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Cierra el centenario comercio Regalos Pico
El negocio abrió sus puertas en Santander en 1921 y pondrá fin a su trayectoria el 31 de octubre con la jubilación de Ana Pico, la tercera generación
Una cartera por el Día del Padre, un collar por el cumpleaños de la abuela, o un juego de mesa para un amigo. Regalos Pico ha sido, durante más de cien años, ese lugar de referencia en Santander cuando se acercaba una fecha especial y tocaba buscar el detalle perfecto. También era parada obligatoria para comprar un recuerdo de las vacaciones y ese lugar donde encontrar las figuras perfectas para el Belén de Navidad. Ahora, unos llamativos carteles de color rojo anuncian en el escaparate que el negocio cerrará pronto, dejando aún más vacía la lista de comercios centenarios que sobreviven en la capital cántabra. Para Ana Pico, que pertenece a la tercera generación de la familia de comerciantes, ha llegado el momento de jubilarse. Sus hijos han elegido otras profesiones, por lo que no hay opción de relevo.
La decisión llevaba meses dando vueltas en la cabeza de Ana, y cuando arrancó el verano ya sabía que sería el sprint final del negocio. Aunque la Navidad también es tradicionalmente una buena temporada de ventas –por su amplio repertorio en figuras de Belén–, no llegará a la de 2025. Su fecha de cierre es el próximo 31 de octubre. «Si llegamos», apunta, ya que la gente no para de acercarse a la tienda a aprovechar los descuentos de liquidación, de entre un 25% y un 60% sobre el precio habitual.
La tienda no tiene relevo generacional porque los hijos de Ana Pico han elegido otras trayectorias
El comercio se trasladó a la Plaza Vieja en 1928 y, tras el incendio, se fue a la actual Pombo hasta 1948
Aunque nació más enfocada a la papelería, el negocio evolucionó hacia los regalos más variados
La entrada y salida de clientes es constante desde que esta semana han anunciado la liquidación. El comercio es un trasiego de gente que entra, pregunta precios y consulta sobre productos. «Solo me queda el del escaparate», responde Ana a muchas de estas peticiones, pues ya está dando salida a muchos artículos. Este local tiene tres plantas –la baja, una subterránea y una primera planta–. En la baja, según se entra al establecimiento, hay dos mostradores enfrentados y baldas y expositores repartidos por todo el espacio y con todo tipo de productos. Hay llaveros, carteras, cinturones, juegos de mesa, collares, marcos de fotos, plumas, bolígrafos... En la planta baja, tienen las figuras de Belén y también venden complementos de Carnaval que, por la próxima fecha de cierre, estarán más destinados a la fiesta de Halloween.
La recién iniciada liquidación dio ayer un traspié a primera hora de la mañana con el fallo de la cerradura de la puerta. Aunque habitualmente abren a las diez, ayer tuvieron que retrasar la apertura una hora y media por esta razón, hasta que el cerrajero pudo abrir el comercio. «Mucha gente ha venido y al ver la situación ya me han dicho que volverían más tarde», comentaba Ana, apurada, mientras esperaba a que el incidente se resolviera. Cuando por fin se pudo abrir la puerta, Ana y su compañera se tuvieron que poner rápidamente tras el mostrador y a subir y bajar del almacén, pues en apenas un minuto se les había llenado el local de clientes con ganas de llevarse un pedacito de Pico.
Aunque Regalos Pico –que cuando abrió estaba más enfocada a la papelería– es un clásico de la calle San Francisco, no siempre estuvo ahí. Ceferino, el abuelo de Ana, sí abrió la tienda en el número 17 de este vial, a escasos sesenta metros de donde está hoy, aunque en 1928 se trasladó a la Plaza Vieja, que estaba localizada junto a la iglesia de La Compañía y que fue arrasada por las llamas del incendio de 1941, al igual que el local y el resto de edificios de la zona. Ceferino no se rindió y, tras el desastre, decidió trasladar su negocio a la entonces plaza José Antonio (hoy plaza Pombo), donde se construyeron barracones para acoger a personas cuyas viviendas y negocios habían sido destruidos por el fuego más demoledor de la historia de Santander. Aunque el emplazamiento en Pombo era provisional, se alargó hasta 1948. Fue entonces cuando Pico volvió a la calle que lo vio nacer, concretamente al número 2 de la calle San Francisco. Estuvo ahí cuatro años y, el 24 de noviembre de 1952, se movió al local número 21, donde ha seguido hasta hoy y donde en algo más de mes y medio pondrán el broche a su historia.
Y fue ya en este local donde se colocó el característico rótulo de la tienda. Al Ceferino fundador le sucedió su hijo Ceferino, y a este su hija, Ana. Desde hace años, Pico ha diversificado su área de negocio y ha ido más allá de la papelería y las estilográficas hasta la amplia variedad de artículos que tiene hoy, tanto de regalo como complementos para el hogar, artículos de escritura, bisutería, complementos y juegos de mesa, además de complementos para disfraces y exposición y venta de belenes.
Navidad y, después, verano
La mejor temporada de ventas, por lo menos desde que es Ana quien lidera Regalos Pico, es la Navidad. Porque en esta tienda son especialistas en nacimientos. Además del escaparate, que acoge cientos de figuras cuando se acerca el final del año, en su planta baja hay un despliegue con todo tipo de elementos: misterios, pastores, animales, edificaciones... Comprar estas figuras en Pico es una tradición que ha pasado por las mismas generaciones que la propia tienda; de abuelos a hijos y de hijos a nietos. En cuanto al verano, sobre todo julio y agosto, también es una buena temporada. En esos meses, la clientela cambia porque pasan de ser los santanderinos y cántabros del resto del año a los turistas, sobre todo nacionales –muchos de Madrid– y también extranjeros, entre los que destacan los franceses.
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