Borrar
Hoy te enseñamos a hacer una rica salsa de tomate

Hoy te enseñamos a hacer una rica salsa de tomate

El tomate es una fruta a pesar de que no se suela servir en el postre

Ricardo Ezcurdia

Lunes, 26 de agosto 2019, 14:04

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Una fruta es la parte de la planta que contiene las semillas. Por tanto, botánicamente hablando, el tomate es una fruta a pesar de que no se suela servir en el postre. El tomate, en mi opinión, está a medio camino entre la fruta y la hortaliza, ya que, en la mayoría de los casos, se utiliza como esta última, aunque también se pueden hacer deliciosos postres con él.

No obstante, no siempre se ha visto como una fruta, a finales de siglo XIX, y ante el gran auge de esta fruta entre la sociedad estadounidense, un importador proclamó que el tomate era un fruto y así lo hizo contar en su albarán de importación. Su objetivo, a parte de tener razón, era evitar los impuestos que entonces tenían los vegetales. El Tribunal Supremo norteamericano, sin embargo, sentenció que el tomate era un vegetal porque se consumía como tal y no al final de las comidas, como se hace con las frutas, por lo que se vio obligado a pagar el impuesto.

Tras muchos años de investigaciones genéticas con los tomates, dado su alto consumo, se ha tratado de hacer plantas productoras más rentables y frutos más resistentes, para que se puedan adaptar a medios de cultivo más adversos a su condición ideal, pero todo esto que, a priori, puede parecer una ventaja, porque tenemos tomates durante todo el año y no solo en temporada, lo único que ha hecho ha sido empeorar una de las características que le hace más atractivo, que no es ni más ni menos que el sabor.

Cuantas veces decimos cuando probamos un tomate de nuestra propia huerta en temporada «esto sabe a tomate». Pues eso es a lo que tienen que saber los tomates, a tomate, y no a un fruto insípido carente de textura y de ese dulzor tan característico.

Una de las cosas que más recuerdos me trae a la mente mi infancia es el olor de la salsa de tomate que hacia mi abuela en casa; yo creo que a todos, porque todavía no me he topado con nadie al que no le guste una salsa de tomate casera, bien hecha, a fuego lento, como mandan los cánones.

Y es que yo siempre recomiendo, cuando se tiene tiempo, hacer una salsa casera y olvidarse de las de bote, porque realmente aunque algunas no están mal parecen productos completamente distintos. Pues eso, que vamos a hacer salsa de tomate.

Necesitaremos, además de los tomates, unas cebollas, blancas dulces, aceite de oliva y sal; el azúcar es opcional –a mi personalmente no me gusta mucho añadirlo, pero hay veces que es necesario, aunque solo sea una pizca–.

-Lavamos y secamos los tomates, les quitamos la parte superior del tallo y la parte de abajo si es necesario o está fea, y los troceamos.

-En una cazuela ponemos un poco de aceite de oliva a fuego medio y añadimos la cebolla, lo rehogamos hasta que tome color tostado, así la salsa tendrá más sabor.

-Añadimos el tomate troceado, si queréis podéis pelarlo, pero si no lo hacéis, no pasa nada, y dejamos a fuego lento, removiendo de vez en cuando, durante una hora.

-Pasamos la salsa por el pasapurés y volvemos a poner al fuego. La dejaremos durante otra hora más, teniendo cuidado de que no se pegue.

-Salamos y echamos una pizca de azúcar si nos resulta muy ácida.

Como veis no es nada complicado y el resultado merece la pena con creces: donde esté una salsa de tomate casera que se quiten las demás.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios