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Esther Vicente, la última en dirigir el negocio, recibe a Eloína Saiz, una de sus más fieles clientas. Alberto Aja

La última lavadora de Sarry

El legendario negocio de electrodomésticos cierra tras 67 años de historia debido al «azote» que sufre el comercio local

Javier Gangoiti

Torrelavega

Martes, 26 de marzo 2024, 07:10

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Esther Vicente recuerda la rutina así: salía del cole (el antiguo Colegio María Auxiliadora), iba directa a la tienda y, subiendo por una escalerita hacia el almacén de reparaciones, se sentaba en una caja de cartón para hacer la tarea. Entonces era solo una niña de 10 años, esa que solía mirar desde el otro lado del mostrador a los clientes, mientras sus padres, Jesús Vicente y Esther Lende, se dejaban la piel y hacían historia en Sarry Electrodomésticos, uno de los negocios más emblemáticos de Torrelavega. Por eso ahora, décadas después de aquellos deberes y casi 67 años de la fundación de la tienda en 1957 –a dos portales de ahí, en la calle Consolación 25 y a cargo de Leopoldo Sañudo y Manolo Rivas, que bautizaron la empresa fundiendo sus apellidos–, los clientes de toda la vida no pueden evitar acercarse y sentir pena al ver tanto los carteles de liquidación como una fecha, el 27 de marzo, mañana, anunciando el cierre del negocio.

Eloína Saiz ha entrado a comprar un frigorífico. Es una de esas muchísimas clientes que, mientras ojeaba una tele, una radio, una nevera o lo que fuera –en Sarry se ha vendido de todo– veía crecer a Esther tras el mostrador, primero, hacer sus pinitos en la tienda para echar una mano, ya con 14 años, y coger las riendas, cerca de 2010. «Mis padres, mis hermanos, mis abuelas… Toda la vida hemos ido a Sarry», dice, nada más toparse con el letrero en las narices. «No me había enterado»; «Sí, ha sido todo muy rápido»; «¿Y qué te queda?», intercambian, en una de las mil y una charlas que la familia está compartiendo estos últimos días de despedida, forzada por el dominio de las grandes superficies, internet y «el azote que está sufriendo el comercio» local en general.

A la calle Consolación 27 se han acercado muchos clientes, atraidos por los carteles de cierre y liquidación. A.Aja

Imposible acordarse de todos los que alumbraron estas más de seis décadas de trabajo, ya sea con su padre como empleado –entró como obrero con veintipocos– o como propietario junto a su mujer, después. Esther evoca a Pilar, José Luis, Carmen, Abilio, Blanqui, a Conchi… Mucha gente. Todos esos a quienes sus padres, sin importar el día, siempre atendieron para lo que sea. Lo veía con sus ojos y fue testigo de esa atención al cliente que tanto distinguió al negocio. Se lo recordaban estos días. «Tu padre vino a las nueve de la noche a reparar la tele para que viéramos las campanadas», reproduce, acordándose también de esas otras noches que, tras cerrar la persiana, Jesús se quedaba hasta las tantas arreglando cosas.

¿Qué cosas? De todo. Sarry empezó vendiendo teles, radios, antenas… «En los años de la ciudad del dólar vendíamos de todo». Y más con la popularización de los pequeños electrodomésticos un poco más tarde. Tan pronto se vendían tornillos, lavadoras, neveras, tostadoras como planchas. Por vender se vendieron «hasta sombrillas», como añora Esther de esos veranos en los que sus padres expusieron quitasoles en el escaparate: «No había grandes superficies. Era el comercio local, el trato cercano». Estos días, Esther se topó con unos walkie-talkies. Y, claro, preguntó por ellos en casa:son de cuando subían a las casas para instalar una antena y se comunicaban desde el tejado. Le consta a la familia que la primera tele de Torrelavega fue instalada por Sarry.

«En los años de la ciudad del dólar vendíamos de todo. Era el comercio local, el trato cercano;no había grandes superficies»

Esther Vicente

Administradora gerente de Sarry

Hay mil anécdotas. Dice Esther que Alicia Álvarez, una de las dependientas que trabajó en la tienda desde sus inicios –esa es otra, dio trabajo a mucha gente–, solía contarle que, en los años del dólar, había jornadas en las que al mediodía ni siquiera cerraban. «¿Cuando el mercado estaba en La Llama? Tenían que comer en la tienda». Ella también se quedó alguna tarde. La ciudad se llenaba de ambiente y gente de los pueblos. Iban a los mercados, a las tiendas y, claro, a Sarry.

«Una etapa muy bonita»

Nada que ver con lo de hoy. De unos años para acá, hasta una tienda simbólica y con solera como esta ha sufrido el declive del comercio. «Ha sido la tormenta perfecta», resume Esther, sin querer recrearse en la parte mala de esta despedida. Se le entiende cuando dice que el negocio sencillamente «ya no da» o que lo veía desde hacía años y la cosa no ha terminado de remontar.

Y con eso basta para entender el ocaso de Sarry. Al escaparate se acercan personas todos los días, para despedirse y para rascar algún último tesoro de ese legado, reconocido en la Gala del Comercio de la Cámara de Torrelavega, en noviembre. «Torrelavega se ha volcado mucho. Muchas gracias a los trabajadores que estuvieron con nosotros y a tantas generaciones de clientes, de padres a hijos. Ha sido una etapa muy bonita», expresa emocionada, a la vez que orgullosa e ilusionada con el nuevo horizonte profesional que le depara el futuro.

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