Buzos, una profesión de riesgo reconocido pero desprotegida laboralmente
La reciente muerte de un buzo cántabro durante un trabajo en una presa lleva a los profesionales de la región a denunciar el escaso coeficiente reductor de jubilación que se aplica a su sector
La muerte el pasado 30 de octubre de José Antonio Bermejo, un buzo cántabro de 63 años, mientras participaba en los trabajos de mantenimiento de una presa en un embalse de Jaén, ha vuelto a situar a esta profesión en el foco de la actualidad. Una realidad, la de estos profesionales, marcada por un trabajo que se desarrolla en un entorno hostil y complejo, con un gran impacto físico y visibilidades a menudo muy reducidas, a lo que se suman labores en las que habitualmente conviven con maquinaria pesada.
Pese a estar catalogada como profesión de riesgo desde la creación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales en el año 1995, y pese a que los profesionales de la medicina desaconsejan la práctica de esta actividad profesional más allá de los 55 años –así ocurre con los buzos del Ejército español y los de cuerpos como la Guardia Civil y la Policía Nacional–, los profesionales de esta disciplina se ven obligados a trabajar hasta edades mucho más avanzadas. Debido a ello, es una de las profesionales con mayor tasa de fallecimiento en accidentes laborales.
De hecho, frente a profesiones que cuenta con coeficientes de reducción de cara a la jubilación ajustados al riesgo que implica su actividad, caso de los mineros –que alcanzan hasta el 0,5 desde 1983– o los profesionales incluidos en el Régimen Especial del Mar –que cuenta con hasta un 0,40 desde 2007–, los buzos profesionales solo cuentan con un 0,15, medida que fue aprobada en 2023 y que solo se aplica a partir de 2016. Es decir, independientemente de sus años de experiencia, sólo pueden aplicarlo a los últimos nueve. De esta forma, un buzo con más de 30 años de experiencia reduciría su jubilación en un año y medio aproximadamente, lo que, teniendo en cuenta que la edad actual son los 67 años, implica que tendría que estar trabajando hasta pasados los 65, una década más de lo recomendado por la medicina.
El colectivo de los buzos profesionales en España es reducido, debido a las particularidades de una profesión caracterizada por su dureza, el riesgo que implica y la movilidad permanente a la que obliga a quienes trabajan en ella. «En toda España hay entre 700 y 900 buzos profesionales», explican Rafael Villegas y Luis Torcida, ambos buzos con décadas de experiencia y de origen santanderino. Ésta es una titulación que en Cantabria imparte el Centro de Formación Náutico-Pesquera de Santander. «Pero de 14 personas que empiezan este tipo de cursos», añade Torcida, «al final acaban trabajando regularmente solo uno o dos». ¿El motivo? «La gente lo prueba y ve que es duro y dice, 'Uf, ¿qué es esto?' La gente ve que no es lo que pensaban, que no tiene nada que ver con la idea que tenían y que es algo peligroso», explica.
«En el 70-80% de las ocasiones en que se trabaja debajo del agua se trabaja con visibilidades inferiores a 20 cm o incluso nulas»
Rafael Villegas
Buzo profesional
Lo cierto es que se trata de una profesión peculiar. Porque aunque la base es el buceo, con el riesgo que esta actividad implica, los buzos profesionales se sumergen para realizar un gran abanico de tareas profesionales. Muchas de ellas están relacionadas con obras de gran magnitud, mantenimiento de infraestructuras como puertos y presas, o reparación y reflotación de barcos. Son, por tanto, labores que ya en tierra tienen un riesgo notorio y conllevan una importante carga física de trabajo, y que realizadas bajo el agua multiplican su dificultad y el desgaste que generan.
Riesgo constante
«El riesgo más evidente es el de ahogamiento, que está presente en todas las fases de los trabajos subacuáticos. A partir de ahí, dependiendo de lo que estés haciendo te enfrentas a atrapamientos y aplastamientos que pueden generar cualquier tipo de traumatismo producido por elementos que además en nuestro caso pesan toneladas», afirman. «Un bloque son 50 toneladas o 70 toneladas, una tubería son 200 metros de tubo que puede pesar perfectamente 400 o 500 toneladas», añaden.
Pero antes de empezar a trabajar, los buzos deben equiparse. «El soporte vital, compuesto por los elementos con los que trabajamos y sin los cuales no podríamos prestar nuestro servicio, puede suponer que llevemos encima un peso aproximado de entre 35 y 45 kg», explica Rafael Villegas. «A todo esto se suma que en el 70-80% de las ocasiones en que se trabaja debajo del agua se trabaja con visibilidades inferiores a 20 cm o incluso nulas», destaca. «Muchas veces trabajas a mano, te haces una composición de lugar como se la haría un ciego», añade.
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El contexto en el que trabajan también tiene un impacto importante en el grado de peligrosidad de su actividad profesional: «También hay que contar con la utilización de maquinaria pesada, porque es muy habitual que te estén asistiendo grúas de gran tonelaje, retroexcavadoras o barcos que están haciendo vertidos de piedra muy próximo a donde tú estás situado», señala Torcida. Eso quiere decir que «hay maquinaria pesada alrededor tuyo, que es la que está de alguna manera te provee de los materiales o de los medios para que tú puedas realizar el trabajo, y cuando estás haciendo un trabajo con una tubería, un cajón o bloques, muchas de ellas están en movimiento, tanto si los ves o te ven como si no», continúa.
