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José Manuel sufrió un derrame cerebral el año pasado. Lo cuenta Concepción Poó Gómez, su mujer, con voz sosegada mientras sujeta la silla de ruedas ... de él arropada por su hija y su nieto frente al autobús que les llevará hasta Lourdes. Este matrimonio de Comillas, pero afincado en Santander hace más de 50 años, viaja al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en busca de «fe , paciencia y, sobre todo, esperanza» para transitar su nueva realidad. «No vamos en busca del milagro físico, es un viaje, una búsqueda espiritual», matiza Conchi con una mirada ilusionada tras unas grandes gafas de pasta de colorines y mientras desliza con cariño una mano sobre el hombro de José Manuel. «Vamos por él y por mí, con muchísima ilusión, es un acontecimiento importantísimo».
Esta es solo una de las cientos de historias y motivos que han llevado a 460 personas a iniciar la peregrinación anual a Lourdes desde Cantabria. Sacerdotes, voluntarios (150), peregrinos (210) y enfermos (100) comenzaban este lunes -aún no se había comunicado la muerte del Papa- el viaje desde la estación de Santander y, como es tradición en esta cita, junto al obispo de la ciudad, Arturo Pablo Ros, que esta mañana llegaba entre apretones de mano y abrazos a la que ya es su segunda peregrinación al santuario francés como obispo. «Son días de familiaridad y que invitan a la fe , a compartir, al recogimiento. El ritmo lo marcan los enfermos, que son los protagonistas, todo está pensado para ellos y para acompañarles», cuenta el obispo justo antes de subirse al autobús número 4 a la vez que subraya que son 17 los curas que acompañan a enfermos y voluntarios.
La logística al milímetro para organizar los diez autobuses que han partido de la estación y todas las particularidades de los viajeros se percibía este lunes desde primera hora. A las siete de la mañana, el trasiego de maletas y bolsos, reparto de carteles identificativas al cuello y rampas que subían y bajaban para acceder a los autobuses con sillas de ruedas era constante con todo un entramado de voluntarios dispuestos a que el viaje vaya rodado. Son muchas las ediciones a cuestas. En concreto 52, las mismas que lleva a la espalda Jesús Ceballos, voluntario desde la primera vez que se organizó el periplo desde Cantabria. Con él también viaja su hija, Lourdes -en honor a su vinculación con la virgen y la ciudad- como una de las responsables del grupo: «Es una vida dedicada a ellos, cada año es incluso más emocionante que el anterior, uno no se cansa, al contrario, llevo haciendo esto desde los 30 años y ahora tengo 82, todo me viene de mis padres, de su vocación por ayudar», aclara Ceballos rodeado de voluntarios y supervisando que todo salga bien a la entrada de uno de los autocares.
«Mira, ella es la primera vez que viene, yo el veterano y ella la novata», bromea Ceballos al tiempo que señala a Pilar Fuentes. «Llevo treinta años queriendo ir, pero el trabajo, los estudios, los hijos, la familia... al final lo he pospuesto y por fin voy a cumplirlo, es un sueño», cuenta con una sonrisa enorme Pilar a la vez que explica que ella será una de las tradicionales 'Damas' -encargadas de la parte de cuidados y comidas-, que junto con los 'Camilleros' -encargados de trasladar en camas a los enfermos- se dedicarán a todo lo que rodea al día a día de los enfermos. Ella estará en el grupo de cocina para poner a punto todas las comidas del viaje. «Estoy encantada, tengo muchísima ilusión de poder hacer esto ahora que he dejado de trabajar en la guardería», cuenta ataviada con el uniforme de las 'Damas', con traje de falda blanco sobre camisa a rayas azulada y cofia a juego con medias y zapatos oscuros.
Son poco más de las siete y media de la mañana y tras descender por las escaleras mecánicas de acceso, entran a la estación Elsa, María y María, tres chicas de entre 23 y 25 años que llaman la atención por su juventud. Para Elsa es la primera vez: «Estoy un poco nerviosa viendo tanto movimiento, no me esperaba tanto despliegue, la verdad es que tengo muchas expectativas», cuenta al lado de sus otras dos amigas, que repiten por segunda y tercera vez la experiencia. Estudian Derecho y Enfermería en Santander, pero sus raíces son burgalesas: «Nos gusta mucho estar con la gente, sobre todo ayudar a la gente con discapacidad y esta es una oportunidad única en la además se conoce a mucha gente», dice sonriendo María Dueñas, la más veterana de ellas que incia esta peregrinación por tercera vez.
Por delante quedan cinco días de convivencia, misas, actos religiosos y también lúdicos. La nota divertida de esta experiencia la pone Rosa, una 'animadora' -su misión no tiene nombre oficial-, encargada de «levantar el ánimo en los ratos muertos entre actividades y misas». Grupos de coro, organizar un teatrillo, clases particulares de pandereta, talleres de todo lo imaginable, cuentacuentos, chistes... todo corre a cargo de Rosa, que muestra su entusiasmo y ganas en cómo abre sus ojos azules a la vez que gesticula para contar el itinerario con todo lujo de detalles.
«La gente tiene una idea muy equivocada de caras tristes, pobres enfermos, pero esto es una fiesta, son días felices y en los que hay tiempo también para disfrutar y reír que hoy en día hace falta mucho». Junto a ella, su maleta, en la que guarda más de 300 broches de flores hechas a mano y «con mucho mimo» para repartir entre los enfermos como obsequio como hace desde su primer viaje. Y con este ya van 15 años de peregrinaciones para Rosa.
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