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En el kilómetro 114 de la N-623 hacemos un alto en el camino que nos lleva hacia el desafiante y misterioso puerto del Escudo. Las villas termales de Ontaneda y Alceda son parada obligada para los amantes de los helados o la reputada repostería pasiega. Allí la vida fluye al borde de la antigua nacional y sorprende el potencial comercial y de servicios que sigue conservando hoy en día ésta cabecera de comarca. Pocos saben que también es el lugar donde comenzó todo, ya que la idea de construir una carretera que uniese Santander con la meseta por el puerto del Escudo se le ocurrió a uno de sus vecinos, el ingeniero Francisco Bustamante y Guerra, que proyecto en 1798 una faraónica obra de conexión viaria con la capital que arrancó tres años más tarde, en 1801.
4.3kilómetros discurren desde Ontaneda- Alceda hasta el valle de Luena
Productores locales. Los helados de la familia López y varios obradores de productos pasiegos como el sobao y la quesada son un reclamo y parada obligada en la N-623.
Parque de Alceda. Es el pulmón verde del municipio. Sus siete hectáreas de terreno guardan cerca de mil árboles.
Casco histórico de Alceda. La ruta de las casas blasonadas, torres y palacios de distintos periodos (XVI- XVIII) son parte de atractivo a visitar en Alceda.
Balnearios y seminario. El Gran Hotel o seminario menor de los Legionarios de Cristo en Ontaneda y el Balneario de Alceda, otros dos puntos a visitar.
Vía verde. En Alceda se encuentra el paseo hasta la vieja estación del tren que antaño unió las dos villas termales con Santander.
Hostelería. No se puede dejar de probar los famosos pinchos de tortilla de Café Albert en Ontaneda o la comida casera de Casa Augusto en Alceda.
1.000árboles tiene el gran parque de Alceda en sus siete hectáreas
Ontaneda y Alceda concentran todos los servicios y cuentan con el encanto añejo que les imprime su abultado conjunto histórico artístico. Es un lugar que va recuperando gota a gota parte de la población perdida mucho antes de la pandemia, aquella que le restó la apertura de la autovía A-67 a inicios de este siglo. Tienen un centro de salud funcionando las 24 horas del día, sucursal de Correos, dos bancos, comercio, hostelería, colegio, instituto y hasta parque de autocaravanas. Pero si hay una cosa que distingue la fisonomía de su calle principal es la alta concentración de obradores pasiegos, emprendedores de esta singular estirpe que apostaron por el «poder» de atracción que emana del viejo eslabón con la meseta. Uno de los negocios más míticos es Casa Luca que debe su nombre a la fundadora, la pasiega Adela Martínez, una emprendedora que, en 1968, abrió las puertas de su establecimiento al pie de la N-623. Hoy, la tercera generación de la familia continúa con la tradición de elaborar un producto al estilo tradicional, sin aditivos pero aplicando su propia visión comercial, la de su nieto Oscar Fernández, el joven que cambió su «corbata de auditor» por el delantal de la abuela y apostó por su pueblo. «Siempre he creído en el poder de la carretera, pero no han invertido en ella apenas», explica a la puerta de un establecimiento donde no para de entrar clientela para degustar el sobao, la quesada o su premiada galleta pasiega.
En el kilómetro 113, justo en medio de Alceda y Ontaneda, espera Pablo Álvarez. Además de ser el joven gasolinero del pueblo, también hace de quiosquero por lo que pocos detalles de los dos pueblos se le escapan desde la posición privilegiada del surtidor. A sus 37 años tiene claro que la vida allí merece la pena y, aunque muchos de sus amigos de infancia emigraron, no cambiaría su destino. «Siempre he vivido aquí y hay calidad porque tenemos de todo, no nos falta de nada», afirma con rotundidad.
