De punta en blanco en la finca del marqués

El protocolo marca que la vestimenta sea blanca. Las sombrillas de encaje son también bienvenidas, lo mismo que los sombreros de paja, las prendas de lino, las leontinas prendidas al chaleco. De esta guisa se recrea con más detalle y fulgor el tiempo que habitó el marqués de Valdecilla: Ramón Pelayo de la Torriente (1850-1932), vecino ilustre de Medio Cudeyo y dueño entonces de una hermosa finca de casi 15 hectáreas que cada verano acoge El Retornar del Indiano. Este año, la programación de teatro, música, talleres, exposiciones y espectáculos dura todo el fin de semana.

Hoy amenazaba lluvia, pero a media hora de comenzar las actividades nadie pensaba en abandonar. Los actores de la Escuela de Teatro de Fernando Rebanal colocaban las últimas sillas en los puntos previstos para sus cinco representaciones; en la cantina el personal disponía con esmero manteles y platos, y en la Casa Blanca tenían todo a punto para realizar la primera visita guiada y gratuita de la jornada. Al margen de mostrar las estancias y novedades domésticas de la época, el gran objetivo de los recorridos por la residencia del marqués es «dar a conocer su labor como filántropo y como indiano», recuerda Pilar Torre. Guía del museo y hoy vestida de blanco como dicta el 'protocolo Valdecilla', Torre se declara encantada de participar un año más en una recreación histórica que tira de la «promoción» del municipio –«siempre hace falta»– y que atrae a la finca a numeroso público cántabro, pero también a «muchos turistas» foráneos.

Como otros españoles en América, Ramón Pelayo hizo fortuna en Cuba con la caña de azúcar y, a su vuelta a Cantabria, financió escuelas, juzgados, un cuartel de la Guardia Civil, la iglesia de Valdecilla. No obstante, su herencia más sonada es la casa de salud, el actual Hospital Valdecilla de Santander. Con ese telón de fondo y sin olvidar otras casuísticas sociales, escribe Fernando Rebanal las escenas teatralizadas que se representan en la finca municipal cada Retornar del Indiano. Lleva cerca de 40, a razón de cinco por edición. Las visitas, los conciertos, los encajes y las sombrillas imprimen tinte histórico a la jornada, pero el teatro no deja de ser su gran eje. De hecho, los diferentes emplazamientos de las escenas hacen que el público se desplace por los jardines en una suerte de baile teatral.

En esta ocasión, Rebanal y 27 de sus actores – «todo el mundo quiere participar», también los alumnos del grupo juvenil– proponen viajar en el tiempo con unos 'Baños de Ola' que se representan en la Casuca; 'Vino por la lana y se marchó trasquilada', en el edificio San Rafael; 'La gallina', en la bolera; 'Poniéndose a parir', en la fuente Benlliure, y 'El yanqui y el mambís o la vida en un tris', frente a la casa-garaje. «Muchas de las obras tienen un envoltorio cómico, pero un fondo más didáctico, como 'La gallina'», donde se habla de la carestía de la vida y el escaso alcance del jornal. Rebanal aplica rigor histórico a sus piezas y hace que la Guerra de Cuba y que el «refugio que dio Ramón Pelayo a las tropas españolas» empapen las escenas sin aparcar el humor. «El teatro es columna vertebral de este día y nosotros encantados», admite antes de perderse en los jardines, velando por que las escenas comiencen de forma simultánea.

Exposiciones, un concurso de fotografía, pícnics en el jardín, espectáculos de baile, talleres infantiles y pintacaras, actividades con flores, sorteos y conciertos de músicos cubanos completan la programación de El Retornar del Indiano, que, además de en la finca del marqués, tiene sede en Castilla Termal Solares.

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