Uno de los aspectos más llamativos de su trabajo es el de la profundidad. Porque si hacer una obra en el exterior puede ser difícil, hacerla a 30 metros bajo el agua complica mucho más si cabe la tarea. En este aspecto, Torcida destaca que «hay un dato curioso, y es que la mayoría de los accidentes que se producen no suceden a grandes profundidades. El mayor cambio de presión que existe y por tanto más peligroso es entre el nivel cero, la superficie, y los primeros 10 metros». El buzo santanderino señala que «evidentemente cuando se trabaja a gran profundidad es un peligro, pero cuanto más profundo vas más se planifica, la inmersión tiene más método, hay más mapas, más vigilancia, más medios y medios más avanzados». En general, añade Villegas, «una profundidad que puede ser habitual se sitúa entre los 30 y los 40 metros, aunque la mayoría de los trabajos se realizan en cotas muy bajas, es decir, la mayoría entre la superficie y los 20 y 25 metros».
Deterioro físico
Un trabajo de estas características, desempeñado durante décadas con ratios de entre 280 y 300 días al año, tiene un impacto directo en las condiciones físicas de los buzos. «Nuestro trabajo genera un impacto evidente en el cuerpo porque son muchas horas en un medio hostil y sometidos a presiones y cargas físicas importantes. Una de las secuelas típicas es la de las articulaciones, que en nuestro caso se ven afectadas por las diferencias de presión», afirma Luis Torcida. «La vista es un órgano que también acaba siempre tocado. Tenemos pérdida de visión de hasta un 11 o un 15% a lo largo de la vida laboral debido a las deficiencias de luz y a las temperaturas a las que se trabaja», añade.
Debido al riesgo que enfrentan, los buzos tienen una formación avanzada en primeros auxilios, que les permite valorar con precisión las secuelas de su trabajo, especialmente en temas técnicos como los relacionados con la presión. «Otro caso típico son las enfermedades disbáricas provocadas por los cambios de presión, que se producen porque se te alojan unas burbujas o micro burbujas en diferentes puntos del organismo y, dependiendo de en qué punto del organismo queda alojada, la complejidad de la lesión es mayor o es menor. Te puedes desde quedar paralítico hasta ciego», explica el buzo cántabro.
«En los últimos 20 años han fallecido 48 personas sobre un universo de 700 trabajadores, lo que significa que hay una alta mortalidad en accidentes de trabajo»
Luis Torcida
Buzo profesional
Debido a estas circunstancias y al riesgo de su profesión, afirma Luis Torcida, para entender el riesgo al que se ven sometidos hay que atender a «los accidentes, en los que las secuelas pueden llegar a ser aún mayores». «Desde que hay un estudio de prevención de riesgos laborales sobre buceo profesional, se sabe que en los últimos años ha habido 48 fallecidos en España. 48 personas sobre un universo de 700 trabajadores en los últimos 20 años significa que hay una alta mortalidad en accidentes de trabajo», denuncia. «La relación porcentual es enorme, supone más de un 5%. Claro que en la construcción mueren más trabajadores, pero ¿cuánta gente trabaja en la construcción?», resalta.
Coeficiente reductor
Por todo ello, la principal reivindicación del colectivo profesional es la de que a este sector se le aplique un mayor coeficiente reductor de cara a la jubilación, dado que en la actualidad solo se aplica un 0,15 y aplicable desde 2016. Esa cifra implica que de cada año trabajado pueden descontar un 15% sobre la edad de jubilación.
Ambos buzos forman parte del sindicato SEB-S, colectivo que lleva más de 20 años luchando para recibir este reconocimiento. «Los españoles fuimos los primeros buzos de toda Europa que solicitaron un coeficiente reductor. Ahora en otros países están en ello, pero nosotros empezamos hace más de 20 años a reivindicar nuestra profesión y unas condiciones ajustadas al riesgo que implica nuestro trabajo. Nosotros marcamos el camino, pero las cosas han cambiado muy poco», señala Torcida.
En ese camino han llevado su reivindicación ante diferentes gobiernos, y solo obtuvieron una leve mejora en 2023, cuando se aprobó el acuerdo alcanzado en 2016. «Es algo que no explica muy bien porque la nuestra es una profesión que desde el año 1995, cuando se creó la ley de prevención de riesgos laborales, está en el anexo 1 catalogada como de muy alto riesgo», afirma Torcida. «Por eso no entendemos que siendo una profesión catalogada de muy alto riesgo sigamos estando desatendidos en ese aspecto».
Aunque recientemente consiguieron el apoyo de la mayoría de grupos parlamentarios en el Congreso para ampliar el coeficiente reductor, el PSOE denegó el cambio y por ello se mantienen en el 0,15. «Lo más indignante es que tanto la Seguridad Social como la Tesorería de la Seguridad Social han hecho cálculos y han determinado que aplicar un coeficiente reductor a nuestro sector no es una carga presupuestaria», explican. « Al ser un colectivo tan reducido no supone un enorme gasto. De la misma manera que no supone un gran gasto por ser un colectivo pequeño, tampoco parece que seamos de interés. Son pocos votos…», lamentan.
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