La Tienda de Pedro García: Un lugar agradable que mantiene su singularidad

Hay lugares por los que no pasan los años. A los que gusta ir de vez en cuando porque se mantienen fieles a su singularidad. Entrar en La Tienda de Pedro García es colarse -en sentido literal- por detrás de la barra hasta la trastienda de un antiguo colmado que a punto está de cumplir un siglo de vida.

Funcionó como ultramarinos y ferretería entre 1926 y 1971 pero por falta de relevo generacional, el colmado de Pedro García (fundador de la tienda) bajó la persiana hasta finales de los noventa, cuando Emilio y Fres lo reabrieron -manteniendo intacto el local, mobiliario incluido- para convertir La Tienda de Pedro García en toda una referencia del picoteo y, en particular, de los fritos caseros.

El pasado año cumplieron sus bodas de plata coincidiendo con un amable reconocimiento en forma de Solete Repsol por ser «un lugar con mucho encanto y de larga tradición, donde comer, cenar o tomar un aperitivo. Recomendables los embutidos, los quesos y la ensaladilla».

A destacar la selección de ibéricos, con cecina de León y Jamón de pato; las conservas 'extra' con denominación de origen y los quesos de la región. Crujientes y tiernos los torreznos, y las mollejas de lechazo empanadas. Fuera de carta, ensaladilla rusa, alcachofas confitadas con jamón y ensalada de tomate de huerta.

Algunas especialidades a modo de sugerencia, las cocochas de merluza rebozadas, el bacalao rebozado en salsa de La Tienda, los calabacines rellenos de gambas en crema de puerros, el revuelto de algas, gambas y oricios, las delicias de wagyu (seis mini burger con patatas y pimientos), y la ración de fritos de la casa -para dos o cuatro personas-, que incluye los clásicos: rabas, huevos con bechamel, rollitos de jamón y queso, san jacobo de lomo, croquetas de queso azul y bacalao.