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En Peña Herbosa, denominada por un cartel al inicio de la calle como área residencial en busca de un tráfico lento, se suceden los bares. Javier Cotera
Los bares se meriendan el centro

Los bares se meriendan el centro

En calles como Peña Herbosa o Tetuán la hostelería deja en mínimos a otro tipo de negocios

Violeta Santiago

Santander

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Jueves, 1 de enero 1970

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Una de las contadas comerciantes que queda en Peña Herbosa ha glosado el sentir con humor. Su tienda vende complementos y tocados pero, en su escaparate, una pizarra anuncia: «Menú del día. 1º pendientes, 2º colgante, postre: gargantilla bañada en turquesa». Es un intento de no perder el compás del entorno, porque Peña Herbosa contabiliza hoy el doble de tascas y restaurantes que de cualquier otro tipo de negocio. Hay 21 establecimientos hosteleros y solo 11 que no lo son. Allí sales de un bar de tomarte un vermú y siete pasos más adelante te pides un cocktail y, en otros siete metros, un vino con ostras y, en siete más, unos platos de ahumados.

Los profesionales dicen que la fórmula «beneficia», ya que se «reúne» a la posible clientela en un área, se crea un ambiente determinado y «gusta a los turistas», que saben a dónde dirigirse a abrevar cuando visitan la capital. El presidente de la Asociación de Hostelería, Ángel Cuevas, cree que el modelo «es bueno». «Son calles atractivas para el turismo. Nosotros abogamos por las peatonalizaciones y las terrazas y en Santander todavía hay pocas. Eso sí, siempre cumpliendo con los horarios, las insonorizaciones...».

En datos

  • 276 locales de hostelería de la más diversa índole conviven en el área que va del Ayuntamiento a Puertochico. Son nueve más de los que había el año pasado.

  • 21 locales de hostelería están abiertos ahora mismo en la calle Peña Herbosa frente a 11 negocios de otro tipo: dos peluquerías, una tienda de alimentación, un banco, un taller de costura, una tienda de complementos, otra de telas, una escuela de inglés con dos sedes, una consultora y una chocolatería.

  • 300 metros de Calderón de la Barca albergan actualmente siete terrazas cubiertas. En la calle perviven ocho negocios de otro tipo (hay un local clausurado).

  • 11 bares y restaurantes se pueden encontrar en la acera impar de Tetuán desde la plaza de Amaliach hasta el Parque del Barco..

Cuevas no está de acuerdo con que se limite el número de metros entre bares. La ordenanza que obligaba a guardar una distancia de 25 metros antes de poder abrir otro se eliminó y ahora no hay requisito de separación, pese a que incluso algunos hosteleros (como Margarita Cobo, de la Asociación de Peña Herbosa) son firmes defensores. Cobo mantiene que los hosteleros «somos los primeros en no querer que en las calles solo haya estos negocios. A mí me da bastante pena y está ocurriendo por toda la ciudad. El Ayuntamiento debería volver a regularlo».

«Una calle con muchos negocios de hostelería es atractiva para el turismo. Eso sí, cumpliendo la ley»

Ángel cuevas | Presidente de la asociación de hostelería

Además, tal concentración de locales de copas tiene efectos secundarios: el comercio se achica y la gente se lo tiene que «pensar y repensar» antes de comprar vivienda en el lugar. María José Ruiz, de la inmobiliaria Pas Nuevo Piso, sostiene que «como premisa, nadie quiere vivir encima de un bar y menos en una calle plagada». Aunque luego vienen «los matices». «A quien busca una segunda residencia no le importa tanto y tampoco a quien compra como inversión, para alquilar». A estos dos perfiles, el hecho de que haya bares «les puede beneficiar en que les rebajan el precio».

«Los comerciantes se quejan de que las terrazas son tan grandes que les hace invisibles a ellos»

Agustín ordejón | Comerciantes de Fepycan

Los residentes en estas zonas, por su lado, llevan mal los olores y los ruidos de madrugada, al mediodía y por la noche –cuando no son de los bebedores, son de los hosteleros recogiendo o de los repartidores a primera hora de la mañana–.

Ensanche con 276 bares

Tras una larga crisis en la que los locales del centro abrían y cerraban casi con idéntica rapidez, los últimos tiempos vuelven a ser «de expansión» y se nota en vías señeras, que están colonizadas por negocios cada vez más diversos. En el Ensanche santanderino sigue subiendo la cifra: han pasado de ser 267 hace un año a ser 276. Nueve para arriba, «pero en un área ya de sobra saturada», censura Ricardo Alea, presidente de la la Asociación de Vecinos Pombo, Cañadío y El Ensanche, que lleva registrado al dedillo todo el movimiento porque ya son lustros luchando contra este fenómeno. Se queja de que los hosteleros «respetan poco» y el Ayuntamiento «no les pone todo el coto que debiera».

«Los profesionales somos los primeros en no querer que en las calles haya sólo bares. Habría que regular»

margarita cobo | asociación peña herbosa

Corrobora el incremento del censo un empresario del sector que no quiere dar su nombre. «El gran área que va del Ayuntamiento a Puertochico se está transformando a pasos agigantados en un destino de ocio, a imitación de las siete calles de Bilbao o Pozas. Solo que allí no tienen mar y aquí lo tenemos a 200 metros», se ufana. Él ve bien esa transformación («generamos actividad») aunque duda de que pueda ir a más por una cuestión de rentabilidad.

