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MARTA PEDRAZ
Sábado, 24 de agosto 2013, 20:43
A veces su labor pasa desapercibida, pero están ahí. Doscientas personas vigilan las playas de Cantabria entre socorristas, conductores de ambulancia y personal sanitario.
Desde primera hora de la mañana, la nueva sede de la Cruz Roja, en las lonjas del barrio Pesquero de Santander, es un hervidero de ir y venir de socorristas que acuden para recoger el material necesario para cumplir con su labor. Es el centro neurálgico de operaciones. Allí atienden diariamente multitud de llamadas de personas que preguntan sobre el estado de las playas o por los baños adaptados para personas discapacitadas.
Uno de los efectivos llega y firma su parte de entrada. Otros dos recogen sus radios y revisan el material. Socorristas y técnicos entran y salen. Agustín Salán, coordinador autonómico de Salvamento y Socorrismo, reconoce que han sufrido la crisis «enormemente». Para doscientos puestos llegan el doble de solicitudes, «cuando antes costaba cubrir todas las plazas vacantes». También el perfil de los candidatos ha variado: «Antes, la mayoría eran universitarios que buscaban sacarse un dinero en verano, ahora viene gente de más edad, muchos de ellos desempleados», explica.
Dispositivos preventivos
El día está nublado así que ayer, en la playa, no había demasiados bañistas. No es lo habitual y a todos, de alguna manera, hay que 'cuidarlos'. Desde el mar no se ven las caras, aunque muchos saludan, pero sí a cientos de personas que se acercan a los arenales.
Por eso todos los dispositivos de socorrismo están orientados hacia una labor preventiva. Salán resalta que «es muy raro que se produzca un ahogamiento en una playa controlada, porque el dispositivo de salvamento se pone en marcha rápidamente». La vigilancia se establece por zonas. La primera de ellas es la más asociada a la figura del socorrista: la torre de vigilancia, donde se tiene una visión general de la playa. La segunda línea es la dinámica, a pie de playa, que recorren constantemente, siempre alertas, por la orilla del mar. El último recurso preventivo son las embarcaciones que navegan cerca de la costa para vigilar a los bañistas en las playas más grandes.
Pero no todo tiene que ver con el agua. Cruz Roja también se encarga de la atención primaria en la misma playa: picaduras, esguinces, luxaciones y cortes son los problemas más frecuentes y «si los socorristas no pueden hacer algo, vamos nosotros con la ambulancia y los ayudamos», explica Tamara Díaz, una de las conductoras
Un socorrista se acerca en una moto acuática. Viene de ayudar a un pescador que se había caído de unas rocas en Langre. No sabía nadar. Para cubrir los espacios que quedan fuera de la primera línea de playa, Cruz Roja dispone de diez embarcaciones y motos acuáticas. El método más veloz para acudir a un rescate es la moto de agua, aunque las lanchas también se utilizan para ayudar a las embarcaciones que puedan requerir sus servicios. «Atendemos a barcos que se les estropea el motor, se quedan sin batería, o incluso, a personas que se encuentran mal dentro de la embarcación», explica Javier Cabrero, de Salvamento Marítimo.
Recomendaciones
En el área preventiva, además, se han realizado campañas para evitar accidentes propios del verano, como las insolaciones, quemaduras solares, cortes de digestión o lesiones. No obstante, desde Cruz Roja recuerdan la importancia de usar protección solar desde 30 minutos antes de exponerse al sol y luego volver a aplicar la crema cada dos horas; usar gafas de sol, gorra y camiseta; hidratarse bebiendo líquidos; y no realizar esfuerzos físicos en las horas más calurosas del día.
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