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Un aficionado vestido de 'gala' para ver al Racing. /Alberto Aja.
En santander

El 'otro Sardinero' rugió sin cesar

Cerca de 4.000 personas animaron al Racing desde el Palacio de los Deportes

Marcos Menocal

Lunes, 19 de mayo 2014, 14:30

Hoy en día tener dos campos es un coto privado de muy pocos clubes. Para ello se requiere una historia inmensa, repleta de retazos cosidos en el corazón. Para jugar como local allá donde le toque, un club necesita un sentimiento que no se crea, surge. El Racing puede presumir de todo ello. No solo es capaz de sentirse como en casa en un municipio perdido entre la modestia del fútbol como es Llagostera, sino que además monta una réplica de su Sardinero en donde se lo proponga. Eso no tiene precio y sí un incalculable valor.Ese valor que los cerca de 4.000 aficionados que ayer se dieron cita en el Palacio de los Deportes para presenciar el partido de su equipo a través de tres pantallas gigantes se encargaron de recordar a los escépticos. Valor de ley. El otro Sardinero no dejó de rugir. Camisetas verdiblancas, bufandas, banderas, alguna trompeta... con la misma rutina de tantos domingos la afición racinguista acudió al improvisado escenario dispuesta a empujar a los suyos. Como el amigo que acude sin ser llamado. «Ahora nos necesita y aquí estamos», insistía orgulloso Luis Alberto García. No le faltaba de nada, hasta las gafas eran verdiblancas. 4.000 corazones a golpe de sentimiento no hay quien los pare.

Apenas a 100 metros descansaba el de verdad. Sus banderas se agitaban con el habitual nordeste de las mañanas soleadas de mayo. El Sardinero ayer descansó mientras enfrente el deambular de aficionados desde primera hora de la mañana retrataba la importancia del evento. Las filas en las puertas, los nervios por hacerse con una entrada y los comentarios de los que ya tenían asegurada su presencia dibujaban una estampa para el recuerdo. Peñas al completo, grupos de amigos, familias con sus hijos... algún carricoche de bebé. «No veas como se está en la playa», le recordaba Gustavo León a su colega, que le mantenía la bolsa mientras se sacudía la arena de los pies. Un Llagostera-Racing en el Palacio de los Deportes con el ascenso en juego es una buena razón para sacrificar unos minutos de playa. Los hubo también que aprovecharon para alargar su sesión dominical de parque y columpios y se sumaron a la fiesta. «Siempre venimos aquí con los pequeños y hoy, además, animaremos al Racing», indicaba una pareja de papás.

Todos tuvieron cabida. Poco duró el silencio en el esmerado decorado habilitado para la ocasión. Tres pantallas enormes, un sistema de sonido perfecto, una primera remesa de sillas a pie de pista al más puro estilo de las mejores veladas de boxeo y las gradas (sin límite de aforo) aguardaban la entrada del jugador número 12.

Por si fuera poco, para aumentar el pulso de los presentes, las imágenes que les dieron la bienvenida mezclaban el blanco y negro con el color más actual. Alsúa regateaba de forma diabólica a un defensor del Athletic y Radchenko, de perfecta vaselina, batía en San Mamés al portero de los leones. Y Zuviría, Setién, el 5-0 al Barcelona de Cruyff, el 3-1 al Real Madrid de Valdano, el estadio de Las Margaritas, el gol de Moratón al Atlético de Madrid que valió un ascenso... Ojos de plato, boca abierta y algún tropezón. Hubo quien no acertó a la primera a sentarse por no perderse ni un fotograma de aquellas pantallas. Historia viva. Ese pasado es el culpable de que el Racing nunca camine solo. Ya sea anfitrión o visitante. Patrimonio sin precio.

Un euro fue lo que cada uno de los presentes aportó en lo material para poder decir:«Yo estuve allí». EL DIARIO MONTAÑÉS, en colaboración con el Ayuntamiento de Santander y el propio club santanderino, fue lo único que pidió a los aficionados y así de paso las maltrechas arcas de la entidad recibieron otra alegría. De lo que no se toca ni se mide la afición regaló todo lo que tiene. No se quedó nada.

