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La historia de la Casa-palacio y Real Club de Regatas

La historia de la Casa-palacio y Real Club de Regatas

Mario Crespo

Santander

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Miércoles, 13 de julio 2022, 07:14

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En noviembre de 2014 los socios del Real Club de Regatas tomaron una tan razonable como necesaria decisión: ceder unos dos mil metros cuadrados, las plantas tercera y cuarta de la sede de su propiedad, la imponente casa-palacio de Juan Pombo Conejo (1815-1889), a una empresa hotelera durante un periodo de setenta años, a cambio de acondicionar el inmueble completo y hacerse cargo de los correspondientes impuestos que el probo Ayuntamiento, obviamente, no va a dejar de percibir cada año. De otra manera, aun con las cuentas saneadas, el mantenimiento habría resultado inasumible, y esta es una de las constantes, de hecho, de la historia del edificio, iniciada en los tiempos de los ordenados e impíos ensanches de mediados del XIX: la verdad es que solo el primigenio, ricachón y expansivo Pombo, industrial harinero «del comercio de esta plaza», inversor y propietario, prolífico fundador y político, hubiera podido con los costes. En 1852 adquirió los terrenos y levantó la casa-palacio, que constaba de planta baja y principal, más dos plantas y ático, sobre proyecto del arquitecto burgalés Severiano Cecilia. Más de cinco mil metros cuadrados construidos mirando a la plaza sucesivamente llamada de la Libertad, de la Constitución, de Isabel II, de José Antonio o de Pombo, con una doble entrada, la noble desde la plaza, con señoriales escalera y balaustrada, y la de servicio por la calle Martillo.

El edificio sufriría al poco tiempo al menos dos incendios, lo que provocó la decisiva intervención del arquitecto municipal Atilano Rodríguez, que incorporó nuevos materiales y dispuso los característicos remates en la cubierta, sublimación del adorno, manteniendo una decoración de inspiración clásico-barroca con algunos elementos modernistas, que hace del interior del inmueble hoy en día una afortunada rareza en nuestro tan maltratado catálogo arquitectónico local.

El edificio, con una recreación de la imagen a color
El edificio, con una recreación de la imagen a color

El Club de Regatas se había fundado en 1870, siendo Martín Ruiz Marqués su primer presidente. Se reunían los socios, entonces burgueses industriosos y yachtmen, en primera línea marítima, en el número 11 del Muelle, en un local luego ocupado por el Banco de Santander. La historia santanderina está en buena parte marcada por los incendios, y el de 1880 obligó al traslado del Club al café Cántabro, en la plaza Vieja. En junio de 1899, siendo presidente de la entidad Mariano Linares, fue adquirida la casa-palacio a su entonces propietaria, hija de don Juan, Everilda Pombo Villameriel, por 625.000 pesetas que pusieron los socios, más otra apreciable cantidad para la adquisición de mobiliario adecuado. El Club, que desde 1893 llevaba el título de «Real», habiéndose nombrado al rey Alfonso XIII socio de honor, se dedicaba entonces a la organización de festejos náuticos auspiciados por el Ayuntamiento y la participación en competiciones de balandros de diverso carácter, además de intervenir en la ordenación del salvamento marítimo. En 1906 fue además uno de los fundadores de la Federación Española de Clubes Náuticos.

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Everilda Pombo Villameriel (Santander, 1851 era la propietaria de la casa-palacio por la que recibió 625.000 pesetas.

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Pero la ubicación de la casa-palacio no era inmediata al mar. Esta circunstancia, junto con la llegada de nuevos socios con otros intereses recreativos, fue condicionando las actividades de la entidad hacia actividades de salón, más que acuáticas, lo que de hecho con los años provocaría la escisión y la fundación de otra entidad que llega hasta nuestros días, el Club Marítimo, que a partir de entonces fue la que protagonizaría la organización de eventos marítimos.

Se diría que, en realidad, la casa-palacio, creada por el acaudalado Pombo, a pesar de la modernidad comercial y esencialmente exterior de su fortuna, mantuvo su vocación de nuevo salón aristocrático de inspiración tradicional, y así el Real Club de Regatas readaptó sus fines hacia entidad de tertulia, cultural y deportiva de interior. Fue un volverse al amplio interior de sus cuatro plantas desde el exterior de la bahía, que viene a ser otro interior aunque más disimulado.

Durante la guerra civil el edificio fue primero incautado por el Frente Popular y luego por Falange, a merced por tanto de las hordas de uno y otro bando; no sólo parte del mobiliario se dispersó, sino que hubo que legitimar de nuevo la propiedad del inmueble. Fueron los mediados del XX unos años de muy difícil coyuntura. Además de los bajos comerciales se planteó alquilar algunas zonas de la casa-palacio, como así sucedió puntualmente con la Cámara de Comercio, e incluso se ofreció al Banco de Santander, que en sus iniciales tiempos de Banco Mercantil estuvo alojado en parte de la planta baja (no en vano Juan Pombo había sido uno de sus fundadores). A lo largo de las plantas se han ido distribuyendo los salones de juego (billar, ajedrez, naipes), la biblioteca y los diversos servicios del Club, entre los cuales se contó en su día un bingo, como organizó también el Ateneo.

Proyecto del Club de Regatas realizado por Atilano Rodríguez en 1875
Proyecto del Club de Regatas realizado por Atilano Rodríguez en 1875 Cedida

La apertura de un hotel en parte del inmueble es, en fin, una consecuencia lógica del acelerado correr de los tiempos. La entidad que felizmente ha cumplido siglo y medio convivirá ahora con otro servicio notable para la ciudad, aunque conviene decir de nuevo que, a menor escala, el Real Club de Regatas casi siempre ha tenido que recurrir a fórmulas de financiación para mantener la noble casa-palacio de Pombo que sus socios adquirieron en su día.

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