El fascinante mundo de los hongos que inspira a la ficción
El cine ha construido un reino fúngico imaginario, tan fascinante como irreal: un mundo de tópicos tóxicos y alucinógenos, de bosques fantásticos y setas mutadas, que poco tiene que ver con la complejidad biológica del reino real de los hongos
Las setas han vivido siempre entre dos mundos: el de la imaginación –lleno de mitos, peligros y fantasías– y el de la ciencia, que en los últimos años está descubriendo su alucinante universo. Aunque a menudo se asocian solo con ejemplares comestibles, los hongos abarcan una variedad inmensa de especies, la mayoría invisibles para el ojo humano. De hecho, los científicos estiman que solo conocemos alrededor del 10% de las más de un millón y medio de especies que existen.
De hecho, una de las revelaciones más sorprendentes –y recientes– es que el ser vivo más grande del planeta es un colosal hongo de la familia del género Armillaria (viven sobre los árboles o arbustos leñosos). Ocupa más de 965 hectáreas en los bosques de Oregón (EEUU) y cuenta con miles de años de antigüedad. Ese contraste entre esta realidad científica y la percepción popular se amplifica aún más cuando se observa cómo los hongos han sido representados en la cultura audiovisual.
El cine ha llenado las pantallas de hongos gigantes que intoxican, mutan y causan alucinaciones, pero obras como Fantastic Fungi (2019) los devuelven a su dimensión real. Con una visión poética y científica, invita a un viaje inmersivo para mostrar el milagro de lo que ocurre bajo nuestros pies. Su director, Louie Schwartzberg (Nueva York, 1950), define el micelio como «la red que conecta a los seres vivos para que la vida pueda florecer», un entramado subterráneo que descompone la materia orgánica y sostiene los ecosistemas. En su epílogo describe a los hongos como «el mayor maestro descomponedor del planeta», una fuerza invisible que crea suelo, nutre bosques y articula comunidades simbióticas.
El universo subterráneo de 'Hongos fantásticos' demuestra que el mayor organismo vivo es un hongo que cubre más de 900 hectáreas
Esa realidad silenciosa, poderosa y profundamente respetuosa con el ecosistema, contrasta con las imágenes fantásticas que el cine ha popularizado durante décadas, desde los bosques encantados hasta las visiones más psicodélicas.
Precisamente esa fascinación, alimentada en muchas ocasiones por la necesidad de recrear escenas de asombro y miedo, ha sido analizada con rigor por Carlos Illana Esteban, profesor de Biología en la Universidad de Alcalá y miembro de la Sociedad Micológica de Madrid, en varios artículos publicados en la revista Yesca, editada por la Sociedad Micológica de Cantabria, titulados 'Los hongos en el cine'.
En ellos Illana muestra cómo la gran pantalla ha repetido una serie de imágenes de manera muy limitada –setas gigantes, amanitas rojas, hongos alucinógenos– que poco tiene que ver con la extraordinaria diversidad real del reino fúngico.
Buena parte de esa estética procede de la animación clásica, en la que estudios como Disney proyectaron bosques encantados llenos de sombreros rojos y motas blancas inspirados en la Amanita muscaria. Blancanieves, Fantasía o Alicia en el País de las Maravillas fijaron una imagen infantilizada y mágica que ha perdurado, asociándose, a menudo, a setas llamativas con inocuidad cuando en realidad se trata de especies tóxicas, aunque no mortales.
El cine ha dibujado hongos tan bellos como imperfectos: amanitas inofensivas, setas gigantes y mágicas con efectos alucinógenos
Disney, con Alicia en el País de las Maravillas, mostró además la idea de la metamorfosis, como si las setas fueran capaces de agrandar o empequeñecer a las personas. Tim Burton retomó esa ilusión en su versión de 2010, amplificando el carácter psicodélico de las setas gigantes. Pero Illana insiste en que esos efectos no proceden de los hongos reales: es el propio lenguaje cinematográfico el que convierte lo biológico en fantástico.
