«Me voy por mi delicado estado de salud»
El exdirectivo de Bezana y Racing dimite también a causa de la «virulenta» reacción de parte de la masa racinguista hacia su persona Ramón Muñiz es el tercero de los consejeros en renunciar al cargo para el que fue propuesto
S. VELASCO
Miércoles, 21 de diciembre 2011, 01:10
Tras la senda del expresidente de la Agrupación de Peñas Racinguistas, Fernando Ortiz, y del presidente de la Asociación Cántabra de Administradores de Lotería, Fernando Burgués, Ramón Muñiz se convirtió ayer en el tercer 'nuevo' consejero cántabro del Racing en presentar su dimisión tras la polémica Junta General de Accionistas del pasado domingo. El acto en el que se hizo público su nombre, a propuesta de Francisco Pernía, y con el visto bueno del enviado de Alí Syed al salón de actos de la facultad de Económicas y Empresariales.
Tras comunicar a la entidad su renuncia, Muñiz emitió un escrito a los medios en el que reconoció que «no esperaba ni entiende una virulencia tan grande» por gran parte de la masa social racinguista hacia su persona, y que había tomado la decisión de no continuar en el cargo de consejero motivado «sólo y exclusivamente» por su «delicada salud».
Muñiz explicó que su sentimiento racinguista y su responsabilidad le llevaron a aceptar «con honor y orgullo» el cargo de consejero para el que fue propuesto en la Junta, con el fin de «poder ayudar al equipo de mi tierra en un momento tan complicado».
Además, añadió que quiso estar en el Consejo de Administración del Racing porque «entendía y entiende» que esa era la única forma de ayudar a que la institución recuperase una «normalidad que no tiene ahora» y que «resulta fundamental para que pueda continuar existiendo».
Tras el primer encuentro
La renuncia de Ramón Muñiz se produjo apenas un día después de haber mantenido un encuentro con Ángel Lavín, Roberto Bedoya y -vía telefónica- con Weber Horst, el abogado alemán de Alí Syed que le representó en la Junta General de Accionistas del pasado domingo.
Tras la reunión mantenida el pasado lunes, Muñiz se mostraba decidido a seguir adelante, trabajando para buscar nuevos candidatos «con ganas» que suplieran a los miembros del Consejo que -antes que él- habían tomado la decisión de abandonar el puesto (primero Fernando Ortiz y, a continuación, Fernando Burgués).
Pero ni siquiera 24 horas después de participar en esa particular 'mesa de trabajo' junto a Lavín y Bedoya, el expresidente del Bezana ya estaba fuera de un barco por el que había apostado «con ilusión y ganas de trabajar» y en el que sólo se encontró con «zancadillas».
Ramón Muñiz «ni esperaba ni entiende» -aún a día de hoy- la «virulencia» con la que se desarrolló la Junta General y las posterior represalia a los cántabros que habían aceptado formar parte del nuevo Consejo de Administración. Eso sí, reconoce que con él «no ha sido tan dura», ya que ha recibido «muestras de cariño y de apoyo de muchísimos amigos y de medios de comunicación a los que estoy muy agradecido».
No obstante, subraya que con sus compañeros de nuevo Consejo «se ha sido muy injusto» y se han cometido «actuaciones que me avergüenzan: insultos, amenazas, presiones a la familia... Violencia al fin y al cabo, que nadie ha condenado», lamenta, esperando al mismo tiempo «que cada uno recapacite y no se pasen líneas que se empiezan a sobrepasar y que sólo traen lamentos, pero sin posibilidad de retorno».
En este sentido, Muñiz señala que «ante todo somos personas normales, con ilusión por ayudar a nuestro equipo. No hemos cometido ningún delito, sólo hemos intentado ayudar a nuestro club a través de un grupo que no es el mismo que querían otros», lo cual, añade, «no es suficiente motivo para proceder a linchamientos que ya, hace muchos años, afortunadamente terminaron».
Por motivos de salud
Muñiz confiesa que toda la tensión a la que se han visto sometidos afecta a su «delicada salud», motivo por el que ha decidido presentar su dimisión definitiva.
Por último, en su escrito agradece «a todos el cariño mostrado» y ruega «a aficionados y medios de comunicación que se den cuenta de que se puede discrepar y criticar, pero que no se pueden aceptar ni las presiones, ni las amenazas, ni mucho menos las agresiones físicas o verbales».
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