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Trabajos de reconstrucción de la dana en el barrio de La Fuente en Utiel. IVÁN ARLANDIS

El barrio que presagió la tragedia de la dana

La urbanización de La Fuente en Utiel sufrió la crecida del Magro ya durante la mañana del 29-O y un año después la reconstrucción se centra en reparar el alcantarillado

Pablo Alcaraz

Utiel

Viernes, 24 de octubre 2025, 09:03

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Nadie avisó a los utielanos de que el cielo se iba a abrir sobre sus cabezas el pasado 29 de octubre provocando que el Magro, ese río que de normal discurre mansamente dentro de su cauce, como si de un arroyo se tratara, bajase de la sierra de Mira dispuesto a sembrar un reguero de destrucción y muerte. Los vecinos del barrio de La Fuente sufrieron en sus carnes el preludio de una tragedia que se acabaría saldando con 229 víctimas mortales, seis de ellas en la propia localidad de Utiel. A día de hoy, un año después de la riada, la urbanización, a la que se la puede calificar como la zona cero de la zona cero del desastre, sigue inmersa en un tortuoso proceso de reconstrucción que no tiene visos de culminarse a corto plazo.

A las puertas del aniversario de la dana, el pueblo amanece con 'un día de perros', con fuertes rachas de viento y una llovizna intermitente, pero nada que ver con aquel 29-O. Aquella fatídica jornada, a primera hora de la mañana, los residentes de Utiel ya se vieron sobresaltados por el torrente de agua que bajaba por la Rambla, una de las avenidas principales de la población que provocó una primera inundación en la zona baja del municipio.

La estampa del barrio de La Fuente a menos de una semana de cumplirse la efeméride es más digna de un escenario de postguerra que de una zona residencial. La escasa presencia vecinal la suplen un pelotón de obreros, maquinaria, zanjas y verjas, pues muchos de los residentes no han vuelto a pisar sus casas bien por miedo a una nueva avenida o bien por los retrasos en las obras de rehabilitación.

Reparación de daños

David y Pedro mantenían una fuerte amistad desde antes de la dana, pero la tragedia estrechó más sus lazos. David es albañil y se encuentra ayudando a Pedro, uno de los afectados, a rehabilitar los daños de su hogar. El constructor, a quien contrató Vaersa para inspeccionar los destrozos en los montes, reconoce que «aún falta mucho por hacer» mientras arregla las vigas del pórtico del garaje.

Pedro señala la altura a la que llegó el agua en el interior de su vivienda. David refuerza el pórtico del garaje de una casa. Destrozos en el cauce del Magro todavía sin reparar. I. ARLANDIS
Imagen principal - Pedro señala la altura a la que llegó el agua en el interior de su vivienda. David refuerza el pórtico del garaje de una casa. Destrozos en el cauce del Magro todavía sin reparar.
Imagen secundaria 1 - Pedro señala la altura a la que llegó el agua en el interior de su vivienda. David refuerza el pórtico del garaje de una casa. Destrozos en el cauce del Magro todavía sin reparar.
Imagen secundaria 2 - Pedro señala la altura a la que llegó el agua en el interior de su vivienda. David refuerza el pórtico del garaje de una casa. Destrozos en el cauce del Magro todavía sin reparar.

Pese a residir en una población vecina, la dana le pilló en la parte alta de Utiel y sintió «impotencia» al ver las imágenes de las inundaciones por lo que bajó a socorrer a los damnificados. «Cuando ves el desastre en vivo, el bajón es mayor. No es lo mismo verlo por imagen que bajar a ayudar a la gente, ahí ves todo el horror», asegura. «Estamos acostumbrados a que el río puede salirse un palmo, ¿pero llegar a un primer piso? Eso en la vida», argumenta David antes de soltar un lacónico «la gente está con miedo».

Tanto la altura que alcanzó el agua como su virulencia sobre este complejo residencial quedaron reflejadas el mediodía del propio 29-O en un vídeo grabado desde una de las viviendas y desde el helicóptero de rescate de los bomberos. En las imágenes compartidas por el servicio de Emergencias se aprecia cómo el agua roza los segundos pisos y las copas de los árboles. Dicha publicación de la Generalitat también anunciaba el despliegue de la UME en Utiel, unos militares que, para cuando hicieron acto de presencia en el interior de la provincia, el Magro ya estaba fuera de control impidiéndoles el acceso al casco urbano.

Desde sus conocimientos en el sector de la construcción -relata el diario 'Las Provincias'- David defiende que el temor de los residentes en la urbanización de La Fuente se centran en el estado de los desagües, que quedaron colapsados de barro, y que antes drenaban el agua, «pero ahora no van a tragar tanto».

Homenaje a los voluntarios

En el pasillo de la casa de Pedro, donde el agua llegó a los dos metros y medio de altura, un improvisado mural con pintadas de barro recibe a los visitantes. Las letras que manchan de marrón la pared se corresponden con las iniciales de sus hijas y de unas voluntarias que les ayudaron a achicar el fango, un bonito detalle que, por desgracia, se borrará cuando pinten el muro.

«Vamos muy despacio porque no hay suficientes profesionales para todo lo que hay que hacer», señala este vecino que, por suerte, se ha ido a vivir a una segunda residencia de su propiedad tras la dana mientras ansía que el carpintero ajuste las nuevas puertas.

Sobre el día de autos, Pedro recuerda que tuvo «suerte» de que su hogar tuviera una segunda planta, aunque faltaron «dos escalones» para que el agua alcanzase el piso superior. Según relata, la inundación de la vivienda fue tan rápida que apenas tuvo tiempo para recoger unos papeles médicos antes de refugiarse en las alturas. De hecho, permaneció allí junto a su mujer hasta la noche cuando una máquina retroexcavadora los rescató a través de la terraza.

Este residente admite que un año después «un poco de miedo sí que hay» en el barrio, pero los vecinos que tienen segundo piso van a seguir viviendo allí. «Siempre piensas que no va a volver a pasar, porque no ha pasado nunca y ahora ha sido de golpe. Pero estamos viendo que conforme se calienta el Mediterráneo…», concluye Pedro.

«Se llevaba los coches como barquitos de papel»

José Antonio, el dueño del bar del mercado municipal que se encuentra a escasos metros del cauce, jamás había visto caer tanta agua del cielo en su vida. Afrontó el día de la dana como otro cualquiera, llegó al negocio a las 5:45, a la hora de siempre, pero lo que no sabía era que se quedaría atrapado entre esas cuatro paredes hasta las 9:30 del día siguiente. «Como ese día no ha llovido nunca en España», afirma mientras enseña una galería casi infinita de fotos y vídeos del desastre guardada en su móvil.

A las 14:00 horas de la fatídica jornada, el nivel del agua llegaba a ras de la entrada de su establecimiento. Por suerte, las instalaciones del mercado se encuentran ligeramente elevadas por lo que resistieron a duras penas las embestidas del agua. Sin embargo, las escenas que veían a través de las ventanas era casi apocalíptica: «Se llevaba los coches como barquitos de papel».

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