la Canal de Fonfría, que es la dura, es muy selectiva». El mayor, ya un habitual, explicaba que le había «costado un poco más». «Va cumpliendo uno los años...». Para el otro era un bautismo y estaba entusiasmado. «Es un escenario espectacular. Con ganas de repetir dentro de cinco años».
En eso del entusiasmo pocos como Mar Saiz, llegada hasta la cumbre del Pico San Carlos desde Treceño. «Tenía una ilusión terrible por esta fiesta. Ya quise venir en 2020, pero el covid... Me ha parecido espectacular. Ya estaba sorprendida abajo con la cantidad de coches todoterreno que vi por allí, pero arriba, la gente... No me esperaba algo así. Me voy encantada».
Esos eran los comentarios. Que mucha gente, muchísima. Que familias enteras –padres con mochilas para llevar a los críos–. Que muy bien organizado (porque esto no es fácil). Y que un día maravilloso. Los más eruditos recordaban que en 1995, debido al deterioro que presentaba la imagen, se decidió por parte de la Corporación de Cillorigo de Liébana que se realizara una nueva. Se le encargó al escultor Ruiz Lloreda y costó 350.000 pesetas. Contaban eso y que «el helicóptero tuvo que hacer ocho viajes desde Villaverde (Vega de Liébana)». Anécdotas de una fiesta que tiene muchas. Porque esta celebración está sobrada de altura. En todos los sentidos. Subir no se olvida.
«Para mí ha sido una placer volver a vivir esto. Es la quinta o la sexta vez. La última hará diez años. Y ojalá pueda repetirlo». Eso lo decía Fermín López, de Sotres, pero residente en Bélgica. Tiene 82 años.
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