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Ernesto Sardina
Lunes, 9 de febrero 2015, 07:38
Después de los días de nieve, de cortes de carreteras y bloqueo de la línea ferroviaria, de los problemas para acudir al trabajo, de la falta de abastecimiento de determinados productos y especialmente después de una semana de frío, este domingo tocaba disfrutar de la cara amable de la ola polar. Coches en las bases de los puertos y en las laderas de las montañas. Cualquier lugar con nieve y cierta pendiente se convirtió ayer en un espacio idóneo para disfrutar del elemento blanco. El sol no acompañó, pero la temperatura era llevadera. Eso sí, con abrigo.
Desde la localidad de Liérganes ya se puede ver cómo clarean los montes, atrás queda la estampa teñida de Peña Cabarga. De camino al puerto de Lunada, remontando el cauce del Miera, las cunetas empiezan a perderse sobre un manto blanco, que a la altura de San Roque de Riomiera ya cubre los quitamiedos y reduce el ancho de la calzada. A la salida de la localidad el cartel informa de que el puerto está cerrado.
Carretera cortada
Unos kilómetros más arriba, en La Concha, una fila de coches estacionados de aquella manera indica el sitio destinado al ocio. Los lugareños ya avisan que tres kilómetros adelante la carretera está cortada y que desde ese punto resulta muy difícil transitar. «Ha caído una buena», comentan, mientras apuran el caldo y la ración de patatas con carne. «La verdad es que ya hacía unos años que no se veía tanta nieve en esta zona, pero bueno, aquí siempre ha nevado y mucho». «Escribe que hacen falta más quitanieves. Han tardado bastante en abrir las carretera y todavía hay vecinos muy mayores que están aislados», piden estos vecinos de La Concha.
A la salida del bar un grupo de amigos y sus hijos, procedentes de Solares, Laredo y Santa María de Cayón, disfrutan de las pendientes de las tierras del Miera. «Estamos pasando un día en familia», explica Fernando Ramos. «Todos los años venimos una jornada a jugar con la nieve y nos hemos animado hoy, aprovechando que ha caído mucho. En otras ocasiones la nieve estaba mucho más arriba», asegura este cántabro mientras empuja el trineo cuesta arriba. «Es lo que más les gusta a los niños, aunque también cansa», sonríe.
Los coches siguen llegando a La Concha cargados con senderistas. «Hay que aprovechar esta nevada para dar un paseo en raquetas por esta zona tan bonita». «Somos de Santander y nos gusta hacer alguna escapada por aquí, a mi marido le encanta», comenta Pilar Lostal. Opinión compartida por Tomás Morán, que apura las horas previas a la comida familiar en Casa Setién (San Roque de Riomiera) para ascender un rato y recorrer la orilla nevada del río Miera. «Es una pasada. Ayer estuve solo por aquí y la nieve está increíble», explica.
Pero no todo son trineos o paseos con raquetas, también hay tiempo para revolcarse en la nieve o tirarse unas bolas. En ello estaba un grupo de jóvenes de Irún que tenían intención de subir a esquiar a Alto Campo y a tenor de la situación en el centro invernal campurriano se desviaron hasta esta zona del Miera para poder disfrutar de esta nevada. «Tenemos un amigo que es de esta zona y nos ha invitado a venir. Nos lo estamos pasando genial», afirman. «Ahora vamos a dar un paseo y luego a disfrutar de una buena comida al calor de la lumbre».
Peligro de aludes
Camina despacio, apoyado sobre su cachava y cargado con una caja de provisiones. Le acompaña su perro. Manuel Barquín, con la boina calada, resalta sobre los senderistas y foráneos que pueblan La Concha. Está acostumbrado a la nieve, a sufrir los rigores del invierno. Se para un segundo para explicar que ya no nieva como antes y que aunque en esta ocasión se ha dejado notar, las cargas de antaño eran mucho mayores. «En el 45 un alud se llevó por delante parte de esta casa -señala con la cachava- y mató a dos personas». «Hay que tener mucho cuidado con los aludes en esta zona.
Las pendientes son muy pronunciadas y las placas tienden a deslizarse y llevarse lo que encuentran a su paso», advierte Barquín.
De regreso a Liérganes un pequeño atasco corta la carretera a la altura de Linto. La localidad se ha llenado de varios grupos de familias ávidas de nieve que se han hecho fuertes en la finca próxima a la carretera. La pendiente es elevada y por ella se deslizan y vuelcan numerosos trineos gobernados por niños o padres entregados a la causa. Linto se ha convertido en el parque temático de la nieve.
Hay opciones para todos los gustos. En las esquinas las familias se afanan en preparar muñecos de nieve y de vez en cuando se lanzan unas bolas para que no decaiga el ánimo. La adrenalina está en el centro, con los trineos, que han tomado la pendiente y el ritmo no para con gente subiendo y bajando.
Botones, zanahorias, ramas, bufandas. Todo vale para dar forma a los muñecos de nieve, los que salpican la base del puerto de Lunada y devuelven al Miera los recuerdos de antaño, cuando las nevadas dejaban incomunicados estos pueblos y caballos y burros se convertían en el único medio de transporte o forma para llevar comida al ganado. En medio de la calzada, a modo de recordatorio de aquellos tiempos, un vecino guía un caballo, con sus aperos bien montados y cargado con pacas de hierba que servirán de alimento a las vacas estabuladas a resguardo del temporal. En casa le espera el coche, pero no hay nada como lo de antes para afrontar temporales como el que se ha vivido esta semana.
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