Sonó La fuente de Cacho en los primeros instantes. Rompió el hielo. Se apagó la luz y las imágenes del pasado dieron paso a la cruda realidad. Mario Fernández (como capitán) encabezaba una alineación para el recuerdo. «¡Ole, ole, ole...!».De repente y sin ensayar se escuchó un grito guerrero. Aplausos, gritos, zozobra... «Ahí estamos», se escuchó de fondo. Más de 500 racinguistas animaban enfervorizados detrás de la portería en la que el canterano comenzó el partido. Conexión Llagostera-Palacio de los Deportes. Lenguaje sin palabras. En el modesto campo de hierba artificial novato en partidos de esta trascendencia también el racinguismo fue legión.

En volandas

Al sonido ambiente se le sumó la retransmisión del partido. Dos históricos, uno de Maliaño y otro de Laredo, Ángel de Juana Geli y Emilio Amavisca exracinguistas, futbolistas internacionales y propiedad de la afición pusieron la voz, junto a los periodistas de EL DIARIO, al primer envite de un acontecimiento con identidad propia. Ellos transmitieron lo que siente el jugador y el resto se encargó de llevar en volandas al equipo desde la distancia.

«Racing, Racing, Racing...». A más de uno se le erizó el pelo y se le puso carne de gallina. Todo un campeón olímpico, ganador de la Copa de Europa y la Liga asentía con la cabeza y ponía la puntilla. «No me quiero imaginar viendo lo de hoy cómo estará El Sardinero el próximo domingo», decía Amavisca. Y es que el Llagostera hubiera firmado tener en su estadio ayer el ambiente del Palacio de los Deportes. «Hoy es un día para salir vivo de allí», añadía Geli. Y vivito y coleando regresó el Racing de la encerrona gerundense. No fue ayer una mañana de buen fútbol, pero sí de emoción. El público botaba en sus asientos cada vez que Mariano peinaba un balón y se levantaba cuando Koné ponía la directa rumbo a la portería contraria. En las gradas se compartía ilusión y miedo. «Ese es el peligro. Ellos tienen claro el fútbol que quieren», sonaba de fondo la voz de Amavisca. Un balón parado, un saque de banda, un córner... cualquier lance de estrategia apretaba fuertemente un nudo en la garganta de los aficionados. Un despiste de los suyos cancelaba la fiesta. Todos lo sabían. Los minutos pasaban y cada vez más adeptos se sumaban a la causa. No importaba que el partido hubiese empezado. Algunos rezagados se acomodaban.Todos eran bien recibidos.

Mariano falló delante del portero del Llagostera «!Uy, uy¡». Más tarde fue el defensa de los catalanes, Enric Pi el que cortó de raíz la respiración. El Palacio enmudeció. «No tengo el corazón para este subidón de pulsaciones», reconocía Amavisca. El balón dio en el larguero de la portería de Mario y retumbaron los antepasados de todos los presentes. Aquellos abuelos que envenenaron a los aficionados con su Racing a buen seguro se estremecieron desde lo alto, mientras sus nietos y bisnietos se comían las uñas. Vaya susto.

Durante el descanso, tiempo para conversar, para apurar una cerveza y para aliviar la cantidad de tensión acumulada. Ser favoritos no implica la ausencia de sufrimiento.

«Ya queda menos», señalaba Enrique Campo a su compañero de asiento al tiempo que se sentaba de nuevo para seguir la segunda parte. Tarjetas amarillas, faltas, alguna brecha (Iñaki sufrió un encontronazo con un defensa y acabó con sangre)... cosas de una fase de ascenso. Y el partido se acabó. Y las imágenes recogían el suspiro profundo de Tuto Sañudo, presidente del Racing, atrapado en un palco en el que sufrió como nunca. Un exfutbolista en la zona noble no disfruta ni aunque su equipo gane. El otro Sardinero se desalojó rápido. Nadie se fue triste. Los hubo que se fueron a comer las rabas y también de los que montaron tertulia en la puerta. «La tuvo Mariano», repetía un grupo en voz alta. «Ya vendrán aquí». No sonó a amenaza, pero sí a deseo.

La fiesta acabó como empezó, 0 a 0, pero al Llagostera le ha debido quedar claro quien es el Racing. Allí, los 500 valientes se lo hicieron ver en su casa y aquí, si echan un vistazo a lo que fue ayer el Palacio de los Deportes se pueden hacer una idea de lo que les espera el próximo domingo en el campo de verdad. El sardinero calienta.

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