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Víctor Puente
Lunes, 19 de mayo 2014, 09:47
Aunque controlado, el botellón parece un fenómeno imposible de erradicar en Santander. Río de la Pila, Cañadío, zonas de paso como el espigón de Puertochico o Santa Lucía, o las playas y los parques se turnan a lo largo del año como distintos emplazamientos donde los jóvenes se reúnen para beber, a pesar de la vigilancia policial, y de las multas que conlleva esta práctica. Las ubicaciones, aunque cambiantes según la temporada, permiten dibujar un mapa del botellón en Santander.
Los efectos en cada localización son palpables: cristales rotos, gritos que suben hasta el cielo, paredes meadas y, de vez en cuando, peleas a altas horas de la noche. En barrios como el Río de la Pila creen que, dada la dificultad para impedir el fenómeno, sería incluso un mal menor dejar a los jóvenes reunirse en las playas, donde no hay vecinos ni negocios que se vean perjudicados. Eso sí, siempre acompañados de vigilancia policial, para que la embriaguez no acabe en desgracia.
sANTANDER
Las multas por beber en la calle ascienden a 60 euros, los mayores de edad, y 30 los menores. La Policía Local de Santander cuenta con una unidad para controlar los botellones y los horarios de cierre de los bares. Bajo el nombre de 'Shoe' (Servicio de Horario Especial), está formada por 12 policías, un sargento y dos cabos. Trabajan los fines de semana y vísperas de festivos por la noche.
Los hosteleros, sin embargo, son más tajantes: Una zona con botellón acaba con la hostelería de esa calle, señala Emérito Astuy, presidente de la Asociación de Hostelería de Cantabria. Astuy es partidario de permitir a los bares colocar más terrazas en la calle para contrarrestar el consumo ilegal de alcohol, mientras que Ricardo Sainz, presidente de la Fecav, añade otra opinión: Si multan al que está bebiendo un vaso de plástico en la calle, también deberían multar a los que consumen alcohol en las terrazas.
Los hosteleros creen injustificada la principal explicación que dan los jóvenes: el alto precio de las copas y la mala calidad de las bebidas de los bares. No se puede comparar el alcohol que se ofrece en los bares al que se vende en los supermercados. Somos uno de los sectores que mejores controles realizamos sobre nuestros productos y es absolutamente falso que se dé garrafón en los negocios de la región, asevera el presidente del gremio. Astuy apuesta por facilitar el control de la Policía, y destaca que bares como los del Río de la Pila han solicitado la presencia constante de agentes porque pierden clientela y porque la imagen de altercados en la calle les perjudica.
Los jóvenes, conscientes en muchos casos de las molestias que generan en el entorno, piden a su vez que se dediquen parcelas con contenedores para beber de manera tranquila y barata sin molestar a vecinos y hosteleros. Mientras no tengan dinero para salir de copas, seguirán yendo al supermercado para beber en alguna de las plazas fuertes del botellón en Santander. Las principales son éstas:
1. Río de la Pila
Tradicional zona de vinos de la capital, ahora concentra buena parte del consumo de alcohol callejero. Hasta tal punto que, para el presidente de la asociación de vecinos, Jesús Garay, los jóvenes están tomando la misma senda peligrosa que acabó con el barrio en la época de las drogas de los años 90. Los vecinos, tolerantes con el botellón, nunca han protestado por la costumbre de los bares de permitir que sus clientes salgan con la copa en la mano y charlen al aire libre. Lo que no toleran son los ruidos y la suciedad del botellón, sobre todo si se desmadra. Las bolsas de supermercados aparecen cada fin de semana hacia las once de la noche, y no desaparecen hasta las tres de la mañana.
Hasta hace bien poco, la Policía pasaba dos veces en toda la noche, y solo multaba a los bebedores que se colocaban en las últimas escaleras del funicular y en los soportales de la zona de Los arcos. Sin embargo, los vecinos cuentan que la vigilancia se ha intensificado, hasta el punto de que los agentes están toda la noche en el Río, advirtiendo de que no se puede beber en la calle y evitando altercados entre los jóvenes, que se ocultan entre los clientes de los bares con vasos similares y guardando las botellas en los bolsos.
2. Cañadío
Es otro de los puntos calientes del botellón. Dada la amplitud de la plaza y la presencia de grandes escaleras para sentarse, los jóvenes se reúnen para tomar los litros que han comprado en los supermercados media hora antes del toque de queda (hacia las diez), y a un precio más asequible que el de las copas que les ofrecen en los bares. Por dos euros, si se trata de cerveza, o por diez euros, con licores, la mercancía del supermercado producen los mismos efectos que los 20 euros que pueden costar tres copas en un pub del centro.
Con los mismos horarios que el Río, en Cañadío las multas son menos frecuentes durante el verano. Y los vecinos sufren efectos similares. Algunos, desesperados, llegan a lanzar agua o huevos por la ventana para apagar el ruido.
3. Playas
Con el buen tiempo, los arenales entran en escena en la agenda de litros de Santander. Playas como El Camello, Los Peligros o Molinucos, y los dos arenales del Sardinero, se convierten los fines de semana en los lugares por excelencia del botellón. Las fiestas de Santander, los fuegos artificiales, las hogueras de San Juan, los Baños de Ola o las ferias solo son la excusa para coger la bolsa del súper y sentarse en la playa a beber desde las siete de la tarde. La cantidad de suciedad que se genera desaparece al día siguiente gracias a los servicios de limpieza municipales. Aquí las multas brillan por su ausencia, ya que la Policía solo advierte y llama la atención.
4. Espigón de Puertochico
Se trata de una zona de paso para los jóvenes que salen de fiesta por el centro. Entre las once y las dos de la mañana los litros se concentran en esta zona donde la Policía multa siempre. La opción de los jóvenes es echar a correr y dejar los litros abandonados.
Otra zona de paso son las escaleras de Santa Lucía, un lugar muy cercana a la zona de vinos en la que muchos chavales beben mientras esperan a los amigos que están en los bares.
5. La Teja
Cuando llega el último día de curso antes de las vacaciones de Navidad, universitarios y estudiantes de instituto quedan en el parque de La Teja para celebrar la tradicional Champanada, una costumbre que se ha trasladado en primavera al Parque de las Llamas. En ambos lugares, la presencia policial es constante y los chavales están muy vigilados.
Dado que el botellón se caracteriza por ser una moda que se mueve en función de la época del año y del control policial, zonas como Los Pinares, Mesones, Parque de la Vaca, Conservatorio de Música o Parque del Agua completan, aunque con menos frecuencia, este mapa del alcohol callejero en la capital. En el pasado ya sufrieron sus efectosy nadie garantiza que no vuelvan a estar en primera línea en cualquier momento.
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