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Javier López Marcano, intentando que los alumnos compartan su entusiasmo por la guerra de Troya.
Marcano vuelve a dar lecciones

Marcano vuelve a dar lecciones

El líder regionalista regresa al instituto, como profesor de latín, después de renunciar a su escaño

José Ahumada

Jueves, 24 de septiembre 2015, 09:06

A su vuelta a casa después del primer día de clase -cinco horas lectivas-, le hicieron la pregunta que ya esperaba: «¿Qué tal?». Él respondió: «Exactamente como si el día de hoy fuera el día después de hace veinte años». Javier López Marcano (Tanos, 1955) es una de esas personas que parecen incapaces de contestar con un bien, un mal, un sí o un no, pero siempre se las arregla para que todo lo que dice suene interesantísimo.

Efectivamente, hacía dos décadas que no entraba en un aula -sus visitas como consejero de Cultura o alcalde de Torrelavega no cuentan-, pero nunca llegó a perder ese aire de profesor metido a político que alimentaba con latinajos y citas de clásicos. Ahora sucede lo contrario: parece un político de visita en el instituto.

Quizás dé esa sensación porque hoy viene a dar Latín hecho un pincel. Los disgustos y/o la dieta le han hecho perder los kilos que le sobraban y, lejos de parecer consumido, tiene un aspecto de lo más saludable. El traje azul de corte a la moda (pantalón estrecho, americana corta y entallada) le queda como un guante, y su moreno hace un buen contraste con la camisa azul clara, con dos botones desabrochados. Completa el modelo con unos zapatos negros que parecen de vestir pero son un poco más atrevidos, porque tienen la suela azul y no llevan tacón. Si se hubiese puesto corbata parecería listo para inaugurar algo y a cualquiera le darían ganas de ir a estrecharle la mano.

López Marcano se esfuerza en no parecer derrotado, por más que parezca que sus adversarios le han ganado la batalla retirándole -al menos de momento- de la primera línea de la política. «Las decisiones que he tomado las he tomado yo. No estoy derrotado ni olvidado ni tampoco agotado, porque tengo tantas ganas como las que tenía el primer día, tanto para la actividad pública como para la docente». Para convencer, recuerda que podría jubilarse este mismo mes. «Tengo sesenta años y 35 de servicio. Pero quiero probarme».

Lo que no puede negar es que el escenario de sus esfuerzos es algo más feo, pues ha dejado el edificio de piedra noble del Parlamento para volver al Instituto Marqués de Santillana, de Torrelavega, que, como todos los centros educativos con solera, tiene un puntito carcelario, que aquí se ha suavizado dándole a las paredes de la recepción una mano de pintura de color pistacho ácido. Él dice que le tiene mucho cariño al instituto, donde se siente como en casa. Asegura también que nunca dejó de ser profesor, algo vocacional. Antes de enseñar Latín dio Griego, Literatura e incluso Música.

Las clases serán un tostón...

¡Que no! ¡Que soy un friki! Yo traducía al latín a Astérix y a Maradona, o una etapa del Tour. Llegué al instituto con 32 años y a los chavales les chocaba ver un profesor de Latín que no fuese ni un viejo ni un cura.

Pero ahora ya es viejo. Quiero decir para ellos...

Viejo no: con más trienios.

No hay mejor forma de comprobar las cosas que verlas con los ojos de uno. El aula de segundo de Bachillerato corresponde al recuerdo que uno tenía de lo que es un aula: hay una gran pizarra y los alumnos siguen sentándose en esas mesas de madera laminada y chapa verde de formica -o como se llame-. Un ordenador encima de la mesa del profesor y un panel donde se proyecta la pantalla prueban que estamos en el siglo XXI.

En clase hay cuatro chicas y nueve chicos. Tendrán 16 o 17 años. Atienden y callan.

-¿De qué hablábamos ayer?

- De que el latín no es una lengua muerta.

López Marcano vuelve a contarles que el latín es el español que hablan casi 500 millones de personas, y también el italiano, el francés y el sardo. Y que lo que pasa ahora, incluido el éxodo de los sirios, es lo que ya pasaba hace casi 3.000 años, cuando la gente huía después de la guerra de Troya. El truco funciona, y los muchachos se acuerdan de Ulises y de Aquiles, puede que pensando en Brad Pitt, sin saber que están preparándoles para tragarse a Virgilio. «Arma virumque cano, Troiae qui primus ab oris Italiam, fato profugus...». Es el comienzo de la Eneida, que el profesor recita de memoria dando la sensación de que podría seguir los cantos hasta el final.

Sabiendo que eso asusta a cualquiera, Marcano encarrila la situación. Saca el móvil y busca 'Viaje a Ítaca', de Lluis Llach, que se oye fatal. Ésa será la tarea para el próximo día, leer la letra de la canción, en realidad un poema de Kavafis, para fijarse especialmente en estos versos: «Y si la encuentras pobre, no es que Ítaca/ te haya engañado. Sabio como muy bien te has hecho/ sabrás lo que significan las Ítacas».

Entonces explica que el viaje de Odiseo a Ítaca es uno de los grandes mitos de la literatura universal, como la actitud fiel de Penélope, su mujer, que simboliza la paciencia y la esperanza. Y habla del 'Ulises' de Joyce, que le encanta, y que aún no han dado en Literatura. Todo esto para llegar hasta Eneas, cuyos hijos, Rómulo y Remo, fundaron Roma.

Acaba la clase y los chavales se levantan y se van. Uno de ellos da su opinión con el anonimato garantizado. «Es parecido al que teníamos antes. Enseña también cultura general. Es algo diferente: no llega y suelta el rollo. No tenemos referencias de él».

Marcano, mientras, recoge su chaqueta. Después, felicita al periodista por aguantar la hora sin rechistar.

¿Y los chicos saben quién es?

-Algo sí. Oí decir a uno sottovoce: «Creo que ha sido presidente».

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