«Los hosteleros respetan poco y el Ayuntamiento no les está poniendo todo el coto que debiera»

Ricardo alea | Asociación Cañadío-El Ensanche

«Los bares están ganando terreno clarísimamente en el centro de Santander», explica Agustín Ordejón, de Fepycan, defensor del derecho «de todo el mundo a montar lo que quiera». Asegura, sin embargo, que su asociación le ha pedido directamente al empresariado del Casco Viejo «que deje vivir a los vecinos y, sobre todo, que cumpla las ordenanzas municipales sobre terrazas y ocupación de espacios. Los comerciantes se quejan de que se instalan terrazas tan grandes que ni se ven los escaparates de las tiendas».

Durante décadas, hubo en Santander tres rutas donde predominaban los bares: el Río de la Pila (uno detrás de otro), la plaza de Cañadío y Gómez Oreña (formando un todo) y la propia Peña Herbosa. Había otras áreas con oferta –aunque sin acaparar tantísimo el espacio– como Puertochico, Hernán Cortés o el casco viejo (Arrabal, calle del Medio) y Daoiz y Velarde.

Hace ya unos seis años se puso de moda Tetuán que, tras una reforma urbana que despejó la plaza Pedro Poveda, se lanzó a mover iniciativas que cuajaron y que incluso han intentado copiar otras calles. En Tetuán, en los 300 metros de la acera impar que enlazan la plaza de Amaliach con el Parque del Barco (son tres minutos andando) se avistan 11 bares frente a sólo una panadería, una inmobiliaria, una peluquería, un local cerrado y una tienda de alimentación.

(Izquierda) Tetuán se relanzó hace unos seis años como zona de ocio de referencia. (Derecha). La gran concentración de terrazas del último tramo de Calderón de la Barca. Daniel Pedriza | Segio García
Imagen secundaria 1 - (Izquierda) Tetuán se relanzó hace unos seis años como zona de ocio de referencia. (Derecha). La gran concentración de terrazas del último tramo de Calderón de la Barca.
Imagen secundaria 2 - (Izquierda) Tetuán se relanzó hace unos seis años como zona de ocio de referencia. (Derecha). La gran concentración de terrazas del último tramo de Calderón de la Barca.

La concentración se repite en Daoiz y Velarde (18 establecimientos), en Casimiro Sainz (8), en la calle Bonifaz (11), en la del Sol (8), en Castelar y en el Paseo Pereda. Están algo más diseminados en los 750 metros de Ataulfo Argenta, donde se localizan 17. Pero en estas últimas calles es mayor la convivencia de cafés, cafeterías, cervecerías, heladerías, tabernas o 'afterworks' con otra clase de locales.

Y la mezcla sigue estando equilibrada en un tramo de Calderón de la Barca, si bien la hostelería ha florecido como hongos. En el número 7 de este vial empieza un rosario de cenadores que solo acaban al empezar los nuevos Jardines de Pereda. Son siete en menos de 300 metros, aunque se van combinando con negocios varios, que todavía son nueve (uno es una tienda de decoración clausurada).

Este año la Policía Local ya ha puesto 365 denuncias

Los vecinos de Pombo-Cañadío-El Ensanche llevan años reclamando que no se permita a los hosteleros hacer lo que quieran. «Tapan alcorques de árboles para que les entren más mesas en las terrazas, podan ramas que les molestan, almacenan mesas y sillas en la calle (en Bailén hay una terraza especialmente sangrante contra el Mercado del Este), el mobiliario de los bares deja sin uso los bancos». Creen que no se vigila lo suficiente y que las denuncias caen en saco roto. Pero la Policía Local puso en 2017 480 denuncias y, en lo que va de año 2018 (hasta el día 14 de octubre), lleva 365. Por las causas más diversas: ruidos, incumplimientos en las terrazas o elementos ornamentales no permitidos.

Que ambos sectores cohabiten le parece «positivo» a África Fernández, que regenta la tienda de ropa 'Malvarrosa', en Hernán Cortes, donde «las tiendas tienen su personalidad y la hostelería está bien montada». Le parece una propuesta «idónea», porque quien se acerca a comer acaba viendo un escaparate o quien sale de compras se queda de picoteo. Sabe, eso sí, que cuando un local se vacía «existe un alto riesgo de que lo siguiente que se abra sea un bar».

Esto mismo lamenta la dueña de 'T'encontré', Pilar Gómez, «encantada» de abrir su persiana en Peña Herbosa, un lugar «tan turístico» en el que a veces se siente «invisible», sepultada por la hostelería. Le compensa que los vecinos «aprecian que no todo seamos bares. Se alegran de que los comercios nos mantengamos». Elisa Rentería, de Elisa Cortinajes de Peña Herbosa, vive sin drama la situación. «Por aquí pasa mucha gente que se fija en mi taller. Siempre lo he conocido así (25 años) y no me quejo».

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