Pero existe otra forma de conocer Alceda y Ontaneda y es la de dejarse perder por los desvíos e investigar en las arterias laterales de la margen izquierda de la carretera. Un paseo que nos da las claves del éxito de la cabecera doble de comarca ya que permite conocer mejor el pasado glorioso que tuvieron las dos villas termales y que se adivina en forma de majestuosos edificios que fueron testigos de las increíbles historias de sus moradores. Uno de ellos es el Palacio de Francisco Bustamante y Guerra, el precursor de lo que hoy sería el trayecto de la N-623 desde Santander. Es el lugar donde se forjó la leyenda de esta ruta hace más de dos siglos, según nos desvela casi sin querer uno de sus vecinos, el médico y activista patrimonial del Grupo Alceda, Aurelio González de Riancho.
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Otro de esos edificios con leyenda es el Gran Hotel de Ontaneda, un inmueble de porte imponente del XIX, frecuentado por importantes personajes históricos como la reina Isabel II o la escritora Emilia Pardo Bazán. El hotel se transformó más tarde en seminario menor y fue en esa etapa (segunda mitad del XX) cuando se forjó la página más negra de su historia, ya que se le señaló como epicentro de los abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes de la orden de los Legionarios de Cristo. Pero retrocediendo en el tiempo a la época dorada del edificio (finales del XIX y principios del siglo XX), los vecinos y estudiosos de la historia local recuerdan, casi cómo si los viesen, cómo llegaban los carruajes hasta allí en busca de la cura milagrosa de las aguas sulfurosas del Pas. Todo ello transformó la zona hasta el punto de que se habilitó, también a inicios del XIX, la línea ferroviaria Santander-Ontaneda clausurada en los años setenta. Hoy es una vía verde que se puede recorrer a pie y que culmina en la vieja estación que aun se conserva y que se ha convertido en sede socio cultural y de distintos servicios municipales.
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Un poco más adelante se asoma el conocido Paseo de Los Tilos, un camino arbolado que unía el Gran Hotel con el Balneario de Alceda. Merece la pena detenerse un segundo en la historia de este lugar, ya que allá por los años cincuenta alguien pensó que sería bueno talar los árboles y eso provocó la revuelta de todo el pueblo. Hoy en día siguen en pie y dan paso al parque botánico de Alceda, el auténtico pulmón verde de las dos villas.
No obstante, la joya de la corona la encontramos, de nuevo, saliendo al borde de la N-623, a la altura del punto kilométrico 112, cerca de la iglesia de Alceda. Allí, y casi en línea recta, se encuentra el conjunto histórico artístico de Alceda con edificios como la torre de Ceballos, los palacios de Bustamante Rueda y el de Mercadal o la casona de Ruiz Bustamante. Son edificios blasonados de porte medieval o de arquitectura montañesa de los siglos XVII y XVIII que, en alguno de los casos, albergan sorpresas en su interior como un búnker de la guerra civil. Mención aparte merece el monolito de piedra que surge a la margen derecha de la carretera, justo antes de la iglesia de Alceda. En él se puede leer que el antiguo camino preexistente y hoy reconvertido en la N-623 se llamaba antiguamente Vía de Ave María.
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Al final del camino, casi en el punto cero del puerto del Escudo, nos topamos con el restaurante Casa Augusto (1959), uno de los que más afamados por su comida casera. Su mesonero, Jesús González, es un vecino muy querido en la zona. Lleva años recopilando fotos antiguas de Alceda y Ontaneda y ha sido testigo directo de lo que supuso la inauguración de la autovía con la meseta en el año 2009, el antes y el después. «Por aquí pasaban más de 4.000 vehículos diarios, ahora pasan mil escasos, y vivíamos prácticamente de la meseta», explica. Hasta Casa Augusto llegaba gente de Madrid, Burgos, La Rioja o Cataluña. Fue un momento triste y de declive, pero muchos coinciden que ahora se está recuperando todo poco a poco, también el flujo de vehículos, sobre todo moteros o ciclistas en busca de la emoción de vivir la aventura de subir El Escudo.
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