Alcaldesa y maestra de ocho niños
San Pedro del Romeral ·
La regidora es la directora de una de las escuelas rurales más pequeñas de la región y ella misma se encarga de que reciban su tarea semanal en casaSan Pedro de Romeral es uno de esos lugares increíbles por descubrir cuando todo pase. Un pequeño rincón pasiego de los de pura cepa, de prado, montaña y ganadería trashumante. Es también un municipio en el que ahora viven confinados con sus familias un puñado de niños. La crisis sanitaria nos ha cambiado la agenda y los esquemas a todos, también a los ocho escolares que estudian en el Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Nuestra Señora del Roble, una de esas escuelas mínimas que aún quedan en Cantabria, y que prestan un servicio esencial en el entorno rural y despoblado. Los pequeños juegan con ventaja respecto a un colegio urbano, porque aquí son los docentes y Azucena Escudero -alcaldesa popular y también su maestra- quienes les llevan la tarea a casa semanalmente.
Como el resto de centros de la región, el pasado 12 de marzo, el colegio pasiego recibía la orden de confinamiento. Al día siguiente, viernes 13, tocaba comunicar a los niños cómo se iban a organizar las clases desde casa por la declaración del estado de alarma en todo el país. Sus ocho alumnos -cinco escolares de la etapa Infantil y tres de Primaria-, sus dos maestras para cada ciclo y el resto de profesorado especialista coordinaron un plan para seguir conectados con ellos.
Dentro de la anómala situación de confinamiento formar parte de un pequeño colegio rural es ahora una ventaja para los alumnos porque siguen teniendo una atención muy personalizada de los docentes. De hecho, la organización que se planteó en San Pedro es simple, una vez por semana se programan «unas fichas» para que los alumnos hagan en sus hogares y se les reparte «casa por casa» para que los hagan. Es la directora del centro, que también es la alcaldesa del municipio, Azucena Escudero (PP), quien llama a las puertas para entregar «los trabajos» de las tutorías y también del especialista de inglés -que acude al centro dos días por semana en condiciones normales- o las instrucciones del especialista en pedagogía terapéutica con el que cuenta en centro. En este último caso, la profesional que imparte estas clases se ha trasladado a vivir al municipio, por lo que presta además el servicio del plan de refuerzo orientación y apoyo (PROA) a educación infantil y primaria que, en este caso, corresponde por tratarse de un núcleo rural donde el refuerzo extraescolar es complicado de adaptar a las distancias.
«A veces nos sentimos como Wikipedia, tienes tanto tiempo para dedicarles que te toman como si fueses su diccionario»
«El primer día nos dedicamos a hablar con los niños, a explicarles que esto no eran unas vacaciones», relata Escudero. Pero no todos lo interiorizaron a la primera de cambio e hizo falta darles tiempo para que se acostumbrasen. «La primera semana les costó un poco entender que si estás en casa tienes que trabajar igual que en clase. Estaban algo perezosos y su forma de escribir era más descuidada que en el aula, para ellos era como si fueran deberes de casa», describe. «Pero son niños buenos y responsables y, al final, lo han ido entendiendo bien», resume.
De forma semanal la directora acude al centro, organiza las tareas y saca las fotocopias que luego entrega a las familias a domicilio con las correspondientes medidas de higiene y distanciamiento con las que nos ha obligado a vivir la pandemia. La siguiente fase es la comunicación diaria con el alumno. «Todos tienen en casa un móvil, así que los profesores hacemos un vídeo explicativo con las tareas y se lo mandamos por Whatsapp y ellos nos responden o nos llaman para preguntar las dudas o corregir los ejercicios a diario», describe.
La ventaja de ser pocos
El hecho de tener pocos alumnos en este tipo de escuelas facilita las cosas a nivel organizativo y de atención al alumnado, aunque corres el riesgo de ponérselo demasiado 'chupado'. «Ser tan pocos, en cierto modo sí puede ser una ventaja», responde Escudero aunque matiza que, al tratarse de un número reducido de escolares «también corremos el peligro de crear niños un poco dependientes de nosotros», incide. «A veces nos sentimos como la Wikipedia, porque tienes tanto tiempo para dedicarles a cada uno de ellos que es cómo que tú eres su diccionario», bromea.
Una cercanía, la del profesor y el alumno en la escuela rural, de la que no se puede disfrutar tanto un centro convencional por el ratio de alumnos por aula. «Se desarrolla con ellos una relación especial, casi familiar...», reflexiona la docente. «A veces se meten en el despacho y me cuentan sus cosas cotidianas; si les ha parido una vaca, si van a la muda o cualquier otra cosa», describe.
¿Cómo llevan el confinamiento los niños? «Antes del estado de alarma protestaban: ¡Quién habrá inventado el colegio! ¡Yo quiero ir al ganado, a la muda...! Ahora dicen lo contrario, que qué bien estaban ellos en el colegio».
En San Pedro guardar las distancias es sencillo por su propia orografía. No hay aglomeraciones ni contaminación, la población es escasa, pero a los niños les gusta jugar entre ellos y no poder hacerlo se les hace algo cuesta arriba a estos ocho valientes, de entre tres y doce años de edad. «Se están quedando en casa, no ves a los niños por la calle y no salen al parque», responde la también alcaldesa de la localidad.
Ocho alumnos reciben formación en el Colegio Nuestra Señora del Roble en San Pedro de Romeral. Cinco de los niños cursan Educación Infantil y los otros tres están en el ciclo de Educación Primaria. Además de sus dos maestras, cuentan con clases de refuerzo por las tardes.