Ciencia y mito
En la cultura tradicional, durante siglos los hongos fueron objetos de fascinación y sospecha. Algunas civilizaciones les atribuyeron un origen divino, otras les otorgaron poderes mágicos y muchas los asociaron a rituales ceremoniosos por sus efectos alucinógenos. Toda esa herencia simbólica, esa conexión con la transformación y lo extraño, ha influido poderosamente en su representación cultural.
La ciencia, sin embargo, ofrece otra perspectiva. La micología moderna describe un universo de organismos esenciales, capaces de reciclar nutrientes, regenerar ecosistemas y conectar árboles a través de redes subterráneas del micelio y las micorrizas, que funcionan como una red de comunicación llamada 'internet de los bosques'. Esa dimensión ecológica –que Fantastic Fungi puso en el centro del debate– contrasta de forma radical con los ejemplos de animación, terror o fantasía del cine, que han trasladado los hongos al terreno de lo simbólico y, en muchos, casos de lo inquietante.
Mutaciones y terror
Cuenta Illana que el cine de terror y apocalíptico ha encontrado también un recurso visual e ilustrativo en los hongos. En Matango (1963), un grupo de náufragos sucumbe a la tentación de unas setas misteriosas que los terminan transformando. Illana se refiere a ella como una película de culto, donde la trama mezcla los miedos atómicos de la época con la inquietante idea del contagio masivo.
Más reciente es la ficción apocalíptica de The Last of Us (2023), en la que los hongos se convierten en motores de pandemias globales. Illana explica que la premisa está inspirada en hongos parásitos reales del género Cordyceps –un hongo medicinal utilizado en la medicina tradicional China durante siglos–, capaces de parasitar insectos en la ficción, siendo la infección humana un recurso narrativo «sin base científica». Una distopía posapocalíptica de hongos. La historia se desarrolla tras una pandemia causada por una cepa del hongo Cordyceps que convierte a las personas en criaturas caníbales y se propaga a través de una mordedura. Absoluta ciencia ficción.
El biólogo Carlos Illana también recoge ejemplos del cine español donde las setas aparecen de forma más cotidiana y realista. En 'El espíritu de la colmena' (1973), un padre enseña a sus hijas a distinguir especies, una de las pocas escenas de recolección rigurosa en el cine. Distinto es el caso de 'Airbag' (1997), con la tortilla de amanitas mezcladas. Un guiño gamberro al sabio consejo popular de no confundir setas comestibles con tóxicas.
Intoxicaciones y errores
Illana ha repasado también cómo el cine se ha servido del halo peligroso de ciertas setas para articular escenas angustiosas donde la intoxicación es el eje. Su ejemplo más refinado es El hilo invisible (2017), donde unas setas son el ingrediente que altera, literalmente, la vida del modisto Reynolds Woodcock. La joven Alma, enamorada y decidida a recuperar su atención, recolecta supuestas Amanita phalloides para provocar una intoxicación sutil y controlada con efectos narcóticos.
Advierte en la película varios errores micológicos: la seta no es realmente phalloides; los síntomas llegan mucho más rápido de lo que permite su toxina y se omiten fases esenciales de la intoxicación real. Aun así, demuestra hasta qué punto la gran pantalla es capaz de convertir un gesto culinario en una deliciosa perversión.
Amanita muscaria: la mítica seta de los cuentos que sí es alucinógena
La Amanita muscaria es la seta más popular y 'alucinante' del mundo, utilizada desde la antigüedad por sus efectos alucinógenos o psicotrópicos. Se trata del hongo más cinematográfico porque su sombrero rojo con motas blancas se convirtió en icono universal gracias a la animación clásica. Apareció en 'Blancanieves' como parte del bosque encantado y en 'Fantasía' como hongos danzantes. A partir de ahí, su imagen se extendió a otras películas como 'Alicia en el país de las maravillas' y a videojuegos como 'Super Mario Bros', donde se convierte en el hongo que otorga súper poderes. Esa constante presencia ha fijado una estética reconocible: bonita, mágica, amable, que poco tiene que ver con su realidad biológica. Como muestra Illana en su repaso cinematográfico, la muscaria es una seta tóxica que el cine ha transformado en un icono decorativo con la idea engañosa de que lo vistoso es inofensivo. Su belleza la ha convertido en una seta de cuento, pero peligrosa.