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Hace solo tres años, la Pirámide de los Italianos estaba más cerca de ser derribada por la Ley de Memoria Histórica que por su propia decadencia. Pero primero el Gobierno central, que en 2022 la apartó de su diana tras dar validez a una relectura del mausoleo que lo despojaba de su carga simbólica, luego la Junta de Castilla y León, que en 2024 declaró al sepulcro bien de interés cultural para blindarlo de un cambio de opinión, y ahora la Asociación por la Reconciliación y la Verdad Histórica, que acaba de obtener la cesión de todo el conjunto para su restauración y puesta en valor, han logrado devolver a la vida al monumento que desde 1939 se erige en el Puerto del Escudo en homenaje a los soldados italianos que cayeron en la sangrienta batalla de Santander durante la Guerra Civil.
En la resurrección del monumento, inesperada a decir verdad, han intervenido las dificultades que la Hermandad de la Rivera de Herbosa, su propietaria, ha tenido a lo largo del tiempo para evitar los ya innumerables actos de vandalismo y pillaje que no han hecho sino acelerar el proceso de deterioro de la pirámide y del terreno sobre el que el mortuorio se eleva veinte metros, y, a la par, el interés de la asociación madrileña por asumir semejante desafío.
«La propiedad está obligada al mantenimiento del monumento», recuerda el presidente de la hermandad, Juan Carlos Gutiérrez, que admite que esa tarea, atajar el expolio del mausoleo, está ahora mismo lejos del alcance de una asociación a la que en 1969, hace medio siglo, se otorgó con tal fin la titularidad de una parcela hasta entonces bajo soberanía de Italia.
En aras de su conservación, «la junta ha decidido por mayoría absoluta ceder temporalmente la propiedad de la pirámide» a la Asociación por la Reconciliación y la Verdad Histórica (ARVH), que asumirá esa función durante los próximos treinta años.
Con esa maniobra, la hermandad se libera de un peso que ahora va a cargar con gusto otra espalda, la Asociación por la Reconciliación, que ve en esa cesión una buena oportunidad para darle vida a la muerte.
Según dijo ayer a este periódico su presidente, Javier Campal, «nuestra idea es rehabilitar el monumento y ponerlo en valor», un proyecto que cobraría la forma de un centro de interpretación o de un museo, «eso es algo que aún tenemos que repensar», y que la asociación ejecutaría con distintas fuentes de financiación, la subvención y el 'crowdfunding' entre ellas.
De acuerdo con sus cálculos, para acometer la primera fase, esto es, los trabajos de restauración, recuperación y conservación del mausoleo y su entorno, la asociación va a precisar de «unos 250.000 euros, aproximadamente». Y para la segunda, «quizá nos haga falta el doble», asegura Campal, que quiere matizar muy bien el objetivo final. «Nosotros solo pretendemos ser los narradores de los hechos que acontecieron en este lugar y que sean los visitantes quienes extraigan sus conclusiones. Nuestra idea no es comerle la cabeza a nadie», asegura el presidente del colectivo, que advierte de que el proyecto llevará su tiempo. «La Pirámide está muy deteriorada», reconoce. Retirar las toneladas de escombros que hay acumulados en la planta inferior, arreglar los techos y los suelos, y limpiar y adecentar el resto del monumento y sus alrededores no es cosa de un día ni de dos. «Pero estamos seguros de que ese esfuerzo valdrá la pena», dice. «Lo que no queremos es que esté muerto de asco».
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