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Aarón y su madre esperan cada mañana en La Malahá un transporte para ir al colegio en Escúzar, pero nunca llega. Javier Martín
Sin transporte, sin educación

El niño con autismo que aún no ha pisado el colegio porque no tiene cómo ir

Aarón, de cuatro años, tendría que haber empezado en el Cristo del Rescate de Escúzar hace un mes, pero vive en La Malahá con su madre, que no tiene coche, y no le facilitan el transporte

Sara Bárcena Hernández

Granada

Miércoles, 8 de octubre 2025, 14:54

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El viento mece las ramas, los pájaros pían... y, de vez en cuando, se oye el motor de algún coche. Así suenan las mañanas en La Malahá, un pequeño pueblo de la provincia de Granada que no suma ni 2.000 vecinos. Es entresemana; casi todos están trabajando o en clase. Solo unos pocos se libran, los más mayores. Al final de una calle, junto al parque infantil, han conquistado la sombra de los árboles. Allí pasan las horas hasta que, cuando llega el mediodía, abandonan las sillas a su suerte, sabiendo que cuando vuelvan todo seguirá exactamente igual.

Esa certidumbre fruto de la experiencia no se estila, sin embargo, en la calle de arriba, donde el paisaje natural se pierde entre humildes adosados blancos. Solo un hombre vaga por allí a la llegada de IDEAL; acierta el destino y lo señala. En la entrada, sobre un muro, la colada se seca al sol. Mientras tanto, en el salón, el pequeño Aarón mira con entusiamo la televisión, aunque los dibujos animados no logran captar su atención por mucho tiempo. El niño de cuatro años corre, salta, aplaude. No para quieto.

«Todavía no hay un diagnóstico oficial, pero todo apunta a que tiene un trastorno del espectro autista»

Sin pensárselo dos veces, sale disparado. En el recibidor, frente al espejo, juega con su ukelele azul. Y, sin motivo aparente, empieza a gritar. Unos segundos y se le pasa el berrinche. Vuelve a reír y a correr mientras agarra su camiseta roja del hombre araña. Su madre lo persigue por toda la casa. «¡Niño, hazme caso! Ya vamos a salir», le dice. «Todavía no hay un diagnóstico oficial, pero todo apunta a que tiene un trastorno del espectro autista», comparte con este periódico camino al parque infantil.

Aarón y su madre en un parque infantil de La Malahá. Javier Martín

Lary Calixto llegó a La Malahá desde Colombia hace dos años. Cuando se hubo asentado, trajo a su hijo y lo metió en el colegio del pueblo, el San Isidro Salvador. Los maestros no tardaron en ver que necesitaba más atención que sus compañeros. «Repite números, colores, algunas palabras, pero no es capaz de formular una oración completa. Tampoco sabe comer solo o ir al baño», explica la madre. El orientador le sugirió trasladarlo al Cristo del Rescate, en Escúzar, que sí tiene un aula específica para alumnos con necesidades educativas especiales.

«Me dijeron que el transporte escolar iba a estar garantizado desde el primer día de curso, pero mi hijo aún no ha pisado el colegio»

Una vez reconocido como tal, Lary decidió cambiarlo de colegio, no sin antes acusar que no dispone de vehículo propio. «Me dijeron que no me preocupara, que el transporte escolar iba a estar garantizado desde el primer día de curso. Entregué la documentación y realicé la matrícula dentro del plazo, pero mi hijo aún no ha pisado el colegio», denuncia. Las clases empezaron hace ya un mes y la mochila de 'La patrulla canina' sigue tirada en el suelo de la habitación, vacía, sin usar. «Nadie viene a recogerlo y yo no tengo cómo llevarlo».

Supuestamente, un taxi privado debía recoger a Aarón cada día en la puerta de su casa y llevarlo a Escúzar. Un trayecto de siete kilómetros y 10 minutos en coche. Según esta madre, tanto el nuevo colegio como Educación le han asegurado que está «aprobado». «Me dicen que esté pendiente del teléfono, que me llamarán, pero nadie llama, el taxi no llega nunca», asevera. La delegación granadina no se ha pronunciado al respecto, según informa Ideal. Como solución temporal, pidió que el niño acudiera nuevamente a clase en La Malahá, «pero dicen que no hay recursos para atenderlo en aula ordinaria».

Aarón y su madre esperan cada día un taxi que no llega nunca. Javier Martín

La incertidumbre es «total» para esta familia. Aarón no tiene cómo ir a clase y Lary no puede trabajar porque no tiene quien cuide de él. Los días pasan y, en casa, ella le enseña lo que puede. Le pone tarea, hace que hable, que coloree, pero no tiene los recursos. Necesita apoyo profesional. «Si soy yo la que no lo lleva, Servicios Sociales ya habría venido a buscarme. Yo solo quiero que mi hijo pueda ir al colegio como todos los demás niños».

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