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Cabezón ofrece visitas gratis a los museos
Puertas abiertas ·
El Ayuntamiento y la oficina de turismo municipal han puesto en marcha una oferta para dar a conocer el Museo de Arte Textil y el de Arte RegionalLa puerta de madera pesa más de lo que parece y aunque uno ya haya visto lo que hay dentro, el impacto visual se produce cada vez que se accede al interior de la sala. Es difícil acostumbrar la mirada a la singularidad del Museo de Arte Textil de Cabezón de la Sal. Seguramente porque hay varias maneras diferentes de descubrir sus formas, la amplia gama de colores de los hilos, la silueta de las máquinas que se ajustan más al término 'vintage' que cualquier conjunto pasado de moda. En el interior de este espacio, que comparte edificio con el Museo de Arte Regional -ubicados en la urbanización El Concejero- se explica pormenorizadamente el proceso de creación de una prenda, desde la obtención del hilo hasta el acabado. Se trata del único lugar del municipio en el que realmente se muestra la importancia que ha tenido la industria textil -con la existencia de la empresa Textil Santanderina- en el devenir histórico y cultural de la villa de la sal.
En la segunda planta está el Museo del Traje Regional, un repaso por los diferentes trajes típicos de la región. Un tándem interesante que debería despertar la curiosidad de vecinos y turistas, pero no. Ninguno de los dos centros de interpretación destaca por el número de visitantes que recibe. La afluencia es exigua en ambos casos -porque acudir al primero obliga a hacer lo propio con el segundo-. Una realidad que el Ayuntamiento y la oficina de turismo pretenden cambiar con la puesta en marcha de las jornadas de puertas abiertas, que consisten en ofrecer a la ciudadanía la posibilidad de realizar visitas guiadas gratuitas -normalmente la entrada cuesta dos euros- a ambos centros de interpretación hasta el próximo 13 de febrero.
La oferta de realizar estas visitas con una guía especializada -se ha contratado a tres trabajadoras a través de Corporaciones Locales- se ha ampliado además al centro histórico del municipio, al calabozo del siglo XVIII y al bosque de las secuoyas. La buena nueva supone que Cabezón vuelva a poner en activo la atractiva oferta museística con la que cuenta un municipio de casi 9.000 habitantes. A los centros de interpretación ya mencionados, se unen el Poblado Cántabro -de momento, cerrado al público- y el Museo de la Naturaleza de Carrejo, que es gestionado por el Gobierno de Cantabria.
El objetivo de Ricardo Pons, artífice de este proyecto, es ampliar el museo con material nuevo
La propuesta es tan amplia como diverso el interés que despierta cada complejo museístico. Mientras que en el bosque de las secuoyas la afluencia de visitantes comienza a resultar inabarcable, el Museo de Arte Textil necesita un empujón para ganarse la simpatía del público, tanto del oriundo como del foráneo. Aunque el resultado de la experiencia al final siempre sea satisfactorio. Así lo afirma la directora de la oficina de turismo, Sara Escalante, que muestra las bondades de este espacio junto a Sheila de Cos y Montserrat Pons, encargadas de realizar las visitas guiadas. «La gente se sorprende de que un sector como el textil tenga tanta potencia en el municipio y haya sobrevivido, a pesar del varapalo que ha sufrido esta industria como consecuencia de las políticas medioambientales», explican. Pero desde la Textil han sabido adaptarse con la puesta en marcha de políticas dirigidas a producir de forma sostenible, lo que también se muestra en el museo, que es una especie de extensión de la empresa cabezonense.
Sin embargo, el centro de interpretación conserva ese encanto nostálgico de fábrica antigua, porque lleva impresa la personalidad de Ricardo Pons, el verdadero artífice de este proyecto. Hijo Adoptivo de Cabezón, este catalán, con una amplia trayectoria en el sector, decidió poner en marcha el proyecto hace nueve años. Muchas de las máquinas textiles expuestas son suyas, otras las ha buscado y traído hasta aquí. Pons piensa a lo grande y quiere que el museo crezca, «pero para eso sería necesario disponer de más espacio», aclara Escalante. El guante ya está echado.
En las vitrinas del museo, los hilos son como regalices de colores superpuestos. Hay aparatos que no conocen los que han nacido en este siglo y quizá en el anterior tampoco. Una calculadora de nóminas, un durómetro (para medir la dureza de las gomas), un telar mecánico de garrote, una tricota manual. Piezas difíciles de pronunciar e imposibles de manejar que resultan atractivas por su extrañeza. Conocimiento aprovechable por las nuevas generaciones.
De ahí que Montserrat Pons destaque la importancia de este espacio desde el punto de vista didáctico. «Hablamos de cómo los deshechos del mar se pueden reconvertir en materias primas para fabricar tela». Mediante la visita al museo, «se inculcan criterios de respeto por la naturaleza y se hace hincapié en no consumir por consumir, sino teniendo en cuenta una especie de justicia social». La gente sale «encantada», insisten, siendo un poco más rica en el conocimiento sobre la historia de Cabezón.
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