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LETICIA MENA
Sábado, 9 de enero 2010, 13:49
Lejos de los platós de la televisión, de las páginas del papel couché, de las exclusivas y por supuesto sin un cheque millonario por delante, Toñi Salazar y Roberto Liaño aceptan la invitación de Cantabria en la Mesa para comer en uno de los restaurantes más punteros de Santander: Los Infantes, en pleno Sardinero. Llegan puntuales a su cita. A los dos les gusta llegar a la hora pactada y cuando todavía el reloj no marca las dos y media, aparecen frente al Casino con un precioso Audi azul marino. Los dos ponen pie en tierra con una gran sonrisa y con ganas de pasar un rato agradable. Acaban de retomar su relación después de una tregua de ocho meses y tienen muchas ganas de que salga bien. En público no esconden un ápice del cariño que se profesan y, aunque son muy distintos, tienen un fondo común muy parecido: los dos son muy buena gente.
Horas antes de la comida, Roberto se dispuso a correr once kilómetros por Maliaño. Reconoce que el deporte es una de sus pasiones, de ahí el cuerpo que tiene. Y mientras su chico le daba al 'footing', Toñi bajaba a desayunar a una cafetería cercana a su ático de Maliaño, que es donde se quedan cuando están en Cantabria. A primera hora se enfundó en un chandal y se puso unas grandes gafas de sol. Sin caer en que el martes es el día en el que se monta el mercadillo de la zona, Toñi se metió entre los puestos, y claro, la conocieron. «Todo el mundo se dirigía a mí con mucho cariño. Me decían que era más guapa al natural que en la tele, y yo pensaba: '¡pero si voy en chandal!' La gente me empezó a escuchar y yo creo que, por la voz, se dieron cuenta de que era yo. Y allí estuve charlando un rato con todo el que se me acercaba. Eso le da vida a un artista».
Mientras cuenta cómo ha evolucionado el panorama musical y las andanzas de las Azúcar Moreno por el planeta con su veintena de discos, llegamos a Los Infantes. Allí nos recibe Antonio Ruiz y Marián González, los propietarios de este rincón de El Sardinero donde uno se encuentra como en casa. Nos sentamos en la terraza climatizada del restaurante. La temperatura es muy agradable y el trato de los camareros exquisito. Toñi y Roberto apuntan que son muy 'arroceros', así que Marián se dispone a sorprenderles con un abanda y otro con verduras. De entrantes pondrá escalfado (tomate natural, pimientos, bonito del Cantábrico y anchoas); y pulpo templado con base de patata y tomate y una suave salsa de mostaza al horno. Para beber, un Albariño Cadoiro.
«¿En la cocina? Ni en sueños»
Toñi reconoce que no cocina, que no lo ha hecho nunca, que no lo ha necesitado. «No voy a tirarme el rollo. Soy como soy. No me importa decir que no necesito saber cocinar porque todos los días como fuera de casa. Cuando mi hijo era pequeño teníamos a una mujer en casa que hacía todo, así que yo no he hecho nunca nada en casa. Lo odio. Y de planchar ni hablamos... Me parece lo peor». Y mientras Toñi despotrica de lo mala ama de casa que es, Roberto intenta ponerle flores: «¡Si tu casa está siempre limpia!». «Eso es porque vivo sola y yo sola, no mancho», dice ella. «Pero haces la cama y siempre tienes todo muy ordenado», responde él. «Porque soy vaga hasta para desordenar», le contesta ella. «Mira -apunta Toñi-, dicen que a los hombres se les enamora por el estómago, y si eso es así, Roberto no está enamorado de mí», dice bromeando. «La única vez que he cocinado hice un arroz con pollo y se me quemó... En serio... No lo digo por decir. Soy un desastre. Mi nevera está siempre vacía. Lo único que sé hacer es café».
Y es que Toñi puede pasar sin comer, sin merendar, sin cenar... Pero sin desayunar no puede estar ni en sueños. «Mi café con mi tostada de pan, pan, no de pan de molde. Pan de barra. A veces me echo un chorrito de aceite...». A lo largo del día suele tomar unos cuatro o cinco cafés, y siempre que viene a Cantabria no perdona sus desayunos en el Hotel Chiqui mirando al mar.
Otra de las cosas que no deja pasar por alto son los guisos de «mi suegra». Mercedes, la madre de Roberto, está encantada teniéndola en casa porque sabe valorar muy bien su cocina. «Hace lentejas, alubias, cocidos... Unos guisos que me hacen perder el 'sentío', así que, siempre que vengo, engordo. Me pongo como una pelota», comenta Toñi inflando los carrillos. «Mi madre cocina de cine. Es una maravilla de mujer», asegura Roberto. Y precisamente con ella, con Mamerto -su padre- y con su hermana, la pareja cenó en Nochevieja. «Los cinco pasamos la noche en el Casino. Fue cosa de Toñi, para que mis padres salieran de casa y disfrutaran. Estuvo fenomenal. Fue una grata sorpresa», indica Roberto, a lo que Toñi añade: «Su madre me dice que, cuando nos vayamos me va a echar más de menos a mí que a él».
