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Foto: Sane
Y la reina de las almas impuras reinó
El publicó que llenó el Palacio de Festivales cantó y bailó sin freno

Y la reina de las almas impuras reinó

Sharon Jones contagió su arrebatadora pasión por el soul en un memorable concierto en Santander

José María Gutiérrez

Domingo, 8 de enero 2012, 21:35

Un día antes del concierto en Santander, Sharon Jones afirmaba que está encantada en su gira actual por Europa porque los aficionados reciben su música como una novedad, como una fiesta, mientras que en Estados Unidos el soul se escucha ahora de forma rutinaria. Dicho y hecho, porque la reina del soul protagonizó en la noche del sábado dentro del Festival CuVa un concierto para el recuerdo, histórico, memorable, que hizo vibrar desde el principio hasta el final a los espectadores que abarrotaban la Sala Pereda del Palacio de Festivales, que bailaron sin parar por todos los rincones dejando las butacas como mero objeto de adorno.

La fórmula es tan fácil de aprender como difícil de ejecutar: la cantante nacida en Augusta pero criada y forjada en Nueva York afirma que el soul tiene que salir del corazón, de dentro; que no se puede interpretar sin una banda con la que el vocalista esté muy compenetrado; y que las canciones deben contar siempre una historia al auditorio. Y Sharon Jones ejecutó este abc con matrícula de honor: por un lado, interpreta cada canción con una pasión indescriptible, juntando su calidad vocal con una entrega y una diversión sobre el escenario realmente contagiosas, uniendo actitud y aptitud, talento y talante. Por otro, lleva más de diez años acompañándola sobre el escenario una magnífica banda de siete músicos y dos coristas llamada The Dap Kings, que bien podría ser estrella de cartel de cualquier festival por si sola y que cuenta con mayoría de músicos blancos pese al componente racial negro que habitualmente suele asociarse con la música soul. Y por último, los temas no sólo cuentan historias al público la vida de Sharon Jones es carne de novela superventas-, sino que los hace además sentirse protagonistas, cómplices, parte del guión. Así, la intérprete se mostró profusa en las introducciones de las canciones, con sus historias particulares, con sus simpáticas anécdotas, y se dirigió a los asistentes con la misma convicción que cercanía, sacando a cantar y bailar con ella al escenario a cuatro mujeres y a un hombre en distintos y divertidos episodios del directo, pero siempre dejando claro quién es la dueña y señora.

Es innegable que el soul vive una época de renacimiento, de esplendor, porque se ha abierto a muchos más tipos de público, se ha rejuvenecido, gracias en buena parte a la influencia de la desaparecida Amy Winehouse. Echar un vistazo al aforo del Palacio de Festivales permitía comprobar esta realidad, con público de muy variadas edades y condiciones inmerso en una muy fotográfica locura colectiva. Y es que era muy difícil no rendirse al poder de Sharon Jones, apenas metro y medio de altura embutido en un traje plateado y entregado en cuerpo y alma al espectáculo: a lo largo de los más de 90 minutos de concierto no paró de bailar y de forzar su voz para subir y subir los grados de su rythm and blues y su soul de corazón abierto; en ningún momento dejó de moverse, de bailar como una poseída hasta terminar descalza, de abrir los ojos al máximo como si fuera presa de un ritual de magia negra. Su personalidad arrolladora y su voz pura, instruida en el gospel de las iglesias, llevada por bodas y banquetes varios y silenciada durante su trabajo como funcionario de prisiones hasta que la música la dio una oportunidad pasados los 40 años, dan forma a una explosión nuclear, ardiente y pasional, encima del escenario, como si quisiera recuperar en cada concierto el tiempo y espacio que durante muchos años le negó la industria musical.

Sharon Jones repasó lo mejor de su repertorio, tuvo tiempo para abordar temas de su último disco y se marcó un largo bis de despedida para saciar a un público desatado que pedía, quería y necesitaba más llevado por esa droga que es el soul, la música de las pasiones y de las almas impuras. Su actual reina, Sharon Jones, con 55 estupendos años, multiplicó en Santander esta adicción.

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