«Identifico mis bolos por su sonido al caer»

Es la tercera generación de la familia Postigo que se dedica al oficio de tornero. Su abuelo abrió, «allá por el año 1942», un pequeño taller en un local interior de la calle José Posada Herrera, en pleno barrio de Quebrantada y, salvo pequeñas modificaciones, el espíritu inicial del taller se conserva. Obligado a adaptarse a los nuevos tiempos y demandas del mercado, hace cuatro años cogió el testigo del ya retirado Antonio Pedreguera (un afamado artesano) en el arte de hacer bolos. Actualmente es uno de los pocos artesanos que quedan en la región.

- Es lo que se llama un negocio totalmente familiar.

- Lo fundó mi abuelo. Mi padre empezó a trabajar en el año 1947 y yo en 1985, con 13 años. Mi padre fue el que me enseñó la profesión.

- ¿Ha visto cambiar el trabajo?

- De antes había muchos torneros y cada uno estaba especializado en una cosa, pero se han ido cerrando talleres y ahora hay que hacer un poco de todo.

- ¿Cuándo comenzó a hacer bolos?

- Hace cuatro años. Me enteré que Antonio Pedreguera, uno de los pocos artesanos que quedaban, se retiraba y me puse en contacto con él. Me pasó las plantillas, las normas de la Federación sobre pesos y medidas, y comencé a trabajar. Teniendo la herramienta y sabiendo el oficio, no es difícil.

- ¿Cuál es el proceso para hacer una bolera?

- El trabajo comienza con un año de antelación. Por ejemplo, hace poco he adquirido las 18 toneladas de madera de abedul (la que se utiliza para hacer los bolos), que voy a utilizar en 2009. La preparación comienza con el corte y desbastado, tareas que se hacen siempre entre otoño e invierno. Después se deja secar una temporada.

- ¿Y de 18 toneladas de madera, cuántos bolos salen?

- Depende de cómo esté la materia prima porque los bolos tienen que cumplir con los parámetros que marca la Federación, que es que el bolo pese entre 550 y 630 gramos, lo que varía si se hace de la parte baja o alta del árbol. Aproximadamente unos 2.500 bolos.

- Y una vez ya preparados, ¿cuánto tiempo se tarda en darles forma?

- Dedicándole tiempo, se pueden llegar a hacer 200 bolos en una semana. Pero es un trabajo muy laborioso y sacrificado. Por ejemplo, cada 12 bolos sale un saco de serrín.

- Después de este proceso sentirá cada bolo como algo propio.

- Cada artesano tenemos una marca, una seña de identidad. Muchas veces identifico mis bolos por la televisión con sólo oir el ruido que hacen al caer.

- ¿Cuándo hay más trabajo?

- Los meses previos a las ligas, bien sean de invierno, los campeonatos regionales o la nacional. Por lo general, cada temporada, me encargan entre 180 y 200 boleras. Cada peña suele adquirir, para la temporada, dos juegos, uno para entrenar y otro para jugar. Después, sobre todo entre profesionales, cuando el juego tiene golpes se desecha y, por normativa, en los campeonatos oficiales se exige estrenar bolos. Todo ello genera mucho trabajo.

- ¿Tienen manías los jugadores a la hora de elegir los bolos?

- Depende. Algunos exigen que la madera no tenga ninguna mancha ni faltas.

- ¿A quiénes tiene de clientes?

- Principalmente, a las peñas, como Puertas Roper. También vienen Salmón, Óscar González, e incluso, he mandado boleras al País Vasco, a Cádiz, a Barcelona, y el año pasado, una a Chile. También hago boleras más pequeñas para niños.

- ¿Qué precio tienen?

- Depende. Por ejemplo, una para niños ronda los 70 euros.

- ¿Cuántos artesanos quedan?

- Hay otros dos en Cabezón de la Sal, uno en Puente San Miguel y Antonio Pedreguera, que ahora sólo hace las bolas, un arte distinto.

- ¿Le gustaría que su hijo continuase con el negocio?

- Esto te tiene que gustar; además con la competencia de las grandes superficies de bricolaje el trabajo es cada vez más difícil y muy específico. Además, yo empecé aquí con 13 años y los chavales ahora con esa edad son unos críos.