Los 40 años de Terminal Sur
El mítico local santanderino, famoso por su limonada, reúne en una gran fiesta en la calle a generaciones de amigos por su aniversario
El plan de inicio era un proyecto efímero: abrir el local hasta conseguir ahorrar el dinero suficiente con el que marcarse un gran viaje. Por eso aquel 23 de noviembre de 1985, cuando Terminal Sur abrió sus puertas en el Pasaje Zorrilla de Santander, ni Alberto Camarero, su dueño, ni cualquiera de sus socios de aquel entonces, todos amigos, imaginaban que hoy, cuarenta años después, el local seguiría abierto:«Hicimos ese viaje y muchos otros, pero nunca nos fuimos del todo», cuenta con nostalgia Camarero.
Con más canas que aquel entonces, pero con la misma sonrisa, este hombre quedó atrapado en las labores diarias de la barra de bar, los buenos ratos pasados con los clientes, las tardes en torno a un buen vino y una mejor conversación y todo aquello que sucede en los bares y en ningún otro lugar en la vida. «Me enganché y nunca lo dejé, y míranos hoy». Lo explicaba ayer emocionado, rodeado de clientes y amigos en la gran fiesta que organizó para celebrar estas cuatro décadas de vida.
«Hemos servido a abuelos y ahora estamos sirviendo a sus nietos. Son varias las generaciones que llevan años viniendo por aquí», porque el local se ha convertido en uno de los clásicos de la ciudad, de los pocos que no ha cambiado de manos en todo este tiempo. Lo reconocen sobre todo por su limonada, que ya es tan popular que se ha convertido en un atractivo turístico de la zona, sobre todo desde que alguna guía de ocio dijo que probarla era obligado en cualquier visita ocasional a la capital cántabra. «Empezamos a hacerla hace 30 años porque un compañero la traía de casa y pensábamos, ¡qué rico está esto mezclado con todo!», recuerda Camarero. «Así que hoy, cada día, ponemos a trabajar a la thermomix para hacer litros y litros».
Ayer la fiesta fue multitudinaria. Invitó la casa en una jornada para pasarlo bien en torno a la música en directo, la cerveza, el vino, las copas y las anécdotas de cuatro décadas. «Este sitio es, literalmente, 'el templo'», proclama un joven santanderino de toda la vida. Quizá sea esa la mejor descripción para este referente histórico.
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