Regreso a la escuela en Mogrovejo
Hubo un tiempo ya pasado en que en cada pueblo lebaniego había una escuela abierta, con su correspondiente maestro o maestros. La pérdida poblacional que durante años ha sufrido Liébana ha provocado que actualmente solo quede abierta una escuela unitaria, la de la localidad de Espinama.
Es por ese motivo por lo que había que dejar constancia de un pasado que estuvo unido a través de generaciones, mostrando cómo era el día a día de una escuela rural, los materiales de que disponían alumnos y profesores o los juegos con los que disfrutaban aquellos en los momentos de ocio.
El Museo de la Escuela, ubicado en el edificio de las antiguas escuelas del pueblo de Mogrovejo (Camaleño), es fiel reflejo de ese pasado. A día de hoy, los que lo vivieron lo ven con nostalgia, y las nuevas generaciones, con asombro.
Esta exposición fue promovida por la Sociedad Económica de Amigos del País de Liébana, en colaboración con el Ayuntamiento de Camaleño, realizando además un audiovisual en el que antiguos maestros y estudiantes, y los alumnos de algunas de las escuelas lebaniegas que estaban abiertas, recordaban y mostraban sus vivencias, en un «ejercicio de memoria y reconocimiento a los protagonistas de la escuela rural, a través de las vivencias de varias generaciones, de maestros, maestras y alumnado, que compartieron y aún hoy comparten las viejas aulas de aquellas antiguas escuelas unitarias».
Regina Torre es la encargada de mostrar a los visitantes el interior del museo, que está abierto al público diariamente de 11.00 a 14.00 horas y de 16.00 a 20.00 horas durante todo el verano.
La guía reconoce que lo que más le gusta a los visitantes son «los libros antiguos, especialmente la enciclopedia Catón, así como los juegos tradicionales que se utilizaban en aquellos años y el audiovisual». Así lo confirman José Julián y María José, dos turistas de Guipúzcoa, durante su visita. Ambos se mostraban felices por «recordar momentos vividos en la escuela tradicional», encantándoles «el material escolar que aparece, las enciclopedias, los cuadernos...» y destacando «lo bien que escribía la gente entonces».
De similar opinión es el matrimonio formado por David y Vanesa, que acuden junto a sus hijos Iván, Álvaro y Aroa, de Zaragoza. A los padres también les gustó mucho «volver a ver un aula tradicional», mientras los menores se fijaban en los pupitres y en los juegos de antaño.
La visita al museo se inicia con un recorrido en el que se muestran los juegos tradicionales, así como las materias que se impartían y los materiales que se empleaban, como la pizarra o los pizarrines. En las vitrinas se pueden contemplar las enciclopedias que se utilizaban en clase, como Catón y Álvarez.
En las instalaciones se pueden contemplar antiguos libros de texto, los viejos pupitres y material didáctico
Cuadernos, bordados, dibujos, notas manuscritas, registros de asistencia a clase o inventarios de aula completan la muestra, en la que también hay paneles explicativos. Fotografías de grupos escolares de diferentes años en localidades lebaniegas dan paso a la recreación de un aula de entonces, con pupitres, pizarrines, la mesa del maestro, mapas o la imprescindible estufa.
En el libro de firmas, verdadero punto de referencia de las bondades del museo, se pueden encontrar comentarios como el de Martín, un niño de once años de La Coruña que dice que «este museo es increíble y las cosas tienen mucha antigüedad». Se refiere a los lapiceros guardados en las vitrinas como «súper antiguos, de la época de los Picapiedra». Por su parte, Aurora, una maestra procedente de Madrid, indica que la muestra es «preciosa e impresionante». Como ella, otra docente de la localidad de Chipiona (Cádiz) da las gracias a todos los que han hecho posible el museo por «mantener y mostrar el pasado, que es parte de nuestra historia».
Juan e Isabel, otros dos visitantes, dejan claro en sus opiniones que «¡ojalá las escuelas de hoy miraran un poco a las escuelas de ayer!». «Revivamos la escuela y reavivaremos los pueblos. No dejemos que desaparezcan los pueblos y su esencia», añade otro visitante.
Mónica, de Logroño, y Noa, de Madrid, dos niñas, definen el museo como «un rincón con muchas cosas antiguas, y alguna de ellas muy graciosas» y finalmente un niño de Casar de Palomero (Cáceres), después de reconocer que «esta escuela es muy distinta a mi escuela de ahora», agradece «esta exposición tan bonita y genial».
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