El absurdo de las dietas
Mientras la pareja comenta cómo han pasado las Navidades, los platos van llegando a la mesa. Marián González los sirve en un carrito mientras explica los ingredientes que llevan. Roberto no deja nada, ni un grano de arroz, pero Toñi tiene menos apetito. «Está todo riquísimo, pero prefiero probar un poco de todo». Confiesa que no es de las que se cuida en exceso. «Comer es un placer de la vida y no entiendo a quienes dejan de hacerlo por tener menos tripa». También es cierto que Toñi tiene un tipo de escándalo que le permite comer lo que quiera sin que asome un michelín. «Recuerdo que hace años estábamos en casa comiendo un asado y con nosotros estaba una modelo argentina bellísima que no quitaba ojo a la carne. Le pregunté por qué no la probaba y me contestó que daría la vida por comer aquella carne pero que no podía. Su respuesta me pareció absurda. Aquella chica tenía 23 años y se estaba privando de un gran placer. A mí los kilos no me traumatizan, no me mato en los gimnasios».
En este punto de la conversación Roberto le insiste: «Tienes que venir conmigo a correr». «Ya sabes que soy muy vaga», dice ella. «Lo cierto es que cuando desayunamos en el Chiqui vamos caminando hasta el Palacio de la Magdalena. Ida y vuelta, que no está mal...», recuerda Roberto mientras señala a dos hombres que van corriendo por la playa. Desde el restaurante Los Infantes las vistas de la playa de El Sardinero son preciosas. «Es que con este paisaje me pongo a andar y llego donde me digan», comenta Toñi con mucha gracia. La pareja tiene muchos planes en común, incluso se han vuelto a escuchar campanas de boda. «Me casaré con ella cuando deje de fumar», dice Roberto mientras Toñi da una larga calada a un cigarrillo. «Fumo muchísimo menos que antes. Pero me da mucha rabia que me estén diciendo: 'déjalo, déjalo, déjalo...'».
Se les ve felices. Han pasado unos meses muy malos tras la ruptura. Roberto decidió poner tierra de por medio y se fue hasta Miami a buscarse la vida. Allí conoció a mucha gente pero no conseguía olvidar a la extremeña. Pero algo bueno tenía que tener cruzar el charco y volvió a España con dos proyectos: uno para colaborar en una telenovela y otro para hacer un programa en una televisión de Miami. «Allí la vida es diferente. Si llegas de España se te abren muchas puertas, más que aquí», dice Roberto, pero entiende que Toñi no quiera irse para allá. «No quiero que se me interprete mal pero yo soy una estrella y no puedo ir allí a empezar de cero. Yo voy a Miami de vacaciones pero yo ya he demostrado todo lo que tenía de demostrar. Lo que ocurre es que la música está en horas bajas y a mí, como a otros muchos artistas, me está afectando».
Un disco en la nevera
Tiene grabado un disco desde hace meses y ahora está en negociaciones con las discográficas para ver quién lo publica. «Este mundo es muy complicado. Yo confío en que se vuelva a lo de antes, a los disco de vinilo, que eso sí que era auténtico». Recuerda como hace años la gente hacía cola para que ella y su hermana Encarna, las Azúcar Moreno, les firmaran un disco. «Ahora no se compran discos como antes. Las televisiones no tienen programas especiales de música para que los artistas vayamos a actuar. Como mucho te llaman de una cadena para que vayas a contar tu vida y luego, de despedida, cantes algo. Pero poco más. Y es una pena...», dice con nostalgia.
La vuelta de Azúcar Moreno se hará realidad en algún momento. Todavía no sabe cuándo pero confía en que se arreglen algunas cosillas para volver juntas a los escenarios. Y la posibilidad de repetir en Eurovisión tampoco la descarta. «La vida da muchas vueltas. ¿Por qué no? En el noventa quedamos cuartas y volvería a ir, aunque fuera en solitario». Todo da muchas vueltas. Lo único importante es poner azúcar a la vida y tomársela con humor. Toñi acaba de vivir uno de los capítulos más tristes de su vida después de que su hijo ingresara en prisión «por un delito que nunca cometió». Pero la vida vuelve a sonreírle y es que tener a Roberto cerca le da suerte. Es su talismán. Su amuleto cántabro.
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